Entre trago y trago de Julián Ibáñez por Vicente González

Hablar de Julián Ibáñez es hablar de uno de los padres de la novela negra española y hablar de Bellón. En su primera novela, «Entre trago y trago», Bellón es el encargado del club de alterne «El Ero´s», «por dos billetes y el quince por ciento de comisión», a trece kilómetros de Talavera, por la comarcal 502 en dirección a Gamonal. Es una novela de carreteras secundarias y caminos polvorientos con personajes que viven al día en la cara B de la realidad que transitamos. En varias escenas Bellón procurará que aquello que deja atrás no se vea desde la carretera principal.  Bellón es un buscavidas que sabe que está jugando una partida que perderá, pero luchará porque dure todo lo posible y pierda lo menos posible.

En las primeras páginas, Bellón es deslumbrado por la belleza de una mujer gitana. Posteriormente, cuando asiste a una puja para «comprar» nuevas prostitutas para «El Ero´s», se la encontrará. Demasiado cara, demasiado mujer para él. Bellón no se arredra y paga una parte del precio. La otra parte la tendrá que conseguir como sea, cueste lo que cueste. ¿Por qué? Porque era «una mujer increíblemente atractiva. Fue su cuerpo lo que me golpeó con fuerza (…) Me vino a la mente la palabra «juncal», algo relacionado con la naturaleza, con espacios abiertos y con frescor, un cuerpo esbelto y vigoroso, de movimientos elásticos y precisos»

«El Ero´s» es de todo menos un club glamouroso. Una de las tareas de Bellón es cepillar la puerta que roza el suelo de gres y cuenta, entre sus «trabajadoras», dos portuguesas y una negra recién contratada pese a que «ha equivocado la talla de los dientes y los pies».

Narrado en primera persona, Julián Ibáñez nos avisa al comienzo de la novela de que a su protagonista le tocará sufrir: «Se llamaba María. Y era la bomba. El nombre no encajaba con ella. Si me hubiera respondido La Horca, El Cólera, La Peste, conociendo donde ella me arrastró, habría acertado»

La gitana desaparecerá. Bellón conducirá su Renault buscándola y moviéndose de una localidad a otra, de pensión en pensión, para evitar ya sea a la guardia civil o a sus acreedores.

Bellón es un hombre parco de palabras con diálogos que son una delicia de concisión y dobles sentidos:

«—…María. Gitana. ¿te suena?, ¿… te suena de algo?

—¿Por qué?

—¿Cómo cuánto?

—¿Qué hay con ella?

—¿Cómo cuánto? —insistí

—Bastante.

—La ando buscando.

—Sí… La andas buscando. Sé a qué te refieres, yo también»

No puedo desvelar la trama sin adelantar los giros que se irán produciendo a la largo de la historia. Sí puedo decir que Bellón siempre estará en el filo de la navaja y, como lectores, siempre estaremos pasando las páginas a medida que se complique todo con secundarios uniformados y no, nada recomendables. Todos sabemos que el final no será feliz, ni exento de dolor. Cuando cerremos el libro, se nos quedará el regusto amargo y el deseo de leer la siguiente novela: «La miel y el cuchillo». Bendita edición de «Cuadernos del laberinto» que ha reunido las primeras ocho novelas en un volumen: «Todo Bellón». Todo un regalo, todo novela negra, de la de verdad.

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