LOS MIÉRCOLES SALVAJES de Susana Hernández, BAJO LA DOBLE LUPA DE…
LOS MIÉRCOLES SALVAJES
BAJO LA DOBLE LUPA DE…
Teresa Suárez y Manu López Marañón
RESEÑA DE MANU
A pesar de su juventud esta escritora nacida en Barcelona ha publicado ya siete novelas entre las que destaco Cuentas pendientes y Males decisions (con las que ganó, respectivamente, el premio a la mejor novela negra en el Festival Cubelles Noir en 2016 y a la mejor novela negra, en catalán, del mismo certamen en 2018). Con esta octava novela –Los miércoles salvajes– Susana Hernández reincide en un género que parece irle como anillo al dedo.
En La escapada, última gran obra de Gonzalo Hidalgo Bayal, se lee una afirmación sobre el cine negro que yo, con su permiso, voy a adaptar a la literatura. Diría entonces, siguiendo a Hidalgo Bayal, que las novelas negras que empiezan con un muerto son comerciales, juegos de artificio policial: y que por eso abundan. Y que como no pueden permanecer invariables y aplicar siempre un único y mismo patrón, cada vez resultan más complejas, más absurdas, más insoportables.
Evitando marearnos con otro crimen creativo más, Susana Hernández elige al amor como columna vertebral de Los miércoles salvajes. Y la verdad es que todos salimos ganando.
Porque la protagonista de esta novela, Sam (de Samanta) vive y sufre con plenitud –en 200 ajustadas páginas– tres intensos amores. Utilizando flash-backs se desarrolla el primero, el intensamente juvenil de Sam hacia Néstor, joven y guapo músico que se presenta en la casa de la chica, en el barrio Ciudad Meridiana. La segunda historia está centrada en Hugo Martí, para Sam «su mejor amigo», al que «ama como un hermano»; él, sin embargo, desea con esperanzas a nuestra protagonista, a quien conoce desde niña. Desplazado por Néstor y más tarde por Asier, Hugo no deja de proteger y ayudar a Sam con el ensueño de que así acabe rindiéndose a su perseverante empeño: todavía se utiliza algún flash-back, pero para desarrollar la relación entre los dos personajes de mayor calado en Los miércoles salvajes, predomina más el tiempo presente. Retirado de la competición Néstor (víctima de una salvaje paliza que lo tiene recluido en una clínica), el tercer e imprevisto amor de Sam va dirigido a Asier Menéndez, un treintañero subdirector del departamento de propiedad intelectual y patentes de los laboratorios Heinch de Barcelona.
Este atractivo directivo que tiene en la pintura su gran afición resulta esencial en la trama de espionaje industrial que articula Los miércoles salvajes, una trama centrada en hacerse con la fórmula del Axfin, producto farmacéutico destinado a curar el alzhéimer.
Sam (en colaboración con la empresa de Seguridad de Hugo), pese a haberse enamorado de Asier, lo traiciona haciéndose con su tarjeta de identificación. Así puede entrar en Heinch para robar la fórmula del medicamento, iniciándose una sucesión frenética de acontecimientos bien gobernados por Susana Hernández, que demuestra tener oficio. Sobresalen ahora malos malísimos como los portugueses Joao y María, contrabandistas de fármacos y curtidos competidores por hacerse con la fórmula del Axfin; gánsteres torpes pero sanguinarios como Isaac –hermano de Hugo– y Said; violaciones, persecuciones, angustiosos pasos de frontera y las inevitables muertes (numerosas y no siempre justas) que no terminan por desfondar la acción porque, al contrario de lo que perjudica a tanto aficionado, a Susana Hernández no se le va la mano atando cabos.
La escritora se apiada de sus lectores y acaba por regalar un final feliz a su personaje estelar –¡y bien que lo merece! –. Como dijo De Quincey, en el fondo todos deseamos que triunfe el criminal, porque el criminal, incluso en su versión más cínica, se enfrenta a la ley y a los poderes establecidos.
Para modular su voz narradora la autora se reserva un papel de perfil bajo (así decide participar en Los miércoles salvajes), secundario, a veces casi transparente. Sale también airosa de la subtrama africana, a la que no entrecruza con la principal. Presentando los perniciosos efectos que sobre una familia pobre de James Town –suburbio de la capital de Ghana– ocasionan las medicaciones de contrabando, ejemplifica de efectiva forma este nauseabundo y denunciable tráfico:
«La gentuza que trafica con medicamentos son escoria pura. Copian medicamentos sin importarles lo más mínimo si la composición es la correcta o si realmente van a sanar a alguien, o al contrario les da igual».
