Oda heroica

YANET ACOSTA|Madrid

Oda heroica

El pájaro se desequilibra en el alambre de la red que separa el camping del campo. El lagarto saca la cabeza y busca el olor dulce del chocolate que sostienen mis manos. Las hormigas acechan y los caballos pasean obedientes. “Es tan importante tenerlo bien cogido como darle la patada”.

Tintinean los platos en la Volkswagen. Él, bigote blanco y boina. Ella, mechón blanco en pelo negro. Él saca el cucharón. Ella despliega la mesa y pone el mantel. Él remueve la sopa y coloca el caldero en el medio de la mesa, delante del furgón bien equipado para un viaje en el que lleva todo lo necesario. Un viaje donde los sobresaltos solo son irregularidades del terreno. En el que ni se intuye lo inesperado. Un viaje acordado para el disfrute obligado en un mundo en el que lo único desconocido son unas cuantas frases que componen un idioma. Corta la carne con el cuchillo y comenta el libro leído mientras cae la tarde al lado del furgón bien calzado. Ella mastica y asiente. Solo lee el libro con más número de páginas para aplazar lo máximo posible la decisión de cuál vendrá después.

Los cascos cuelgan del manillar de la Vespa que llevan en la furgoneta. Una huida sin destino.

El pájaro se acerca. La avispa chupa las últimas gotas de mi copa y una hormiga me pica el culo. Siento el cosquilleo y dejo que explore mi trasero. Ese que solo miro cuando encuentro un baño con espejo.

Las ramas del árbol cortadas como estacas indiferentes al tronco.

Una pareja de tíos montan su tienda y follan en silencio con perfumes de la ciudad cercana de la que se alejan para volver mañana.

La vaca muge y hace sonar el cencerro.

La boina cae sobre la nariz del alemán mientras come.

La mujer estornuda y las hamacas se mecen solas entre los troncos por los que pasean dos perros atados a la mano de su dueño. Sacan la lengua para lamer el suelo que es tierra que el viento levanta en polvareda. Lento, el fuego calienta el agua que cocerá pasta. Los pájaros se despiden del día con sus últimos píos, pero en mis oídos solo encuentro el pitido agudo, el mismo que me persigue allá donde vaya desde que la mirada cayó por influjo de la arruga.

Las tripas se remueven y camino del baño un arcón congelador, microondas, nevera, mesas, sillas y furgoneta alquilada. Lo necesario para estar en un camping en el que los yonquis que lloran buscan recuperarse para mirar a los ojos a sus hijos. Pero los yonquis nunca dejan de serlo, los atormentados tampoco.

Me vacío en el váter pero el malestar sigue como calambre en mi bajo vientre. ¿Serán los ovarios? Qué poco sabemos de nosotros mismos.

24 hamburguesas se descongelan al último rayo de sol de la tarde. Apiladas, planas, rosadas. Entre plásticos. Las sillas y las mesas de camping. Quechua escrito en los plásticos que nos acercan a la vida al aire libre. En el camping.

Me tiro sobre la tierra y la pinilla me pincha el pecho. Pinilla, ¿se decía así, abuela? Esas hojas picudas tostadas por el sol que amontonabas para ganarte la vida y sobrevivir con tus tres hijos. Sola. Sin marido. Sin pasión. Sin compasión. Esa profesión olvidada que solo servía para que las manillas de plátanos fueran acolchadas entre mantas hasta el puerto de Rotterdam. Ay, abuela, no haber sido manilla para escapar en aquel barco.

El árbol está torcido. Lo acabo de descubrir aunque llevo dos días aquí. El tronco juega a un equilibrio imposible y las ramas se balancean. ¿Cuántos se habrán dado cuenta de su singularidad en el bosque de troncos y copas?

El carrito del bebé cruza el camino de tierra. Un paseo en círculo. Un camino sin ida ni vuelta.

Las tripas rugen y lloran por tanto alcohol soportado y tanta mierda ingerida.

La alemana echa el respaldo de la silla hacia atrás. El alemán alza la copa. Y en mis sueños, la peste del fin de esta Humanidad: Buscamos refugio en los baños de las casas. Las calles llenas de sangre y los cuerpos amontonados a los que alguien prende fuego. Una rueda de prensa del portavoz del Gobierno desde el baño. Pero no es el suyo. Es el mío y yo estoy sentada en el inodoro. El atiende a los medios desde la puerta. La cierra con violencia y se queda dentro, pero yo ya me he ido en sangre.

La boca reseca y la lengua herida. Quizás aún pueda aliviar el dolor, pero solo es aire que aprisiona. Vuelvo al cuarto de baño y miro con miedo si queda algún rastro de sangre, pero solo fue un sueño.

El sol sigue su curso y ya solo ilumina unos troncos de los árboles cuyas copas están a oscuras.

El fondo de mi copa se ha llenado de mosquitos y yo huelo mal. Cojo el jabón y el estropajo. Paso delante de los yonquis sentados en su mesa desplegada. Oyen un partido de fútbol a través de un viejo aparato de radio, pero mi paso, aunque vaya cabizbaja, les parece más llamativo. ¿O es el resto de alcohol de la copa que voy a fregar?

Acelero el paso y siento rubor por lo prohibido. ¿Seré alcohólica? ¿Lo seré? ¿Lo soy?

El alemán enciende un puro y agota el vino Pajarete de Málaga. La mujer se tumba y el sapo arrastra sus patas traseras sobre una plataforma de cemento. Medio kilo de peso bajo una piel oscura y rugosa. Hoy no se ve la luna. Vuelvo al baño. El otro es un espejo. Sonrío entre el miedo y el infierno.

El alemán ronca en la tienda acoplada sobre su furgoneta bien equipada.

Saco la pasta cocida del caldero y la reparto, pero no hay suficiente.


Yanet Acosta, escritora, periodista y docente. Autora de las novelas El Chef ha muerto (2011) y No hay trabajo bueno (2013)  y del libro de relatos Noches sin sexo (2014). Ha colaborado en la redacción del libro de Paco Roncero, Correr, cocinar y ser feliz publicado en 2014 por Ediciones B y premiado con el Gourmand World Cookbook Award en la modalidad de “Mejor libro de Salud y Nutrición”. También colaboró en la redacción de la última edición de El Mundo del Vino de Larousse (2013). Además, es autora del ensayo Historia de la Información Agraria en España (2009) y del catálogo artístico Del bodegón al porn food. Imágenes de los fotógrafos de la cocina actual en España (2011).

Ha sido columnista de la Cadena Ser, en la sección Tinta de Calamar, y ha colaborado con los periódicos El Mundo, El País y Público, así como con las revistas nacionales Sobremesa, Spain Gourmetour, Distribución y Consumo y El Gastronómico y las internacionales Status (Brasil) y Mundo Gastronómico (México).

Licenciada en Periodismo y Doctora en Historia de la Prensa por la Universidad Complutense de Madrid. Además, cuenta con la especialización en Redes Sociales por la Columbia University de Nueva York.

Gestiona el blog El chef ha muerto sobre literatura y gastronomía y es coordinadora y fundadora del fanzine gastronómico enCrudo

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