ELLA (EJECUCIÓN DE PEÓN NEGRO)- Parte I

Alonso Holguín F.J nos deja ‘Ella’, relato esencial que dividimos en dos partes: hoy se publica la primera de ellas, que se desenlazará mañana domingo.

ELLA (EJECUCIÓN DE PEÓN NEGRO)- PARTE I

¿Puede una criatura de las especie homo sapiens privar de la vida a un ser vivo porque sí?

La paciencia que se atribuye a la especie humana siempre ha tenido un límite. En la historia de las religiones, quien más y quien menos de sus fieles, ha establecido algo sobrenatural en alguno de sus pilares en los que se basan sus creencias. ¿Quién no recuerda a Job? Al parecer vivió más de 700 años, sometido a toda y cada una de las calamidades a las que a su Dios “Yahvé” se le antojaba. Ni una, dos, ni menos de tres fueron las lesiones físicas que padeció para llegar a la Santidad… si es que llegó a vivir tantos periodos lunares.

“Pero el físico no lo es todo”, suelen decir muchas mujeres y hombres antes de someterse a una intervención quirúrgica, cada uno en un lado de la camilla y de la cuenta corriente, pagando la factura.

Los daños que pueden producirse en un ser vivo también se aprecian en el espíritu, que viene a ser el factor mental o psicológico. El equilibrio es una característica imprescindible para todos los componentes del mundo natural. En todos ellos debería de haber un apéndice del organismo llamado cerebro, para guiar al resto en el desarrollo de diversas funciones. Sin embargo, hay múltiple ocasiones que no está… o se encuentra ausente, cuando menos.

El reloj de la mesilla marca las cuatro menos diez de la madrugada. El calor sigue entrando por la ventana, pese a tener todas ellas abiertas de par en par. La ausencia de viento es asfixiante.

-Orientación norte – sur, joven… para el invierno vendrá algo mal, pero en verano sentirá el frescor de la noche… -dijo el vendedor de la inmobiliaria al enseñarme por primera vez el piso.

-Pues no funciona, querido -pienso al sentir las gotas de sudor por la espalda.

El clima continental de Madrid es extremo. En una ocasión en agosto, cuando aún vivía en Alcalá de Henares, vi en el termómetro que hay junto al Parque O’Donnell, que la temperatura alcanzaba 24º C… ¡a las 02’15 horas!

Mi cabeza hace tiempo que no funciona bien… o todo lo correcto que debe, según el uso de la sociedad española del siglo veintitantos. Los problemas son numerosos en el mundo que me rodea: de toda clase, color y espectro. Lamentablemente se han ido reproduciendo entre ellos, originando una especie de hidra de múltiples cabezas que, cada hora, día y semana, me van arrinconando más contra los diferentes recovecos que hay en la sociedad.

-“No pasa nada… tienes que estar más tranquilo… todo llega a su fin… verás como sales de esta… dale tiempo al tiempo…” -son las recetas que todo perropichi indican con la dosis correspondiente (llamo así a los que me tratan especialistas en la vida).

Creo que hoy he llegado al culmen. Ese ruido lleva ya martilleando en mi interior… una semana o cerca de dos siglos, no recuerdo bien. Se ha convertido en más de un problema. El sonido de sus palabras, los reproches, el constante y repetido soniquete de su voz lleva acompañando mi sombra durante todo el día, esté en el lugar que esté de la vida diaria.

-¿Otro té? ¿Cuántos llevas hoy? ¿Cinco? ¡Ah, menos mal que endulzas con ágave… si no te pondrías como un puto tonel!

¡Hasta las mismas infusiones me tiene! Mira que dejé de fumar por consejo del médico, al cual agradezco el detalle de la salud y de engordar el monedero de mi hogar. Abandoné el consumo de alcohol semanal al mínimo común divisor de un español nacido en el siglo veinte y socializado en el veintiuno: brindis en ascensos, despedidas, bodas, bautizos y comuniones. Un vino sin más: porque, si es completo, el hígado da la murga a las dos horas. Inscribí mi nombre en el gimnasio natural del mundo, desplazando mi pequeña figura en bicicleta por los alrededores del pueblo capital de España, ahorrando la tarifa del gimnasio del barrio que, con un precio de veinte euros, había generado una fiebre loca por el deporte.