Para, más tarde, poner un rayo de esperanza:
«Las farmacéuticos usan métodos poco éticos. Métodos ilegales. Pero no olvides que los avances en medicina y bioquímica son también cosa de la industria farmacéutica. La liberación de patentes de los retrovirales, por ejemplo, ha salvado muchas vidas en África. Millones de personas se han beneficiado de esta medida».
Distinguía Thomas Wolfe entre novelistas que son putters in y novelistas que son takers out. Traduciéndolo vendría a significar que hay dos maneras de componer una novela: ir añadiendo todo lo que en ella no sobre o ir quitando todo lo que en ella no sea indispensable. Entre esos dos modos de composición, la virtud primordial del primero es la complejidad, y es este el más frecuente en literatura moderna. Las virtudes del segundo modo de composición son sobre todo la simplicidad y la precisión, y es este el más clásico, el modo en que se ha escrito literatura durante siglos. Averigüen leyendo Los miércoles salvajes a qué grupo pertenece Susana Hernández.
RESEÑA DE TERESA
En Barcelona, Samanta trabaja como escolta privada en la agencia de seguridad de Hugo, su amigo de la infancia. Necesitada de dinero para procurarle un tratamiento experimental a su novio, que padece una grave lesión medular desde hace doce años, recurre a su jefe y este le propone un asunto, muy bien pagado, que la introduce de lleno en el mundo del espionaje industrial.
Desde Oporto, dos hermanos portugueses, Maria y Joao, controlan la fabricación de medicamentos adulterados y su distribución por medio mundo.
En las chabolas de Accra, en Ghana, Sirhan y Lewa luchan por conseguir medicinas que traten la diabetes que padece su madre.
Sobre la forma…
No es esta una novela de acción trepidante. Afiliada a una estructura sencilla, los capítulos breves, las frases cortas, la racanería en el uso de adjetivos y las pocas páginas, conforman un estilo conciso que persigue con insistencia un ritmo que se le escapa.
La presentación de los capítulos como si de pistas de un disco se tratara, para cuyos títulos, en ocasiones, recurre a canciones que forman parte de nuestra memoria colectiva (María la portuguesa del maravilloso Carlos Cano o Las chicas solo quieren divertirse, Girls Just Want to Have Fun, de Cyndi Lauper), junto con otras menos conocidas, constituyen un guiño que a los amantes de la música inmediatamente nos hace simpática la novela. Pero no es suficiente.
Sobre el contenido…
Comenzar diciendo que hasta a mí, tan contraria a las etiquetas, me sorprende que en vez de publicitarla como denuncia o crítica social, Los miércoles salvajes se encuadre dentro del género negro.
Si son de los que «aman los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón», ésta no es su novela. La falta de profundidad en relaciones y sentimientos se sustituye por la descripción de situaciones en las que la pobreza, y sobre todo la enfermedad, buscan con insistencia la lágrima fácil y la identificación instantánea del lector con la trama.
Una madre con diabetes que no se puede costear los medicamentos y otra muerta de sida cuando su hija tenía siete años, una mafiosa con una discapacidad física o un novio tetrapléjico, son personajes que no dejan de recordarme a las revistas que las ONGs envían a sus afiliados para despertar conciencias y mover a la acción.
En mi caso no consigue ninguna de las dos cosas.
Es la primera novela de Susana Hernández a la que me enfrento y siento decir que no me ha enganchado.
Dado que la mayoría de las reseñas que he leído (incluida la de mi compañero de La Doble Lupa) coinciden en ensalzar las cualidades de Los miércoles salvajes, ante la falta de emoción que me asola tras su lectura contemplo la posibilidad de que la culpa sea mía y no de la autora.
Pero me aburren las novelas que se centran en el delito como acto colectivo. Las que hablan de grandes conspiraciones en las que una o dos personas se enfrentan a un enemigo gigantesco, encarnado en el conjunto de la sociedad, grupos políticos clandestinos o grandes corporaciones financieras a las que, merced a un millonario departamento jurídico, es prácticamente imposible imputarles ni una leve multa de tráfico. Delincuentes sin rostro cuya responsabilidad en el fraude, sea del tipo que sea, se diluye entre empresas fantasmas, consejos de administración, subcontrataciones, vericuetos legales y paraísos fiscales.
