Entrevista a Enrique Llamas, por Laura Gomara
Enrique Llamas, autor de la novela ‘Los Caín’, es estrevistado por nuestra colaboradora, la también escritora Laura Gomara.
“La novela negra te enseña las tripas, los intestinos de una sociedad: lo que nadie quiere ver”
Enrique Llamas es uno de los nombres que suenan este año en los festivales de negra. Su primera novela, Los Caín, es puro country noir y nos cuenta la historia de un profesor recién licenciado, Héctor Cruz, al que destinan a un pueblo perdido de la Castilla de los años setenta. Por supuesto, allí todo el mundo esconde un secreto. Pero la trama no es lo único interesante del libro. El estilo de la novela se mueve entre la riqueza léxica de Delibes, los tintes de locura absurda de Álex de la Iglesia y el ambiente opresivo de Twin Peaks.
Me encuentro con su autor en la librería barcelonesa Laie, donde presentó hace unos días, y charlamos de libros, cotilleamos del mundillo y, por supuesto, hablamos de Los Caín.
- Primero de todo, háblanos del título. ¿Por qué Los Caín? ¿Querías explorar la maldad de la naturaleza humana?
El título es un homenaje a Ana María Matute y a la primera novela que publicó, «Los Abel», donde ella habla de la ruindad humana. Mi título surgió cuando ya estaba empezada la escritura de la novela y lo elegí como definitivo cuando comprobé que, sin apuntarlo, venía a mi cabeza una y otra vez. Recordarlo no era sólo por su sonoridad, era porque daba de lleno en el tema que yo quería tratar que es, efectivamente, la maldad humana. La necesidad de hablar de este tema lo es porque creo que hay muchas maldades que tienen su origen en haberlas sufrido previamente, pero sobre todo yo quería contar esta historia desde el convencimiento de que hay gente mala porque sí, porque disfruta siéndolo. Existe la maldad desinteresada, al igual que su contraria.
- Has definido a Héctor, tu protagonista, como un paleto de ciudad (¡y le haces sufrir una barbaridad!), pero al mismo tiempo es el personaje con el que el lector más empatiza a lo largo de la novela. ¿Hay cierta idea de revancha en la creación del personaje? ¿Cuál fue su germen?
Yo nací y crecí, hasta los 17 años, en Zamora, muy cercano además al ambiente rural del que provenían mis cuatro abuelos. Recuerdo, al llegar a Madrid -que me acogió de la mejor forma se puede acoger a alguien– que había un tipo de ciudadano que nunca había salido de la capital más que como turista, con muy poco contacto con, ya no la naturaleza, sino vecindades pequeñas. Hubo un momento en el que pensé que siempre se había retratado a Alfredo Landa corriendo por Gran Vía tras sus gallinas, pero no lo contrario y comprobé que a esta gente tan urbanita le costaba entender determinadas costumbres y códigos de las provincias. Es una especie de revancha entonces la elección del protagonista, sí, porque él ha vivido siempre en el cogollito del Barrio de Salamanca, en el cruce de las calles Claudio Coello con Hermosilla y quería ponerlo en el brete de lidiar con un mundo distinto. Quería que todo lo que le habían enseñado no le sirviera para nada, pero siempre desde la bondad, porque Héctor es bueno. Llega al pueblo y se encuentra con otro tipo de bondad, más callada, y con una maldad no refinada, más hosca, que le resulta inaudita, distinta a la maldad refinada del lugar en el que había crecido.
- La crítica está enmarcando Los Caín en el género del country noir, que está pegando fuerte en estos momentos. ¿Por qué decides estructurarla como una novela negra?
La novela negra me da los patrones y los hilos perfectos para coser esta historia, para darle constantemente al lector migas de pan que le marquen el camino, mucho más tratando el tema que quiero tratar. Es una armadura que me permite forrar el verdadero mensaje y hacerlo llegar indemne hasta las últimas páginas, porque la novela negra te enseña las tripas, los intestinos de una sociedad: lo que nadie quiere ver. Ambientarla en un pueblo me concede que a la mayor parte de los personajes se les caigan las máscaras porque en los sitios pequeños todo el mundo se conoce, todo es más descarnado. En lo rural no hay uñas que protejan las terminaciones nerviosas. Hay mucha tierra que labrar en el country noir.
- Has hablado de Twin Peaks como una de tus grandes influencias. ¿Cuánto hay de series en Los Caín?
Hay mucho. Quizá no en los temas, pero sí en los ritmos. La ficción televisiva (más que las novelas) me ha enseñado a dejar los capítulos arriba, porque la televisión tiene que enganchar al espectador hasta la próxima semana, por lo general. Igual pasaba con las novelas por entregas del siglo XIX, es el mismo esquema. Cuando escribí la novela vi las dos primeras temporadas de House of Cards, y con ella aprendí mucho a este respecto. Y Twin Peaks… pues Twin Peaks cambió la forma de hacer y entender televisión, e introdujo lo onírico en lo cotidiano, por no decir que es una serie que, al menos para mí, también habla del mal: de la lucha del mal contra el bien y, mucho más interesante, del mal contra el bien dentro de nosotros mismos. La tercera temporada de Twin Peaks llegó cuando la novela estaba acabada y me pareció, sencillamente, algo adelantado a nuestro tiempo. Las cosas así surgen cuando al creador se le da libertad.
- Y, por otro lado, en la presentación que habéis hecho en Barcelona, Use Lahoz ha definido la novela como un trabajo de estilo. Además, señalaste como tus principales referentes a Delibes, Matute o Laforet. ¿Qué de ellos hay en Los Caín? ¿Y qué hay de negra, que lo hay, en Delibes?
Creo que de Delibes, Matute, Laforet… de toda esa maravillosa generación de los cincuenta Los Caín absorbe la crudeza que retrataron. Fueron niños durante la guerra y eso tiene que dejar cicatrices de por vida, unas cicatrices que no podían mostrar abiertamente, porque estaba la censura. Esto precisamente multiplicó su ingenio y se enriquecieron así sus obras. Y sí, sus novelas son muy negras, absolutamente. Aunque los crímenes haya que buscarlos con lupa y las investigaciones no sean tan evidentes. Es muy interesante esta pregunta porque Las Ratas, por ejemplo, es una novela absolutamente negra, también Los Hijos Muertos… o Nada, entre muchas otras. De alguna forma eso es también, y antes que nada, novela negra. Porque la novela negra no hubiera sido permitida por la censura, prueba de ello es que la censura atacó en repetidas ocasiones al diario «El Caso» que era crónica negra.
- La novela lleva pocas semanas en la calle y está teniendo muy buena recepción, tanto en las presentaciones, prensa y en la FLM. ¿Cómo llevas la promoción? ¿Es lo que esperabas?
La promoción, para mí, es un proceso estimulante. Cuando escribes te cuentas la novela muchas veces, de muchas formas, para explicártela. Te la cuentas hasta que tiene sentido. Y cuando tienes la oportunidad de explicársela a otras personas se convierte en algo maravilloso, porque recibes la contestación de los lectores y de la crítica. Entonces surgen otras preguntas y otras respuestas que no esperabas, pero que estaban ahí.
- ¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto en estos momentos? ¿Seguirás en el country noir?
Durante la promoción, y al hablar tanto de Los Caín, me cuesta mucho escribir, y tampoco sería bueno que escribiera porque se me pegaría el lenguaje de esta novela en la próxima. Y si no se me pueden pegar los lenguajes es que los tiros, quizá, no vayan por el mismo lado.
Texto: ©Laura Gomara 01/06/17.
Foto de Enrique Llamas (cabecera): ©Manuel Cuéllar.
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