El papel femenino en la novela negra: un nuevo desafío – Izaskun Albéniz.
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El papel femenino en la novela negra: un nuevo desafío. por Izaskun Albéniz
Confieso que afronto la lectura de una nueva novela como si abriera un regalo. Nervios, expectación…Leo las primeras frases con ansiedad e incluso con cierto recogimiento hasta que la encuentro. Ahí está. La protagonista. Cruzo los dedos y me lanzo al vacío.
Puesto que hoy en día, a nivel argumentativo, ya está todo contado —después de siglos de literatura oral y escrita, resulta difícil encontrar una historia que sorprenda por su temática— los personajes son el elemento clave en una narración. Son los ingredientes originales únicos e irrepetibles de cada historia.
De ahí que el descubrimiento en una novela actual de un personaje bien construido, con una profundidad psicológica adecuada y salpicado de pequeños detalles que le doten de verosimilitud sea un hallazgo realmente significativo.
Y no es tan fácil encontrar figuras de este tipo en la novela negra sin caer en clichés. Sobre todo si el personaje en cuestión es una mujer.
Porque, a pesar de que el momento presente parece favorecer el desarrollo de personajes femeninos, el papel de la mujer dentro de la novela negra no siempre ha tenido la popularidad ni la relevancia que ostenta en este momento. De hecho, hasta la creación de Mrs. Gladden —la primera detective femenina concebida por Andrew Forrester en 1864— la figura de la mujer en la novela negra había sido, por tradición, un personaje arquetípico que tenía un cortísimo recorrido: o bien respondía al estereotipo de víctima o, en el otro extremo, a la femme fatale.
También en España hubo que esperar hasta los años ochenta —en concreto en 1979 con Lourdes Ortiz y su detective privada Bárbara Arenas— para que la presencia de la mujer en figuras de autoridad dentro de la novela negra comenzase a ser notable.
A partir de ese momento, la presencia y evolución de los personajes femeninos ha sido lenta pero —afortunadamente— imparable, y gracias a ello hemos podido disfrutar de protagonistas femeninas sobre todo en papeles de investigadoras (Petra Delicado, Amaia Salazar, Rebeca Santana, Cornelia Weber-Tejedor…), que bregan con una serie de peculiaridades que las caracterizan frente al universo tradicional eminentemente masculino y se distancian del arquetipo de investigador clásico.
Esta nueva generación de protagonistas femeninas se enmarca en las novelas negras dentro de contextos violentos poco sangrientos aunque con gran carga psicológica. No gravan (salvo contadas excepciones) su personalidad con una carga semidependiente de las drogas o el alcohol aunque sí que poseen unos marcados rasgos de responsabilidad familiar que marcan su día a día. Toda una revolución respecto a las primeras figuras femeninas.
Pero aún hay mucho camino por recorrer.
Hace unos meses asistí a una ponencia de Rosa Ribas en la que hablaba sobre los personajes femeninos en la novela negra. Decía que ahora estamos en un momento privilegiado y crucial en el que las escritoras poseen libertad para desarrollar todo el potencial necesario para darle un carisma propio a cada personaje femenino.
Estoy de acuerdo. Las mujeres ya no tienen que reflejar arquetipos obsoletos de mujer fatal, víctima o secretaria boba. Hoy los lectores están más preparados para recibir protagonistas femeninas en papeles que superen los cánones clásicos y que aborden paradigmas acordes a la realidad que vivimos. Incluso diría que es necesario romper con esas pinceladas arquetípicas —mujeres de treinta a cuarenta años, atractivas y con una formación académica excelente, que aún hoy se reflejan en las protagonistas femeninas— y explorar nuevas facetas poco aprovechadas como por ejemplo las de antagonistas criminales.
Tan solo tenemos que fijarnos en las noticias, en nuestra la realidad más cercana para poder encontrar ejemplos vivos que están a la espera de ser esculpidos como personajes excepcionales en las páginas de una buena novela negra. Una anciana de noventa y un años cómplice de un secuestro, por ejemplo, o una mujer cuyo móvil delictivo sea únicamente sexual…
Las nueve. Silencio. Llega el momento. Me siento en el sofá y, al amparo de la luz de una lámpara, abro la última novela. Contengo la respiración. Se suceden las palabras y las frases. Entonces la veo. Ahí está. ¿Investigadora, criminal, víctima? Quién sabe.
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