LINEA CONTINUA –

Hay días que uno no debería levantarse de la cama. Y no lo digo por la monumental resaca que tenía tras las dos botellas de Don Simón que a falta de algo mejor me había metido para el cuerpo la noche anterior, sino porque nadie en su sano juicio debería salir de la cama el día que la muerte te está esperando a la salida de tu casa.

Pero yo, ignorante de tal circunstancia, me levanté en busca de un ibuprofeno que calmase mi insoportable dolor de cabeza. Pero al incorporarme vi que, sobre el terrazo de la entrada, alguien había deslizado un sobre bajo la puerta. ¿Una carta? ¿En esta era digital?

Tras comprobar que el sobre venía en blanco, sin matasellos, sin dirección, sin remite, lo abrí con impaciencia para contemplar una foto, la foto. Porque aquella imagen era el resumen de mi vida: una línea discontinua raya-asfalto-raya-asfalto. El blanco de la coca, con la ausencia de vida entre una raya y otra.

Una línea discontinua que se interrumpía por el cuerpo de un hombre atravesado en ella, a esas horas en que la luz va desapareciendo y convierte los objetos en una imagen difusa en blanco y negro. Un cuerpo que sin duda reconocí como el mío.

Y ahora estoy aquí, tumbado en el suelo, esperando que en esta solitaria carretera, a la salida de la curva, un coche transforme mi electrocardiograma en una línea plana y continua.

© Texto. Pedro Santos – Todos los derechos reservados

© Publicacion.  Solo Novela Negra – Todos los derechos reservados

Visitas: 54