Razones tiene “La negra” que la Razón sí entiende

Razones tiene «La negra» que la Razón sí entiende, por Izaskun Albéniz

No sé si a ustedes les sucede pero en mi caso es matemática pura. Si en una conversación surge —y siempre lo hace— el “momento lectura” y preguntan por mis preferencias, la reacción del interlocutor al escuchar mi respuesta es siempre la misma. Un primer gesto de alzamiento de cejas seguido por un pestañeo rápido y después, como en un tic nervioso, un respingo en retroceso acompañado por un leve encogimiento de hombros.

Supongo que no doy el perfil —si es que lo hay— de lectora  (y defensora) de novela negra. Pero la reacción en cadena continúa, porque tras este primer momento de turbación y desconcierto, llega la consabida pregunta —con ese matiz de decepción que tanto me disgusta—:

—Pero mujer, con lo que te gusta la literatura, ¿novela negra? ¿Por qué? ¿Qué te da?

—La novela negra seduce, absorbe, conquista y enamora— respondo invariablemente.

Y al tiempo, trato de explicar una vez más que, pese a lo denostado del género, también la novela negra es literatura —aunque a este carro se hayan subido oportunistas de todo pelo que, dicho sea de paso, también lo han hecho en otras épocas y con otros géneros— y que, en conjunto, la novela negra tiene un importante ramillete de razones para convertirse en mi género favorito.

Por qué es mi género favorito

El primero de ellos es evidente. La lectura supone un elemento lúdico de evasión que permite al lector ponerse en la piel del protagonista y experimentar todas las vicisitudes con las que se enfrenta el héroe con una ventaja adicional: salir indemne de ese mundo oscuro y criminal.

El género negro además tiene unas reglas claras y precisas que suponen y permiten —entre otras cosas— una competición interna con el investigador del delito. El lector confía en encontrar entre las páginas de las novelas negras la estructura adecuada para poder rivalizar en inteligencia con el investigador y descubrir si se es capaz de deducir —antes de que lo haga el protagonista o de que lo refleje el narrador— al asesino o sus motivaciones.

Por otra parte, este género tiene un importante componente de denuncia social hacia las figuras de autoridad y los ejes del poder. Es cierto que no suelen ser acusaciones duras, sino más bien suspicaces y relativamente aceptables —ya que están convenientemente ficcionadas— por la mayor parte de la sociedad. Así, las páginas de las novelas negras suelen estar pobladas de criminales entre los que se encuentran policías, jueces, militares y religiosos corruptos como reflejo más o menos fidedigno de la realidad.

De ahí que la novela negra también cumpla un cometido ético, ya que su lectura —incómoda en algunos aspectos—nos hace plantearnos cuestiones profundas acerca de la condición humana. También desempeña un papel psicológico de catarsis y justicia puesto que permite cierto alivio al relativizar nuestras malas acciones (que en relación con los delitos de las novelas son peccata minuta) así como cumplir nuestro deseo intrínseco de justicia (generalmente el culpable o el delito no suele quedar impune).

Y además, por si todo lo anterior no fuese suficiente, la novela negra es un buen referente de aprendizaje pues nos provee de herramientas psicológicas que — como los niños con las fábulas—, nos ayudan a entender y enfrentar situaciones peligrosas y agresivas de un mundo violento en constante evolución.

Por eso, tras esta enumeración, siempre les recomiendo fervientemente que superen sus prejuicios y que degusten una novela negra.

Una clásica, una de esas incómodas que hacen pensar, una de perdedores, un best seller criminal… Tienen una amplia carta para elegir.

Pero ojo, no se asombren si al leer se quedan pegados a sus páginas o si se sorprenden a sí mismos en profundas reflexiones morales. Incluso puede que cierren el libro con una sonrisa en los labios.

La novela negra seduce, absorbe, conquista y enamora.

No digan que no se lo advertí.

© Texto:  Izaskun Albéniz. Todos los derechos reservados.
© Publicación:  Solo Novela Negra. Todos los derechos reservados.

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