«Extrañas en un tren», sección creada por Pilar García: Mujer invisible
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MUJER INVISIBLE.
por MARIA ZARAGOZA
Comprobó de nuevo que habían quedado perfectos y sonrió por primera vez desde que la crisis se los llevara. Se había preguntado a menudo por qué ella sobrevivió y no otro. Su marido, por ejemplo, que era fuerte, o su hija mayor que tenía la ilusión de ir a aquel viaje de fin de curso que no iban a poder pagar.
No les dijeron nada a los niños cuando pactaron, su marido y ella, morir juntos durante la cena. Habían cerrado todo bien en ese piso del que los iban a echar. Habían puesto en la comida todos los somníferos para que no notasen nada. Habían abierto el gas. Bea, Julio y Marcos llevaban los uniformes de ese colegio concertado al que nunca más irían. Su marido se había puesto la corbata morada de las grandes ocasiones y ella el vestido de flores que tanto le gustaba a su hija, aunque no era verano. Los recordaba cenando y después la oscuridad en la que se debería haber disuelto. Pero no fue así.
Llegaron las luces y los enfermeros y un hospital desde el que, al salir, no tendría a dónde volver. Querría pensar que la salvaron para que pudiera completar la perfecta cena de muerte que, de nuevo, esta vez sí, se celebrará.
Cuando era pequeña, su padre le enseñó a ser taxidermista, que era su oficio, y cuando se quedó sola, al único lugar al que se le ocurrió ir fue al taller de su padre, a las afueras, sin vecinos, milagrosamente en pie a pesar del tiempo que hacía que nadie lo utilizaba. Recordaba cómo hacerlo. Para ella había sido un juego rellenar los zorros de muelles y paja, colocar los ojos de cristal en las aves, tan parecidos a los reales. Ya nadie disecaba a sus animales muertos.
Al convertir el taller en su nuevo hogar, el plan llegó enseguida. En su mente era imposible, pero tenía todo el tiempo del mundo. El tiempo juega a favor de aquellos que no tienen nada que perder.
Empezó limpiando las escaleras del banco, pero era la mejor, muy discreta, y cuando se enteró de que el director de la sucursal necesitaba una criada que ayudase a su mujer embarazada, fue sencillo que la contratase. Se convirtió en la mujer a recomendar y pagar en negro. Muy pronto también en la mujer que se disfrazaba porque ya no podía parar y tenía que ser otra para algunas misiones, como enrollarse con el portero del edificio de la ministra de economía y averiguar dónde guardaba las llaves.
Coleccionó sus nombres, sus manías, sus rutinas: el director de la sucursal, el presidente del banco, el director de la compañía que recortó plantilla y despidió a su marido, el ministro de empleo, la ministra de economía. A cada uno de ellos le quitó algo: un hijo a los dos primeros, una hija al tercero, su esposa, su marido. Fue sencillo porque resultaba invisible a sus ojos. Después, en el taller de taxidermia, se puso a trabajar hasta que consiguió recrear aquella cena fallida. Les puso las ropas correctas, los uniformes, la corbata, el vestido de flores, y los dejó allí, fingiendo que cenaban, con sus ojos de cristal: perfectos. Se dijo que, a pesar de los años que habían pasado, por fin estaba lista para su nueva vida. Había cerrado una etapa, había pasado página con justicia. Se alejó del pasado, de la ciudad, del país, antes de que el sin techo al que había pagado por ello, llamase a la policía y denunciara a la mujer invisible que una vez había sido.
María Zaragoza (1982)
Es becaria de la tercera promoción de la Fundación Antonio Gala, donde actualmente trabaja como tutora de literatura. En 2013 asistió al director mexicano Joaquín Loustaunau en la adaptación al cine de su relato Realidades de humo (publicado en el libro del mismo nombre) que se estrenó en 2014 y fue premiada en el festival internacional de Pozos.
Autora del libro de relatos Ensayos sobre un personaje incompleto (Tau 2000), la autoficción Amores que matan (Premio Psyco-Tau de novela de terror, Tau 2001), la colección de novelas cortas Realidades de humo (Belacqva, la otra orilla 2007), el cómic Cuna de cuervos junto al dibujante Didac Pla (Parramón 2009), el libro de prosa poética Diario imaginario de la mujer tigre (Cazador de ratas editorial, 2015) y las novelas Tiempos gemelos (Belcqva, la otra orilla, 2008), Dicen que estás muerta (Premio Ateneo joven de Sevilla 2010, Algaida), Los alemanes se vuelan la cabeza por amor (Premio Ateneo Ciudad de Valladolid 2011, Algaida) y Avenida de la Luz (Minotauro, 2015). Ha participado en numerosas antologías con sus relatos, entre ellas Némesis (Sportula 2012), Última temporada (Lengua de Trapo 2013) Antes de Akasa-Puspa (Sportula 2015) y Las Noches de Clairmont (Imagine, colección Hijos de Mary Shelley, 2016). Ha sido traducida en Brasil, así como al italiano y al inglés.
©Maria Zaragoza
©Solo Novela Negra
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