Un escritor, un santo (o varios) y una biblioteca
Como es uso y costumbre –me dijeron en la escuela– la entrevista se ha concertado con el tiempo suficiente para que el preguntador se esmere en su trabajo, o que al menos lo intente (no hay venda antes de la herida). El entorno no puede ser mejor: una biblioteca ubicada en la plaza de las Ranas –Hurtado de Mendoza, según la nomenclatura oficial– (Las Palmas de Gran Canaria) y que lleva por nombre Biblioteca Insular de Gran Canaria (BIGC). El entrevistado fue Carlos Ortega Vilas, otra de las incorporaciones grancanarias al panorama negro literario nacional. ¿Qué tendrá Gran Canaria para que algunos veamos las cosas tan negras?..
La primera pregunta podría haber sido esa que usted piensa pero a quien esto escribe se le ocurrió una parecida a esta: ¿Al género negro se llega por convicción o porque está de moda?:
–Era el formato que mejor se adaptaba para expresar la historia de El santo al cielo, pero nunca se me ocurrió como estrategia o por moda. No obstante, es posible que haya algún caso de escritor que esté ahí aprovechando el gran interés que suscita el género negro.
Y un apunte, él entiende que uno de los aspectos más importantes de la novela negra radica en conocer los motivos que existen detrás de un crimen, qué mueve a un personaje a tomar las decisiones que marcan una existencia. Ahí está la madre del cordero –el gran matiz– porque dependerá de la respuesta que elija: (¿quién fue el asesino? o ¿por qué lo mató?), estará leyendo novela negra o policial. Seguimos.
Unos minutos antes, el autor de Tuve que hacerlo y otros relatos (Baile del Sol, 2015) narraba a los componentes de los clubes de lectura de la BIGC alguna de sus peripecias vitales en la vida de cualquier creador de historias, y apuntaba que tras un fiasco laboral fue consciente de que “no tenía nada a lo que aferrarme y decidí acercarme a la ficción” y de esa manera comenzó la aventura de la novela, la primera novela, que le ha proporcionado –hasta ahora- sus mayores alegrías: finalista en los premios Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón 2017, Valencia Negra 2017 y en el Pata Negra del Congreso de Novela y Cine Negro de Salamanca.
Y entonces llega una reflexión de Aldo Monteiro, uno de los personajes de El santo al cielo, que afirma que lo más valorado en estos días es lograr que un alumno aguante sentado una hora seguida, pero Monteiro no hace otra cosa que ser el portavoz de su creador, que además de escritor es profesor, y claro, antes de dedicarse a las clases de escritura creativa vivió la experiencia ‘traumática’ de trabajar con niños, en la novela hace un guiño: “eso es muy duro”, afirma no sin sonreír. Y aclaro, no existe trauma alguno en su paso por las aulas con los más pequeños, sólo una gran experiencia laboral y vital.
Pero si para un profesor es complicado suscitar la atención continuada de los alumnos, ¿cuál es la fórmula para mantener sentado a un lector ante un libro de 100 o 600 páginas? Porque un libro de dudosa calidad –gustos y evidencias mediante– lo es sin importar su grosor, la portada o el pastizal invertido en su promoción.
–Lo importante es que el escritor sea honesto y respete al lector. No engañar, no sembrar el texto de pistas falsas. Porque lo que cuente será eso sin grandes sorpresas y creando tensión desde el primer momento. Por eso los comienzos son tan importantes como frágiles.
En ese aspecto Ortega Vilas dijo que es reacio a que el autor intervenga mucho en la definición de los personajes, tal vez es mejor que al lector se le deje cierto margen para configurar la personalidad de esos seres que pululan entre los párrafos.
Otro aspecto de El santo… tiene que ver con el hecho de que la acción se desarrolla en un entorno inexistente; ni en una isla ni en una zona continental
Y pregunto si es por algún motivo en especial…
–Quise insistir en la idea de que todo era inventado, que no tenía los medios para conocer cómo trabajaban los cuerpos de seguridad del Estado; tenía que inventar –los modos– pero hacerlos creíbles dentro de mi ficción. Cuidé mucho la lógica interna, que no se rompiera, para ello necesitaba un entorno que no fuera la España real, porque en la realidad, esos dos personajes (Julio Mataró, teniente de la Guardia Civil y Aldo Monteiro, inspector jefe de la Brigada de Homicidios) no me funcionaban.Y añade algo más para entender esa elección: “No tengo raíces en ningún sitio, soy nieto de inmigrantes y mi familia está desperdigada por el mundo.”
Y en la trama aparece el incesto, un tema tan negro como real “fue una elección (me rondaba por la cabeza la película Chinatown) porque necesitaba un conflicto entre Silvia y Daniel. Tal vez fue la intuición, porque la relación entre ellos podría explicar esos silencios y los traumas…que iban más allá del hecho de ser hermanos.
La noche se apoderó de la conversación y le pregunté que visto como anda la realidad ¿se nos va el santo al cielo más de lo deseable? Carlos Ortega Vilas reconoce que la realidad “me parece a veces tan absurda, que por eso escribo”. Oiga usted, ¿y ese problema también puede afectar a algunos editores que optan por mirar más el nombre antes que leer un manuscrito?
–Creo que sí. ¿Cuántos escritores estarán por ahí con unas obras maravillosas –en un cajón– porque un editor no ha tenido la valentía de publicarla? Un editor debe pensar menos en el mercado y tener el coraje de publicar nuevas voces. Afortunadamente tenemos las editoriales independientes. En mi caso fue Dos Bigotes.
Esa reflexión está avalada por aquellos siete años que Carlos anduvo con el manuscrito bajo el brazo, de editorial en editorial, recibiendo desde el silencio más atronador a las promesas que nunca se cumplieron. Añádase el trabajo durante tres años para dar forma a El santo al cielo que inicialmente contenía más de 600 páginas. Tras encontrar a la editorial Dos Bigotes, le siguió un riguroso y selectivo trabajo de depuración en el que empleó unas 16 horas diarias sin levantarse de su despacho hasta que entregó la versión definitiva con 564 páginas.
Y esto llega a su final, momento propicio para conocer los proyectos y Carlos Ortega Vilas apunta que en 2018 pretende publicar una novela ambientada en la Alemania de los años treinta. En el tintero está la idea de otra aventura negra protagonizada por Aldo y Julio, aunque sin fecha.
Por cierto, Aldo Monteiro es un experto en el santoral, así que la mejor manera de concluir es recordando los santos de hoy 2 de febrero: San Lorenzo de Canterbury, San Flósculo de Orleans o Santa Catalina de Ricci.
El autor
Carlos Ortega Vilas (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) Escritor, profesor de español —labor que ha desempeñado tanto en España como en Grecia—, corrector profesional y de estilo, ha sido responsable entre los años 2007 y 2014 de los cursos de escritura de relato en Letra Hispánica (Salamanca). Desde 2015 coordina los talleres de escritura creativa Fuentetaja en Las Palmas de Gran Canaria. Colabora asimismo con El País en la edición digital de El Viajero. El autor ha publicado relatos en diversas antologías de narrativa policiaca y de misterio como La lista negra: nuevos culpables del policial español (Salto de Página, 2009 -aa.vv.-), Diario del Padre Tadeus Rintelen y Resaca negra (Ediciones Hontanar, 2013), y A los cuarenta y otros relatos en crisis (Ediciones Beta, 2011).
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