Entrevista a LIV ZARETZKI directora de “EXTRAMUROS”


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ENTREVISTAS

Gustavo Eduardo Abrevaya | Buenos Aires| Corresponsal

 

Liv Zaretzky nace en 1986. Estudia Realización Documental en el Instituto de Arte Cinematográfico (IDAC).

Se inicia en el campo laboral en la Productora Blue, que cuenta en su Staff con directores como Pucho Mentasti y José Luis García.

Se desempeña de manera freelance en tareas de producción, cámara y edición para contenidos audiovisuales de diversa índole.

En 2014 conforma el colectivo de trabajo Machita, junto a Florencia Franco y Mayra Bottero.

En 2015 Machita estrena el documental  “La lluvia es también no verte” de Mayra Bottero, en el cual se desempeña como Asistente de dirección.

Liv forma parte de la Asociación de Documentalistas RDI.


 

En mi celda hay colgado un cinturón. Mi cinturón. La señal de partida. 

Por la noche me llevarán al Reich, al tribunal. 

El tiempo hambriento arranca los últimos bocados del pequeño trozo de mi vida. 

Cuatrocientos once días en Pankrác, que pasaron con una rapidez increíble. 

¿Cuántos me quedan todavía? ¿Dónde? ¿Y cómo? Seguramente ya no tendré ocasión de escribir. 

He aquí, pues, mi último testimonio. Un trozo de historia, del que soy, sin duda, el último testigo vivo…»

«… Siempre hemos contado con la muerte. Lo sabíamos: caer en manos de la Gestapo quiere decir el fin. 

Y aquí hemos hecho lo que hemos hecho de acuerdo con esa convicción. 

También mi juego se aproxima a su fin. No puedo describirlo. No lo conozco.

 

Ya no es un juego. Es la vida. Y en la vida no hay espectadores. El telón se levanta. 

Hombres: os he amado. ¡Estad alerta!…» 

 

Julius Fucik

Reportaje al pie del patíbulo


Entrevistamos a Liv Zaretzky, directora de EXTRAMUROS, documental basado en la vida de Miguel Molfino Gianetti, autor argentino de novela negra.  Y la razón es porque Liv, bautizada así por sus padres en homenaje a la gran actriz noruega, con lo que su destino parece haber estado marcado desde su nacimiento, elige para hacer este film al mismo autor que en el momento de haberle realizado la entrevista produjo un relato oral de enorme altura narrativa y densidad histórica. Si cabía alguna duda acerca de la importancia de la terrible historia vivida por Molfino, una amenaza de contenido nazi a su persona que fue difundida en estos días y vinculada al estreno de esta misma película, vino a corroborar que estamos hablando de una esencia de la historia argentina. Y, por extensión, de la historia humana. El horror no pierde oportunidad de mostrar sus dientes cuando se habla de quienes lucharon contra su hegemonía y sobrevivieron para contarlo.

El film tiene sensibilidad y humor para tratar un tema que angustia solo de mencionarlo. Y, mejor, lo trata con una concepción estética de muy alto vuelo que interroga a Theodor Adorno, cuando dijo que después de Auschwitz ya no se iba a poder hacer poesía. Subrayo la palabra “interroga”, porque no es una refutación, es un matiz que surge con naturalidad, porque aquí es claro que la poesía  está no sólo en las imágenes que el film entrega, sino que se la ve en la palabra de Molfino y en algunos poemas que él ha escrito pero, sobre todo, en una cita del checo Julius Fucik, autor de “Reportaje frente al patíbulo”, libro escrito como monólogo en la cárcel de Pankrác, estando bajo arresto de las tropas nazis. Es el testimonio de alguien que resistió a las torturas nazis y logró sacar de la cárcel su libro, hoja por hoja,  que sería publicado al finalizar la guerra.

En algo se parece Molfino a Fucik, y de esto se trata la película.