Me aburre la temática sobre el espionaje industrial, los desmanes de las empresas farmacéuticas, vamos sobre cualquier multinacional sin escrúpulos que viven por y para el beneficio económico actuando como apisonadoras sobre vidas y haciendas ajenas.
Me aburren mucho, es la verdad, y no ayuda a paliar esa falta de interés el hecho de que la estafa esté relacionada con medicamentos adulterados y el delito sea contra la salud de las personas.
Por eso me cuesta comulgar con esta historia.
Además, por mucho que la autora me lo explique, no me creo el castigo físico y emocional, «momento Nescafé» incluido (un sueldo para toda la vida), que la protagonista, con veinte años recién cumplidos, se impone a sí misma por una persona a quien prácticamente acaba de conocer, aunque eso le suponga 12 años de esclavitud.
Así las cosas, es normal que cuando conoce a uno medio decente, y en pleno uso de sus facultades físicas, la pobre Samanta se agarre a él como una lapa y sustituya los desahogos esporádicos, que acaban agotando por la necesidad de salir a su encuentro, por un día fijo a la semana, los miércoles a la sombra, para entregarse al fornicio sobre la dura tarima del estudio o donde haga falta.
La relación de la protagonista con el Adonis de las patentes, que sueña con abandonarlo todo y dedicarse a pintar mientras, de paso, adquiere conciencia y deja el «bando de los cabrones desalmados», los grandes laboratorios farmacéuticos, para pasarse al de las personas, es un auténtico folletín rosa tipo Corín Tellado, solo que mientras que la gran dama de la novela romántica, mucho más pacata como correspondía a la época, describía la pasión sin escenas de sexo, Susana Hernández describe escenas de sexo que no logran insuflar pasión alguna.
Los desalmados traficantes de medicamentos, que tienden sus redes en los países más pobres y desfavorecidos, no consiguen que mi conciencia, normalmente tan propensa a la adhesión de las causas justas, despierte de su letargo.
Además, siento que el argumento, centrado en la pobreza, invalidez o enfermedad, me chantajea para que la novela me guste sí o sí. ¿Qué desalmada podría renegar de un texto que denuncia abusos, explotación y trato inhumano en los países del Tercer Mundo? ¿Cómo no pronunciarte en contra de las diferencias Norte-Sur?
La sobreexposición de tanta injusticia junta parece buscar cambios en las leyes y en las políticas públicas más que el entretenimiento puro y duro.
Para colmo en la página 128 (la novela tiene doscientas diez) adivino quien estaba detrás de la paliza a Néstor, algo que, lo confieso, no influyó en mi opinión de la novela porque ya había perdido el interés varias páginas antes.
Puede que si hubiera leído Los miércoles salvajes en otro momento la novela me hubiera afectado de otra manera. Puede.
Pero la he leído ahora y debo admitir que en mi desapego hacia ella ha influido (bastante, me temo) que mis lecturas anteriores, una por su originalidad, profundidad de los personajes y prosa excepcional, y la otra por su capacidad de entretener y trasladarte al violento mundo que describe, habían dejado el listón muy alto.
Como tengo claro que una sola nota discordante puede chirriar pero no desmerece el conjunto de la sinfonía, son ustedes quienes deben decidir si leen la novela o no.
Para terminar, incidiendo en la denuncia de las desigualdades que, dependiendo del lugar donde hayas tenido la suerte de nacer, existen entre los seres humanos, la banda sonora a esta novela la pone Tierra baldía de Revolver perteneciente al disco Sur.
Que lo disfruten.
ENTREVISTA CON SUSANA HERNÁNDEZ
PREGUNTA MANU:
- Su novela tiene un estilo lleno de fuerza del que no queda fuera ni la simplicidad ni la precisión. ¿Podría decirme cómo ha llegado a él?; ¿querría explicar cómo consigue que su narración fluya con tanta naturalidad?
Bueno, el estilo es una cuestión extraña, que cambia con el tiempo. Hace bastante que logré mi propia voz, para bien o para mal, pero eso no significa que no intente depurar el estilo en cada novela. De hecho, ese es el objetivo, escribir con las palabras justas. Siempre he admirado ese tipo de escritura limpia y precisa, libre de florituras que parece fácil aunque no lo sea. Autores como Baroja, por ejemplo.
