Rathin Island, por Patricia Moreno Raya
A través del relato ‘Rathin island’, la escritora Patricia Moreno Raya hace gala una vez más de una prosa poética y elegante.
Rathin Island
Rathin Island solo tenía un habitante, un chico joven que había ido viendo cómo todos sus vecinos perdían la vida silenciosamente, sin dejar apenas indicios de su propia existencia.
Eso es lo que nos comentó el guía turístico cuando pasamos con el ferri bordeando la isla, informándonos de la imposibilidad de visitarla, ya no le permitían la entrada a nadie, y tampoco la salida del único isleño. Debían averiguar los motivos de las más de cien desapariciones. Temían por la vida de los turistas y de la del pobre hombre aislado que veía consumir sus días en la más absoluta soledad. Y yo, por alguna razón, quería hablar con él, saber cómo se sentía viviendo en una cárcel a mar abierto.
Pero era imposible acceder a la isla. Estaba vigilada las 24h del día.
Pasé la semana deseando saber más acerca de ese caso que menguaba mi energía; me atraía tanto esa historia que quería formar parte de ella, aún sabiendo que podía poner mi vida en peligro.
Durante aquellos días, buceando por las lagunas más fangosas de internet, encontré un grupo que organizaba visitas guiadas por lugares de ‘difícil acceso’. Contacté con ellos y les pregunté por Rathin Island. Me dijeron que lamentablemente ellos allí no iban, que no sabía lo que les estaba pidiendo y que era muy peligroso. Me colgaron el teléfono. Pasados unos minutos me llamó una chica de la organización, diciendo que ella podía llevarme hasta allí pero que no podría recogerme hasta la noche siguiente, a la misma hora, coincidiendo con el cambio de turno de la vigilancia nocturna. Accedí. Qué otra cosa podía hacer, tenía que saciar mi ansia por descubrir lo que ocurría allí.
No volví a salir de aquella isla. Fui asesinada por aquel hombre que juraba no estar solo, que decía vivir en aquella isla con sus más de cien vecinos. Contaba que vivían aún en sus ya abandonadas casas que parecían darte la bienvenida a la isla. Me recibió muy amablemente, con una sonrisa de lobo sediento de sangre. Hace mucho que no vienen turistas por aquí, dijo. Y me enseñó aquel precioso paraje que había transformado en su pequeño infierno.
Fuimos a visitar a su vecino, y allí es donde comprendí todo. Él cambió, desapareció su mirada feroz para transformarse en la de un humilde anciano que llevaba allí toda la vida. Tengo que presentarte a mi nieto, me dijo, llegará a la hora del almuerzo, siéntate cielo, le esperaremos aquí. Pasadas las horas salió de la habitación y volvió a entrar, cansado del duro día de trabajo, sesenta años más joven, y con una vitalidad enorme.
Perdí la vida minutos más tarde, cuando sus manos abrazaron mi cuello con tanta fuerza que pude ver sus ojos inyectados en sangre antes de perder el conocimiento para no recuperarlo jamás.
Él ahora vive siendo un turista más, que visitó Rathin Island y decidió quedarse a vivir allí para siempre.
Texto: © Patricia Moreno Raya, 2018.
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