Liv es una muchacha entusiasta y muy gentil, me recibe con una enorme y juvenil sonrisa y con su beba Zoe en brazos, prendida a la teta. Será, se lo ve, un encuentro cotidiano y rebosante de ganas de vivir. Y su relato insiste en un punto, el del humor de Molfino, algo que, es notorio, a la hora de soportar la humillación, las torturas, la pérdida de seres amados por el sólo motivo de pensar, debió resultar crucial. Decía Primo Levi que para sobrevivir a la degradación del rasgo de humanidad que implicaba el campo de concentración, no alcanzaba con la buena fortuna, y daba una recomendación desconcertantemente sencilla: no perder los modales para comer. Un hábito mínimo en su dimensión, pero poderoso en en el trasfondo del lugar que el hombre amerita en la cultura. Entonces el humor, otro rasgo que sólo los humanos tenemos, y que puede desplomarse cuando se lidia con quien dispone de la vida del detenido, debe  continuar en pie. Esa es la lucha que supone que sólo se trata de seguir adelante, de que cada minuto cuenta. El represor rebaja al detenido a la condición de número, lo degrada, le aplasta la dignidad. Es un combate silencioso y pequeño, un levísimo acto de dignidad conservada más allá del terror y contra éste. Es recordar que aún de terminar muerto, lo que matan es un ser humano, nunca un dato administrativo, jamás un número.

Matan a alguien con un nombre.

De esto se trata. Ni más ni menos.

Si algo compartimos con la directora, es la admiración por nuestro común entrevistado.

Gustado Eduardo Abrevaya


¿Por qué elegiste a Molfino para hacer tu película? Un hombre que vive lejos, en el Chaco, lo que supone, además, dificultades en la producción.

Yo me tomaba el tren Sarmiento cuando volvía de estudiar en la escuela de cine de Avellaneda. En uno de esos largos viajes, de noche, leo en la revista Sudestada una nota que le hacían a Miguel, escritor a quien yo no conocía.

En esa nota él contaba que había empezado a escribir cuando tenía trece años porque su padre estaba muy enfermo y se le ocurrió que si escribía una novela, el padre iba a mantenerse con vida hasta que la novela llegara a su fin. Si no moría la escritura no moría el padre. También contaba que había estado preso durante la última dictadura y que en la cárcel había escrito una infinidad de textos que perdía en cada requisa. Al recuperar su libertad había pasado años tratando de reconstruir palabra por palabra lo que había perdido.

Esas dos imágenes me conmovieron profundamente. Me invadió el deseo por conocerlo, leerlo, saber más.

Me costó mucho encontrar algo para leer (esto fue anterior a la publicación de Monstruos Perfectos). Finalmente di con un libro de cuentos que me cautivó.

Empecé a investigar y todo lo que encontraba sobre él no hacía más que aumentar mis deseos de conocerlo. Le conté a Mayra Bottero, amiga y compañera de estudios, sobre Miguel y mi intención de hacer un documental. A los días recibo su llamado, quería que se hiciera la película y producirla.

Así, nos embarcamos en lo que inicialmente sería mi tesis de carrera. Viajamos a Resistencia (Chaco) para conocerlo y nos encontramos con una persona generosa, con mucho humor y una presencia que nos confirmó la voluntad de querer encarar el documental.

Imagino el clima emocional durante todo ese proceso

Fue todo fue muy largo. Mucho tiempo de investigación y escritura. En el medio, con Mayra y nuestras dos compañeras de trabajo (Florencia Franco y Gabriela Cueto), hicimos otra película. Pero ese tiempo transcurrido nos permitió forjar un vínculo de mucha intimidad con Miguel.

Esos años previos fueron de mucha incertidumbre. Miguel parece haber tenido mil vidas y me costó mucho encontrar el eje, en qué me quería enfocar para contar su historia. En varias oportunidades, sentí que no lo encontraba, que se me escurría. Fue fundamental su paciencia y predisposición. También el apoyo de mis compañeros de equipo y otros colegas que me ayudaron mucho en ese proceso.

Así como fueron años de trabajo previo, el rodaje fue corto. Una semana en el Chaco y otras dos en Buenos Aires. Y lo disfruté mucho, me sentía muy conectada a las situaciones y fluía naturalmente, fue muy placentero.

Molfino es un ejemplo paradigmático de los años setenta y de la influencia del guevarismo en Argentina. Y no sólo acá.  Uno podría decir que en todo el mundo, el Che dejó una marca poderosa, aunque ahora se lo vea más en remeras. ¿Como procesaste esa información? ¿Te aclaró o te modificó algo encarar esta producción?

De adolescente tenía una admiración muy profunda por los militantes setentistas. Los veía inalcanzables, perfectos. Eso me resultaba algo frustrante. Yo participaba de un centro barrial, tenía intenciones de generar un cambio social y me sentía completamente distanciada de lo que percibía como los verdaderos militantes. Me enamoré y enojé en varias oportunidades con esa figura del militante idealizado, congelada en el tiempo.

