LAS COSAS COMO SON de Beatriz Osornio Morales
“Escribir lo que salga, lo que fluya de la mano trémula… escribir con firmeza de suicidio”
Ssh!… llevo noches, más bien traigo encima días y noches sin dormir, abarrotadas compuertas de insomnio en la espalda, hace, hago, hacemos tiempo que estoy sombrío a mi propio juicio. “No quiso hablar de sí mismo, no le gusta” Leo en el libro de mi mujer mientras ella da vuelta a la página: “El único juicio final es el de la espera” Debe serlo, al menos esperar a que la palabra diga las cosas como son, murmuro sin darme cuenta. ¿Qué? Pregunta Irma descansando el libro sobre las sábanas de la cama. –Nada, pensaba en voz alta. –Ah. Irma vuelve a levantar el libro.
Lo que me caga es tratar de decir con palabras las cosas, lo que son las palabras, luego viene el arrepentimiento y la urgencia de cambiar los hechos, de poner fin a la ortografía como poner fin a los vicios políticos del país, pura mierda. La corrupción, la mordida y las pretensiones de un sistema transparente, que lucha por arreglar el descontento social, eso, o algo más. O al menos arreglar asuntitos de familia.
La otra noche vino mi compadre Chucho, dijo que tenía un trato que hacer conmigo –Me quitaron el coche. Lo dejé estacionado en la avenida mientras compraba unas herramientas en lo de Don Tito, puse las intermitentes y pensé que sobraba tiempo para echarme un trago en la cantina de Doña Lucha. Cuando regresé, el coche ya no estaba. Los de la tienda de celulares de enfrente, dijeron que vino la grúa y se lo llevó. No me preocupe demasiado porque sé que tú, con una llamadita lo arreglas compadre. Aquí está el trato: Si me ayudas a sacar el carro, nos alistamos el pavo y una de Herencia, tu favorito, ¿qué dices compadre?
Inocentemente, y para no hacerla larga con los trámites burocráticos, llame al oficial principal de Tránsito, estamos acostumbrados a eso, nadie iba a sabotear mi puesto de Director de Asuntos Internos, no por eso. El dio la orden. Mi compadre ya estaba afuera esperando su coche, y sin más, todo quedó allí.
Desde entonces, hay algo que no me deja tranquilo, a pesar de que mi compadre se puso guapo con el tequila y la comadre se lució con el guajolote, y a pesar de que a Irma le hiciera gracia mi solidaridad de burócrata en situación de poder; -No esperaba menos de ti, era el compadre y a la familia no se le abandona en medio de los problemas, imagínate por todo lo que hubiera tenido que pasar, de no haber sido por ti… me haces sentir orgullosa. Luego me cubrió la cara de besos, pero algo, no sé qué sea, ni que fuera la primera vez que lo hago, y tampoco es la primera vez que me atormenta la necesidad del cambio, hay algo, algo que no me deja dormir.
Por si las dudas y sin decirle a Irma, que se las anda queriendo dar de psicóloga, le llame a una vieja amiga. Nos vimos en el bar, y después me invitó a su casa. Hablamos, fumamos, hablamos…Me recomendó escribir. – ¡Escribir!, ¿qué jodido quieres que escriba? –Lo que salga, deja que la mano se mueva y verás que acabas encontrando lo que buscas, a mí me ha funcionado. Me paso la mano por los hombros, deslizándola despacio, hasta desabrochar el primer botón de la camisa. –Verás que funciona. Muerde cariñosamente el lóbulo de mi oreja izquierda. – ¿Con que funciona, eh?…vamos a ver si es cierto, dije, y la jalé hacia el sillón donde yo estaba sentado, allí acabó la conversación, de la mejor forma.
Los siguientes días trate de escribir, pero como nunca escribo a cerca de mí, no me gusta, la tarea resultó imposible. Decidí volver a lo de mi amiga, otra vez, y otra vez pensando encontrar alguna clave para la escritura que será el cambio, un signo al menos. El único signo encontrado fue su cuerpo, siempre dispuesto, y disponible al olvido; su cuerpo era distinto al de todas las mujeres, al de todas las visitas anteriores. La historia se repitió, pero la realidad siempre gana. No hablo de mí, no me gusta, no escribo de mí mismo. Sin embargo, se necesita una respuesta, un cambio en la vida, es necesario decir las cosas como son, por eso, después de las primeras líneas escritas a medias, busque a mi compadre Jesús Barracuda, y le propuse que se encargara él de la escritura, al fin y al cabo, me debía una. Mi compadre, dueño de “Lavado y Encerado de Autos Chucho” siempre fue optimista, cree en el futuro, cree que todo problema tiene solución. Después de su observación: – ¡Cómo ha cambiado compadre! Sin ofender, quién diría que Rómulo Palacios, Director de Asuntos Internos necesitaría de este pobre ex mecánico, a veces alcohólico… debe ser el estrés que viene con la importancia del trabajo, pero déjemelo a mí y ya verá como todo se arregla. Enseguida se dispuso a la tarea. Y yo espero saber lo que resulta.
A los quince días se apareció en la casa y me entregó un folder con papeles, en el frente del folder se leía con letras mayúsculas. LAS COSAS COMO SON.
Texto: © Beatriz Osornio Morales, 2019.
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