-¿Y esa comida con los amigotes? ¿Otra vez saludando al chuletón? Verás qué picotazo…

¡Si voy de invitado – voluntario – obligado por el ascenso del subdirector! Mira tú que la cena es ya la mitad exacta que antes: plato de lechuga o espinacas, con tomate o zanahoria y cebolla cuando mucho. Ni recuerdo qué cenaba en el Servicio Militar la tropa, pero seguro que tenían un cariñoso vasito de leche antes de apagar la luz. En cambio ella… ella sigue con su ruidito tamborileando en mi cabeza todo el día.

El otro día el cerdo del Moro, que es un capullo del doce, dijo que:

-Nuestro mufti -es el cura musulmán de su mezquita- recomienda un par de buenos cintazos a las hembras en la semana: así no se desvían del camino que el Profeta nos ha marcado a todos.

Siempre me han caído mal muchas de sus apreciaciones… Bueno, no. En realidad todas, todas y cada una de ellas, porque ese tío es bastante marrano, pese a odiar el animal de la vista baja, que todo su cuerpo se aprovecha para comida y que tanto odian Judíos o Musulmanes: el cerdo. ¡Qué gloria para los españoles que degustamos sus patas curadas!

-¡Jamones coño, jamones!

Enseguida me arrepiento de haber hecho el comentario, ya que he alzado la voz y despertado del letargo a… ella.

-Mmmmmmmñññmmmm…

-Tototototototototototo… -el sonido de mis labios besuqueando el aire para que logre conciliar otra vez el sueño- ya, ya, ya está… tranquila…

Las palabras consiguen amansar a la fiera. He girado mi cuerpo en el colchón. Las gotas de sudor han quedado pegadas en las sábanas… ¡igual da! El calor del verano seca la ropa en menos que canta un gallo.

La luz que entra por la ventana ha hecho que abra los ojos. Recuerdo cuando dormía con antifaz… hace muchos años. Llegaba del trabajo nocturno a las ocho y cinco de la mañana. Las noticias volando por el aire de la casa, el olor a café y tostadas recién hechas… y mis párpados que resistían su caída por la luminosidad de la estrella más cercana a nuestro planeta: el solete. Comencé a ponerme un pañuelo en la cara sobre los ojos. Funcionaba bastante bien, hasta que llegó un día que unos molestos granos por el sudor aparecieron sobre mi rostro…

-¡Pareces Batman con el antifaz de granos! -los cinco compañeros de curro se partían de risa en el Nissan Patrol.

A la mañana siguiente, a las 07’45 horas, muerto de sueño, llegué al único garito de la ciudad abierto y diferente a una churrería, frente a la Estación de Autobuses de Valladolid. El Sexshop. ¿Dónde si no iba a encontrar un antifaz de algodón?

Los cambios de domicilio por mor de la actividad laboral y estudiantil dentro de la empresa, llevaron al antifaz de color rojo puta a alguna bolsa de basura o a un contenedor para reciclar ropa, porque a las cosas que funcionan conviene reconvertir su uso.

-Mira a ver si duermes ya, que tanto pensar… ¡ahora pensando en seso!

Esa sería la respuesta de ella si me viera ahora mismo la cara. Tiene una habilidad, propia de todas sus congéneres: ver a través de nuestra cabezota analizando por una simple expresión, tic o movimiento de una miserable arruga nuestros pensamientos. ¿Porqué no empleará esa virtud para ayudarme en lugar de joderme? Se me están viniendo un par de ideícas… ¡Mira tú qué dice el cabrón del Moro!

Mientras, en la habitación, ella piensa:

-¡Mmmmmmmñññmmmm! ¿Dónde se ha metido él ahora? No le veo… ¡Ha salido de la habitación! ¡Cachis el azúcar moreno! Es pronto, no se ha ido de casa. Aún no es hora. El sol no ha nacido. Hace un tiempo estupendo en este momento. Su sudor es una mezcla sustanciosa con el olor que desprende… me atrevería a decir que es un chico… ¡salao! Ésa es la palabra que mejor le puede definir. No me molesta mucho… al menos desde que le conozco… aunque para mí parece toda una vida… está bien musculado: sus extremidades están más fortalecidas que las de otros que he conocido… Esa forma de dormir boca abajo es demasiado tentadora para mí: puedo observarle durante mucho rato sin que él se dé cuenta. Hoy está muy inquieto, algo más de lo normal… tiene que haber pasado algo en “su mundo”, como él dice…

(continuará mañana 22 de julio)

Texto:© Alonso Holguín, F.J., 2018

 

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