Presentación de LA MIRADA DE LA TORTUGA de Jon Arretxe por Miguel Izu

 

Presentación de La mirada de la tortuga, de Jon Arretxe

Miguel Izu

El pasado día 5 de mayo Jon Arretxe (Basauri, 1963) presentó en la librería Elkar Comedias de Pamplona su más reciente novela, La mirada de la tortuga (edición en castellano de Dortokaren begirada, 2021). Estuvo acompañado por un dúo de escritores habitual en estas labores en la capital navarra, Carlos Bassas del Rey y Carlos Erice Azanza. Entre los tres mantuvieron una jugosa y chispeante tertulia sobre la octava entrega de las aventuras de Touré, el emigrante sin papeles, vidente, detective y buscavidas originario de Burkina Faso.

Carlos Erice calificó a Touré como «el nuevo Tintin», visto que se ha convertido en un personaje muy viajero, a lo que Arretxe replicó que a él Tintin no le gustaba nada, le tenía manía, aunque quede mal decirlo dado que a la gente inteligente le encanta, pero nunca ha sido muy aficionado a los tebeos. Tras asentarse un tiempo en un imaginario pueblo navarro (que podría ser Arbizu, donde vive Arretxe, pero lo describió como imaginario para que no se mosqueasen con él sus vecinos, según explicó), como se contaba en No digas nada (2019), del que tuvo que darse a la fuga, «Touré tiene que salir por patas de todos los sitios», huyó a París en compañía de una amiga a la que conoció en el burdel del pueblo y se dedicaron al lucrativo negocio del robo en el que les fue muy bien, como se narraba en Desconfía (2020). Como la pandemia impidió la presentación en Pamplona de este episodio de la saga de Touré, se aprovechó la ocasión para hablar de él y en la mesa había un ejemplar, junto con el de La mirada de la tortuga. En la portada de Desconfía hay una inscripción en chino mandarín que, según explicó Arretxe, copió de un abanico que había traído de China pensando en que significaría algo como «la flor de loto flota en el jardín del templo dorado», pero al preguntar a su cuñada («tengo una cuñada china que vive en Shanghái») le dijo que literalmente pone «me gustaría morir borracho y rodeado de furcias», algo perfectamente apropiado para Touré.

Aunque amasó mucho dinero, Touré también tuvo que salir huyendo de París y ahora nos lo encontramos en el barrio de Lavapiés de Madrid. Dijo Carlos Bassas que Jon Arretxe tiene la habilidad de situar perfectamente al lector en las circunstancias de la vida de Touré mediante una especie de introducción recopilatoria en las primeras páginas y preguntó al autor si de verdad, como suele decir, va a los sitios donde se desarrollan sus novelas para escribirlas, y si estuvo en Lavapiés. Arretxe lo confirmó, ha visitado varias veces Lavapiés, su barrio favorito de Madrid, junto con Vallecas. Le gustan los barrios periféricos y marginales, como el de San Francisco en Bilbao, o el de Barbès en París, donde la mayoría de la población es africana y cuando lo pateaba se sentía raro porque era el único blanco. Barrios poco turísticos pero con mucha vida en la calle, donde coge ideas y encuentra a sus personajes. Contaba que se ha sentado en una plaza de Lavapiés durante horas para ver pasar a la gente, en esta época de pandemia gente con mascarillas, algo que a Touré le ha venido bien dado que, estando sin papeles, siempre tiene miedo de que lo detengan o deporten y anda escondiéndose de las cámaras. Uno de los centros neurálgicos de la novela es la calle del Ave María, un homenaje a un lugar muy conocido por los amantes de la novela negra porque allí se sitúa la librería Burma, que aparece debidamente retratada al igual que Ernesto, su dueño. Arretxe contó que es una librería que da mucha vida a la calle, con personajes tan curiosos como el que él conoció un día sentado en un banco próximo: una señora de unos ochenta años, vestida como una quinceañera, que no dejaba de trasegar latas de cerveza de medio litro y de hablar con un volumen de voz tal alto que los vecinos están recogiendo firmas para que el Ayuntamiento retire el banco; una antigua estrella transexual de un famoso cabaret, el Pasapoga, que no para de contar insólitas historias. Como dijo Carlos Erice, personajes muy bien descritos con unos pocos rasgos, sin necesidad de grandes descripciones; Arretxe confirmó que no las necesita, que se encuentra los personajes ya hechos, como el tipo alto con una camiseta del Atlético de Madrid y un sombrero vietnamita que arrastraba un carrito con ruedas e intentaba vender un flexo horrible, unas zapatillas de deporte probablemente robadas o unos sobres de jamón, al que no necesita añadir nada.

