Sin Papá Noel

MELISSA GUARDIA V|Panamá

La Navidad se acercaba y Paulina no tenía todavía lo que más deseaba: Un costoso nuevo celular. Sólo había un hombre capaz de ayudarla. Él era alguien conocido en la sociedad, entrado ya en años, de figura regordeta, sonrisa perfecta ante las cámaras y su nombre podía abrir muchas puertas y ventanas; ella en cambio, era una simple colegiala menor de edad. A pesar de las diferencias, Paulina sabía que sólo alguien así podía ayudarla, por lo que decidió llamarlo por teléfono. No en vano se había encontrado con él en una fiesta donde no se esperaba ir y recibió su tarjeta que en letras doradas resaltaban las dos palabras más importantes de su nombre: Ministro Echeverría.
Paulina antes de hacer la llamada, practicó su discurso: No le pediría directamente el celular, pero sí dinero, dado que era hija de una madre soltera; su papá de nombre Noel nunca se hizo cargo de ella. Agregaría a su petición que era una buena niña y que deseaba ser aeromoza cuando fuera adulta, para ello desde ya un celular sería imprescindible. Con un tono juguetón, la atrevida muchachita realizó su llamada; desde la elegante sala de su casa, donde una fotografía familiar fue interrumpida, el Ministro Echeverría escuchaba la petición y se relamía mentalmente ante la posibilidad de atrapar a otra menor de edad. Era un secreto a voces que al Ministro le gustaba rodearse de jovencitas a quienes prometía un mejor futuro a base de becas para estudios. El hábil político no era el único con un discurso practicado, ante la petición de Paulina, él supo qué decir: -Quiero ayudarte, pero hay tantos casos como el tuyo, hay tantas niñas que me escriben pidiéndome ayuda, que no me doy abasto para atender todos los problemas. Y tomando en cuenta que estamos en Navidad, me es más difícil ocuparme de tu asunto; al menos, claro está, que nos veamos personalmente.
Paulina aceptó de una vez y cerró la conversación telefónica asegurándole al ministro que estaría atenta a que él le confirmara la fecha, hora y lugar de la reunión para hablar de su situación económica. El Ministro Echeverría tuvo que cerrar rápidamente, ante la petición de su asistente de nombre Rodolfo, quien le avisó de la llegada del personaje que estaban esperando: -Señor Ministro, “Santa Claus”, o “Papá Noel”, acaba de llegar para que se tomen la foto con él, usted y su familia. Casi con un gruñido, el Ministro Echeverría le dice a Rodolfo: Tengo claras dos verdades:
-Navidad; te odio y el dinero lo es todo. No queda otra cosa que fingir ante la molestia. ¡Con tanto compromiso junto a mi mujer, mis hijos y nietos, se me hace difícil escaparme para verme con mis niñas! Pero qué se le va a hacer, todo sea por no perder mi buena imagen. Rodolfo se atreve a decirle a su jefe: -Y para que todo siga así, tendrá que pagarme el triple, señor Ministro. Usted ya lo dijo, la Navidad no es su época del año preferida, pero sí la mía. Uno puede pedir de todo a gente como usted: Personas falsas y con mucho dinero. Mi silencio está más caro para estas fiestas. Si quiere seguir jugando con niñas de colegio, tendrá que darme lo que merezco, por ser su cómplice.
El Ministro Echeverría sólo sonrió ante la audacia de su asistente Rodolfo y se limitó a decirle: -Está bien, como tú digas, mi fiel colaborador. La señora Echeverría, llama a su esposo para que regrese a la toma de la fotografía junto a la familia para la postal navideña. Antes de volver a sonreír, el Ministro se acerca a su hijo mayor y le dice al oído: -Encárgate de Rodolfo, déjalo con una nariz roja y totalmente frío. Al día siguiente, Paulina se reunía con el Ministro en un lugar con chimenea; mientras que en un callejón oscuro, estaba el cuerpo de Rodolfo con el rostro enrojecido e irreconocible: se había quedado sin regalos esa Navidad.

Texto © Melissa Guardia V- Todos los derechos reservados

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