- En Los miércoles salvajes, y en consonancia con el estilo elegido, desecha por completo una voz narradora en exceso protagonista. Al contrario, y como los buenos árbitros de fútbol, el autor pasa por sus páginas casi desapercibido, dejando que los personajes actúen. ¿Tenía claro esto, o su papel secundario como autora fue perfilándose a medida que escribía la novela?
El narrador cumple su función, no es un personaje, a no ser que sea en primera persona, ni es el autor, es un vehículo para contar la historia y así debía ser en este caso. Lo tenía claro.
- Hay dos tramas principales en Los miércoles salvajes, la que se desarrolla en la península ibérica (Oporto y Barcelona principalmente) y la que tiene lugar en Accra, capital de Ghana. Las ambientaciones de ambas son impecables, pero tiene más mérito la africana: cuesta creer que para ella se haya bastado con información recogida en Internet, que no haya conocido personalmente James Town, ese infierno a ras de Tierra donde Lewa y Silham se emplean a fondo para evitar que su madre muera de diabetes. Satisfaga mi curiosidad: ¿Viajo a Ghana para documentarse? Otra cuestión, esta relativa a ambas historias: ¿Tenía previsto, desde un principio, no entrecruzarlas?
Me habría encantado viajar a Ghana, y espero hacerlo alguna vez. La labor de documentación fue ardua y a la vez gratificante. Hablé con gente que conoce el país. Me alegro que la ambientación de Accra esté lograda, era una de mis obsesiones. En cuanto a la trama africana, sí tenía previsto no entrecruzarla con las otras dos desde el principio, no habría tenido mucha lógica, pero una es claramente consecuencia de lo otro.
- Su novela aporta valiosa información sobre el tráfico ilegal de medicamentos y para ejemplificar sus efectos escoge a esa pobre familia de Accra. Aunque al final deja algún resquicio para la esperanza, lo cierto es que la realidad en esos países tercermundistas dejados de la mano de Trump resulta aterradora. ¿Ha exagerado para hacer narrativamente más eficaz su trama africana o realmente hoy en día la situación allí es como se refleja en Los miércoles salvajes?
La acción se sitúa en 2012, pero en cualquier caso, al contrario. He sido más bien generosa. La situación es mucho más preocupante.
- No es Susana Hernández el primer escritor de mérito que opta, en poco tiempo, por ofrecer sus obras a distintas editoriales. La casa roja (2005) la publica con Literaturas Com Libros; La puta que leía a Jack Kerouac (2007) con Lesrain; Curvas peligrosas (2010) con Odisea editorial, y Contra las cuerdas (2012), Cuentas pendientes (2015) y Males decisions (2017) las edita Alrevés. Cuando parece que por fin ahí ha encontrado su lugar bajo el sol, sorprende publicando con Editorial Milenio Los miércoles salvajes. Pensando en los escritores que estamos moviendo nuestros manuscritos, le pido, por favor, colaboración en estas respuestas porque pueden ayudarnos. Respecto al motivo de esa incesante búsqueda de editorial para sus novelas, ¿pretende más un beneficio económico que esté a la altura de su talento, o, por el contrario, lo que le mueve es encontrar una mejor distribución, una mayor atención por parte de su editor y –en definitiva– la visibilidad idónea para su obra? Por otra parte, ¿cómo se explica que tras tres novelas con Alrevés, editorial de Barcelona que busca buena distribución para sus autores por todo el Estado, cómo se explica que haya preferido a esta nueva editorial ilerdense para lanzar al mercado una novela como Los miércoles salvajes?
Hombre, yo trato de vivir de la cultura, no diré de la escritura que es muy complicado, pero sí de otros trabajos relacionados como impartir talleres, seminarios, tutorizaciones, etc. Naturalmente que busco un beneficio económico, pero no es el único aspecto relevante. Se tienen que dar una serie de condiciones para publicar una novela. La idea del autor que vive atado a una editorial toda su carrera es muy romántica, pero poco realista. Cada proyecto es diferente, a veces las cosas van en una dirección y a veces en otras. Con Alrevés no hay ningún problema, al contrario. En enero publicaré una novela en catalán con ellos. Es una editorial que considero y siempre consideraré, mi casa. En cuanto a Editorial Milenio no es un sello nuevo en absoluto, publican desde 1996. Otra cosa es que la colección de novela negra en castellano sea relativamente reciente.