En esta novela se recupera un personaje de las primeras entregas, «el gran amor de Touré» según Carlos Bassas, Cristina Sa Kené, una espectacular pelirroja que le ayuda en sus aventuras (la mujer y traductora de Arretxe, de la que las malas lenguas dicen que mejora mucho el texto original, se enfadó de que pusiera su nombre a un personaje que hacía mamadas a dos euros). Según dice Arretxe, hacen buena pareja porque Touré es el bruto y Sa Kené la lista. Añadió Carlos Erice que, además, se complementan porque el color de la piel a él le cierra algunas puertas, pero le abre otras, y a ella también, pero en lugares distintos. La xenofobia, la discriminación racial, la situación de los sin papeles, temas recurrentes en toda la saga, de nuevo están muy presentes en esta novela, que se amplía, por ejemplo, a los bangladesís que trabajan en restaurantes supuestamente indios y que son explotados por compatriotas suyos. Pobres que explotan a otros más pobres y les hacen vivir en condiciones miserables de semi esclavitud; a Arretxe le asombra que sean capaces de atender con tanta amabilidad a los clientes. En todo caso, la realidad es compleja; también aparece gente que lucha en contra de esas situaciones y que trata de ayudar a los inmigrantes; Touré inicialmente era muy ingenuo, pero se ha convertido en un sujeto sin escrúpulos que es capaz de matar y, sin embargo, se considera a sí mismo buena persona; los policías que le acosan suelen ser también muy malvados, algo que empieza a preocupar a Arretxe, al que no le gusta repetirse y por eso está pensando en poner a un policía bueno en su próxima novela.

Carlos Bassas preguntó a Jon cómo había conseguido anticiparse y meter el tema del Sahara, que ahora de nuevo se ha puesto de actualidad, o si como parte del marketing había conseguido el cambio de postura del Gobierno de Pedro Sánchez. «Touré, que es vidente», replicó Arretxe, y recordó que ya en una novela anterior trataba el tema del espionaje a través de los móviles. «A mí no me pasará nada con el Pegasus», afirmó, enseñando su teléfono móvil, un modelo antiguo poco inteligente con el que no navega por internet. Carlos Erice dijo que la novela hace sufrir pero también hace reír, y Arretxe confirmó que ha tratado de recuperar el humor, que se había diluido un poco en las últimas entregas de la serie.

Carlos Bassas preguntó sobre la serie de televisión con Touré que está en proyecto. «Me alegra mucho que me haga usted esa pregunta», dijo Arretxe, y contó que unos días antes había hablado con la jefa de la productora que le dio buenas noticias, en marzo el proyecto fue seleccionado para el festival Series Mania de Lille y, de entre los quince finalistas, quedó el segundo; está contento porque si se llega a rodar Touré será africano, la decisión última es de la productora y tenía el temor de que pudiera acabar siendo blanco, caribeño u oriental («no te puedes fiar de los del audiovisual, somos mala gente», advirtió Carlos Bassas). Si sale adelante los exteriores se rodarán en San Francisco de Bilbao y los interiores en Pamplona, gracias a las ventajas fiscales que existen en Navarra. De todos modos, dijo que no quiere ilusionarse demasiado porque una producción como esta necesita muchos millones de euros y nunca se sabe; contó que su hijo le pregunta todos los días por el proyecto porque está convencido de que gracias a él serán millonarios y ya no necesitará estudiar ni trabajar.

Ficha:

 

 

La mirada de la tortuga

Jon Arretxe.

Traducción de Cristina Fernández Blanco

Erein, 2022

ISBN: 978-84-9109-807-2

208 páginas, 135 x 205 mm, tapa blanda

 

Sinopsis:

Podría ser la calle San Francisco de Bilbao, pero se trata del barrio madrileño de Lavapiés. Allá, en una corrala, vive nuestro detective Touré, tras huir de un pequeño pueblo del Pirineo navarro y deambular un tiempo por París.

En el parque del Retiro, pensando que se trata de un lugar seguro, ha escondido un montón de joyas robadas en la capital francesa, pero han desaparecido. En el escondrijo, en lugar de las joyas, alguien ha dejado una pequeña tortuga con una misteriosa inscripción. Esa es la única pista con la que contará Touré para resolver el misterio.

Nuestro detective no estará solo en esta investigación, Sa Kené, su amiga y amante de San Francisco, será su compañera en esta búsqueda, plagada de obstáculos y peligros.

Con su habitual escritura ágil y dinámica, en esta octava entrega, Arretxe recupera el humor de los inicios de la saga. Por otra parte, y más allá del relato policial, el autor insiste en la denuncia de la dramática situación en la que viven los marginados sociales.

 

©Artículo: Miguel Izu, 2022.

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