El usufructo – Reyes #12
EL USUFRUCTO, por Juan Carlos Arias
Las compra-ventas de pisos en centros de urbes históricas españolas elevan la oferta y consolidan el mercado. Los trucos de algunos para subir el listón son de nota.
Esta historia centró a Reyes sobre una usufructuaria de un cotizado piso que realquiló a precio de platino. Unos inocentes daños por agua al piso de abajo contrató a Reyes para localizar a una anciana ajena a los trapicheos de su tutora. El Alzheimer hizo todo lo demás.
El ‘trinconeo’ de la renta de cuya mitad se embolsaba la tutora ‘escondió’ a la fuente del arrendamiento impropio. Reyes iba a priori del caso al Registro Civil por si falleció la buena mujer, que frisaba el centenario vital.
La buena señora ni había muerto ni aparecía por ningún lado. Reyes estaba desesperado. Era un reto localizar a esta buena señora y de ahí llegar hasta su tutora para demandar perjuicios o, en su caso, realizar una oferta por un piso cuyo usufructo estaba próximo a vencer. La muerta de la anciana era la aduana. Nadie sabía quién era la tutora, sí su sexo, femenino, pero no andaba lejos de su entorno familiar. Una por una, sobrinas, primas y un hermano de la anciana despistaban sobre el paradero de la misma. La luz se encendió cuando un truco de Reyes, indicando que había un saldo a favor de la misma en un banco absorbido, dio con señas de la anciana en un asilo de beneficencia. La señora, vegetativa en vida, desconocía que su tutora se embolsaba casi 2000 euros al mes tras pagar la cuota del asilo. Y ningún familiar sabía el lucrativo secreto.
Reyes emitió un informe de un folio. Con foto del asilo. La señora no estaba para posar lógicamente. La historia terminó fatal porque la familia es buena para poco y mala para casi todo lo demás. Una alianza de los más fervientes opositores a los manejos de la tutora terminó aceptando la oferta por extinguir el usufructo generosamente. La tutora dejó su bolso traspuesto porque dejó de percibir el ‘sueldecito’. Sus visitas a la anciana cesaron pues antes sólo iba a ver si le duraba años y años aquel ganapán.
Reyes, como casi siempre, se pregunta si la crisis fomenta o lamina estos negocietes. Se responde -mentalmente- que jetas y demás caraduras los hubo siempre. No es cosa de sexo, edad, condición o nivel cultural. Vivir del cuento es tentador. Y cuando se logra es pauta, hábito cotidiano. Unamuno escribió que cualquier español precisa cerca un guardia civil. No porque cometa delitos. Lo exige por lo que está pensando. Cuánta razón llevaba.
© Texto. Juan Carlos Arias – Todos los derechos reservados
© Publicación. Solo Novela Negra – Todos los derechos reservados
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