- Me gustaría ahora conocer sus proyectos más inmediatos. ¿Está entre sus planes recuperar a la subinspectora de policía motera y lesbiana Rebeca Santana (elegida mejor personaje de novela negra y policial 2012 en los Premios LeeMisterio) que protagonizó Curvas peligrosas, Contra las cuerdas y Cuentas pendientes?
Sí, algún día de estos. No me corre mucha prisa, la verdad, pero lo haré tarde o temprano. Le tengo un enorme cariño a Santana y me ha dado muchas alegrías, pero acabé un poco saturada después de escribir tres novelas seguidas con los mismos personajes. Cuando me vuelva a sentar a escribir sobre ella, y sobre Vázquez y Malena, será porque tengo algo que contar. Odiaría escribir novelas por inercia. Santana no se lo merece y los lectores tampoco. Últimamente me preguntan mucho por ella y por el regreso de la serie, y eso es bonito. Lo agradezco mucho.
PREGUNTA TERESA:
- Mientras que la mayoría de las reseñas que he leído coinciden en alabar Los miércoles salvajes, a mí no me ha entusiasmado ¿qué se me ha escapado de su novela?
No creo que se le haya escapado nada, cada persona lee un libro distinto. Es cierto que las opiniones en general son muy buenas, pero está claro que habrá lectores a los que no les guste o no les llegue la historia. Es normal.
- Me lo pregunto en la reseña y me gustaría que me respondiera ¿la decisión de encuadrar esta novela en el género negro es suya o responde a una estrategia de la editorial?
No es una decisión de nadie. Le pasé el manuscrito al director de una colección de novela negra y él tuvo claro que quería publicar la novela. Creo que es de largo la novela más negra que he escrito.
- Mafioso y mafiosa, trabajadora y jefe, amiga y amigo, matrimonio heterosexual… El elenco de Los miércoles salvajes es bastante paritario. ¿Es casualidad o se trata de algo premeditado?
Es casual. Tengo personajes de todos los tipos y orientaciones sexuales. No es algo que me preocupe. En “Los miércoles salvajes” son heterosexuales, pero no hay una paridad. Hay hermanos, un matrimonio y un triángulo amoroso.
- En su novela la música ocupa un lugar importante, algo que, junto con los gustos culinarios o la cultura de vinos, se ha convertido en ingrediente habitual en las novelas negras, policiacas o thrillers, ¿a qué piensa que se debe? ¿No cree que el abuso de esos elementos, en ocasiones en detrimento de la acción o la investigación criminal, puede llegar a cansar a los lectores que se acercan a este tipo de novelas buscando emociones fuertes y misterios que desentrañar?
Tampoco creo que sea para tanto. Se mencionan algunas canciones, En todo caso, música aparte, esta no es una novela de investigación criminal. Para el lector que busque ese tipo de historias, quizás esta no sea la novela adecuada.
- En Los miércoles salvajes hay tráfico de medicamentos, discapacidad física, enfermedades, niños que asumen el rol de cuidadores en el hogar… Parece una campaña de Cruz Roja o Médicos sin Fronteras, ¿no le parece demasiado para una novela de entretenimiento? ¿No cree que para denunciar este tipo de situaciones es más oportuno el ensayo, el artículo de investigación periodística o el documental?
Sería totalmente incapaz de escribir un ensayo y menos de un tema como este. Me interesa la ficción. Creo que la novela negra debe combinar entretenimiento con crítica social, siempre lo he dicho. Es importante poner algunos temas sobre el tapete y el género negro me parece una herramienta perfecta para hablar de problemas sociales y de desigualdad. Para escribir sobre asesinos seriales siempre hay tiempo. Yo ya lo he hice en su momento, y no me apetece reincidir.
- ¿El aumento de autoras que publican puede, y debe, cambiar las reglas del género negro y policiaco? ¿Qué están aportando las mujeres a este género, tradicionalmente masculino?
Eso espero, que cambien las reglas. Ya sería hora. Para empezar podemos cambiar la canción: ¿Qué aportan los hombres a un género en el que cada vez despuntan más autoras?
Reseñas y Entrevista: ©Teresa Suárez y Manu López Marañón, 2019.
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