Venenos animales (parte 2) por Osvaldo Reyes
Venenos de origen animal
Segunda parte
Un rey que temía a las avispas decretó de que fueran eliminadas.
Ninguna lo lastimó. Terminó muriendo por la picadura de un escorpión.
Idries Shah.
Desde el punto de vista de armas homicidas, los insectos han sido relegados a un segundo plano. Tal vez por su tamaño o por la animadversión natural de algunas personas a ellos, no hay muchos libros o casos reales donde se hayan utilizado. Por suerte, hay excepciones y a ellas me ceñiré.
Muchas veces los insectos son usados por el autor/guionista como señuelos o por su efecto dramático. Agatha Christie en “Muerte en las nubes” nos hace pensar que una prestamista francesa que viajaba en el mismo avión que Poirot murió a causa de una picadura de avispa, cuando en realidad fue por medio de un dardo impregnado con el veneno de una boomslang, también conocida como serpiente arborícola de El Cabo. Antes de que me escriban, acusándome de publicar un destripe, no se preocupen. Poirot descubre el dardo mucho antes de bajarse del avión. Además, una autopsia de rutina habría detectado el engaño. El veneno de la boomslang es una hemotoxina que altera la coagulación y provoca hemorragias internas y externas. En los casos de picaduras de avispas, la muerte es secundaria a una reacción alérgica y el cuadro clínico es diferente. El afectado presentará urticaria, edema, hinchazón de la boca o lengua y, en casos severos, espasmos bronquiales o laríngeos, lo que provoca dificultad respiratoria y la muerte, que puede darse en cuestión de minutos. Desde un punto de vista crítico, la elección de venenos fue un pequeño error por parte de la Dama del Crimen. Considerando que el vuelo era de París a Londres, un trayecto que en 1935 no pudo tomar más de dos horas, el veneno de la boomslang no hubiera tenido tiempo de actuar, siendo de acción muy lenta. En cambio, un shock anafiláctico por una picadura de avispa sí se pudo dar en ese corto periodo de tiempo.
En el capítulo 11 de la cuarta temporada de C.S.I (Las Vegas), titulado de manera muy apropiada “Once jurados molestos”, durante la deliberación de un caso, un jurado insiste en pensar que el acusado es inocente, lo que saca de quicio a los demás. Cuando este jurado aparece muerto, el equipo de C.S.I. tiene que empezar a buscar a un culpable. La responsable, una abeja, tiene un veneno similar al de la avispa. En personas alérgicas, una reacción anafiláctica puede llevar a la muerte en cuestión de minutos. Si quiere usar avispas o abejas como arma homicida, recuerden que su víctima tiene que ser alérgica, algo que el capítulo de C.S.I. se encargó de mostrar de diversas maneras a lo largo del episodio.
Si quieren usar insectos, no hay límites ni reglas. Miren, por ejemplo, el caso de los escorpiones. Su forma, en particular el aguijón al final de su cola, es la pesadilla de cualquiera que se la encuentre en el interior de un zapato, justo antes de meter el pie. Solo 25 especies de escorpiones son peligrosos para los seres humanos, siendo la más tóxica la Leiurus quinquestriatus o escorpión amarillo. Su veneno incluye un coctel de neurotoxinas que provocan mucho dolor en el sitio de la picadura, pero rara vez serán mortales, excepto en el caso de niños, ancianos o personas alérgicas. Cuando ocurre, las toxinas pueden estimular una de las dos ramas del sistema nervioso autónomo. Si estimulan el sistema simpático, provocan fiebre, elevación de la frecuencia cardíaca, de la presión arterial, arritmias y la muerte por falla respiratoria secundaria a un edema pulmonar. Si estimulan el parasimpático, disminución de la frecuencia cardíaca, hipotensión, broncoconstricción y la muerte por falla cardíaca o shock. Eso si el envenenamiento no se asocia también a una pancreatitis o a convulsiones, por las mismas toxinas.
¿Cómo solucionar el problema? Sencillo. Lo descrito es para una sola picadura. ¿Qué les impide usar varios o muchos escorpiones? En Juego de Tronos (los libros), Lyonel Tyrell ayudó a conquistar Dorne, por lo que fue nombrado Senescal por el rey Daeron Targaryen I. No puedes invadir un reino, abusar de ellos por años y pretender dormir con los ojos cerrados. Una noche Lyonel Tyrell haló una soga para solicitar los servicios de una moza, sin saber que era una trampa. El movimiento abrió el techo de su cama y cien escorpiones rojos le cayeron encima. Si son tan o más venenosos que los amarillos, creo que cien picadas conseguirán su objetivo.
En una serie de westerns conocida por sus lectores como la saga de Longarm, tenemos al alguacil Custis Long, quien se encarga de poner el orden en Colorado, Estados Unidos (1880). En el libro “Longarm y los asesinatos escorpión”, Custis debe ir al pueblo de Agate, Arizona, a investigar las acusaciones que pesan sobre su mentor Jesse Jerome, quien se sospecha es el responsable de una serie de homicidios donde el responsable ata a sus víctimas y les pone escorpiones encima para que lo piquen, hasta matarlos. Como es de esperar, las cosas no son tan sencillas y Agate termina siendo una versión del lejano oeste del Poisonville de Hammett (Cosecha Roja).
Escorpiones en el desierto, avispas en el cielo y la pluma de un escritor presentándonos posibilidades ancladas en el lado oscuro de la imaginación.
©Artículo: Osvaldo Reyes, 2021.
Visitas: 100