Creo que mi interés por Miguel viene de la necesidad de escuchar, de humanizar, de traer al presente a esas figuras que veía inalcanzables. Escuchar al sobreviviente después del paso del tiempo. El sobreviviente que carga con sus dolores, la posibilidad de mirar al pasado desde el presente y también sus convicciones.

A mí me trajo más preguntas que certezas, pero también una gran calma. No son conclusiones totalizantes las que me quedaron sino todo lo contrario. Pero me permitió aceptar las imperfecciones, contradicciones, como parte de todo lo que hacemos y somos los humanos. A pesar de todo eso, uno puede elegir comprometerse, tomar posición. No se puede transitar la vida siendo indiferente.

Contanos cómo fue el trabajo con el equipo.

Durante el rodaje el clima era muy distendido. Si bien se hablaba de temas muy duros, hay que remarcar que Miguel tiene mucho humor y eso era lo que imperaba fuera de cámara. Tanto fue así que necesité hacer una entrevista a solas con él, sólo estuvo presente un compañero a cargo de la cámara y el sonido. Quería otro tono para esa entrevista porque cuando estábamos con el equipo completo, Miguel no paraba de hacer chistes, nos divertíamos mucho.

Creo que esa dualidad se percibe en el documental y me gusta cómo funciona.

El montaje de la película fue un proceso muy placentero. Fue reescribirla con lo que el material nos había dado; Valeria Racioppi (montajista) con su sensibilidad encontraba nuevos significados.

Fue en ese proceso que se impuso el poder del testimonio. Hasta ese momento yo pensaba grabar algunas imágenes subjetivas a partir de lo que me habían generado las entrevistas y otras que partían de relatos de Miguel. Pero en el montaje apareció con mucha claridad la necesidad de ver y escuchar a los protagonistas. Estábamos contando la historia de los sobrevivientes y ahí estaba la potencia de la película. El lenguaje corporal también nos resultaba valioso, así que decidimos dejar esas otras imágenes de lado.

Fue una decisión difícil ya que teníamos una serie de imágenes planificadas para grabar y además sabemos del prejuicio alrededor de las películas testimoniales, las mal llamadas “cabezas parlantes”. En ese proceso para mí se convirtió en un gran referente Eduardo Coutinho.

Con Fernando Lorenzale (Director de Fotografía) grabamos una serie de imágenes en Barranqueras inspiradas en relatos de Miguel. Son imágenes oníricas, difusas.

En el montaje, con Valeria Racioppi, empezamos a probar esas imágenes con textos pensando en una voz en off y cuando los vimos escritos en pantalla nos dimos cuenta del hallazgo. Fue así que nacieron algunas secuencias con imágenes que ya teníamos registradas y otras que grabamos especialmente y que conviven con textos de Miguel sobreimpresos. En contraposición con la palabra oral del resto de la película en estas secuencias, lo sensorial juega de otra manera y la música de las palabras suena internamente como cuando leemos un libro. Al mismo tiempo con Valeria pensábamos sonidos, nos permitimos jugar hasta donde podíamos.

Paula Ramírez fue la encargada de potenciar esas ideas nacientes y crear desde el sonido y la música el clima que buscábamos.

Todo el proceso de post producción fue hermoso, ver cómo esas ideas rudimentarias toman forma (y se transforman) con el trabajo de cada área. Martín Lehmann fue el encargado del diseño gráfico y Laura Viviani de la corrección de color.

Para los lectores argentinos, esta película se podrá ver en la Plataforma de cine nacional Odeón.

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Trailer:

https://youtu.be/yIPQ9Q1XflM

Película completa

https://www.odeon.com.ar/INCAA/produccion/4003

Facebook

http://www.facebook.com/ExtramurosDocumental/      

FICHA TÉCNICA

Guión y Dirección: Liv Zaretzky

Producción: Mayra Bottero, Gabriela Cueto, Florencia Franco, LIv Zaretzky

Producción Ejecutiva: Mayra Bottero, Gabriela Cueto

Dirección de Fotografía: Fernando Lorenzal

Montaje: Valeria Racioppi

Sonido: Paula Ramirez

Música original: Paula Ramirez

Asistencia de Dirección: Florencia Franco

Diseño gráfico: Martín Lehman

Duración: 70 minutos

Visitas: 84

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