EL HOMBRE SIN ROSTRO de Claudio Cerdán
«En 1869 Victor Hugo publicó El hombre que ríe, una novela en la que presentaba a una mafia denominada los comprachicos. Lo que durante muchos años se entendió como fruto de la imaginación de un escritor hoy en día no está tan claro. Hay pruebas de que los comprachicos existieron realmente y que tenían su sede de operaciones en el Levante español. Victor Hugo menciona que su líder e ra el sanguinario Ramón Sellés, que fue un bandolero real que tuvo aterrorizada a toda Murcia, donde su banda llegó incluso a asaltar la catedral. Algunos amigos del autor francés aseguraron que, en confianza y de forma privada, les confesó que no se los había inventado, sino que fueron reales. Al conocer la historia, yo me pregunté qué ocurriría si alguien imitara a los comprachicos en pleno siglo XXI. ¿Sería igual de aterrador que cuando lo escribió Victor Hugo? Y si existieron de verdad, ¿pueden seguir existiendo? Gracias, por supuesto, al maestro Victor Hugo, el más moderno de todos los clásicos. Por suerte, su obra no inspira a asesinos en serie, sino a escritores que sueñan con revivir las historias que tanto les gusta leer.»
La Novela:
Para un padre no hay mayor dolor que perder a un hijo. Roberto Cusac lo sabe bien: bastaron unos segundos para que Jaime desapareciera de un parque infantil sin dejar rastro. Esa fue la última vez que vio al niño. Desde entonces, y sin haber superado el duelo, su mujer Inés y él han podido seguir adelante con sus vidas marchándose de lo que fue su casa y mudándose a Murcia con su otro hijo, Leo, que ha crecido a la sombra de un hermano al que nunca conoció, pero que continúa presente en la vida de sus padres.
Ahora los dos trabajan en la Asociación ADI, acrónimo de Ayuda a Desapariciones Infantiles. Con sede en Murcia, está integrada en una red de organizaciones presentes en cada provincia. Su función es la de acompañamiento y seguimiento de casos de desapariciones de menores de edad.
Inés ejerce de abogada, asesorando a las familias con los diferentes problemas legales que surgen a lo largo del proceso de una desaparición. Y Roberto, que perdió su trabajo de policía a causa de la espiral autodestructiva en la que cayó cuando desapareció Jaime, trabaja a media jornada en la misma asociación como investigador; cuando llega una familia desesperada, él hace el trabajo de campo: busca pruebas, indaga posibles escenarios, trata de llegar allá donde la policía no puede adentrarse.
Ambos soportan la ausencia volcados en el trabajo y en su segundo hijo, Leo, que llegó por casualidad poco después de la desaparición de Jaime. A él no le han contado nada, no han podido. ¿Cómo explicarle que existen personas malvadas que se llevan a los niños de los brazos de sus padres? ¿Cómo contarle que esos monstruos sí son reales, que existieron, que por alguna razón inconcebible para su mente todavía existen y que si no se plantea un debate legal y social seguirán existiendo?
«Han encontrado a Izan»
Todos los casos que habían llevado durante todo aquel tiempo se superponían a velocidad febril, sin estructura ni orden lógico. Solo menores ausentes, rostros de otra época, fantasmas que jamás regresarían. Pero un día ocurre el milagro, Roberto recibe un mensaje de uno de los padres, cuyo hijo lleva un año desaparecido: «Han encontrado a Izan». El niño ha aparecido en un viejo molino en las salinas, pero las condiciones en que lo han hallado son terribles: está desnutrido y tiene evidentes signos de tortura, con malformaciones muy severas. Hablando con el niño, Roberto descubrirá que su captor, un hombre sin rostro, lo ha tenido encerrado en un jarrón y por eso su cuerpo ha crecido de forma antinatural.
«Lo que los facultativos no veían, o tal vez no se atrevían a decir, era que las cicatrices más profundas las tenía por dentro. ¿Dónde había estado? ¿Quién le había hecho eso? Los monstruos no deberían caminar libres sin que nadie los reconociese.»
Desde ese instante, y guiados por el temor de que Jaime haya sufrido la misma suerte, Roberto e Inés iniciarán una investigación para descubrir la verdad. El hallazgo de Izan y otros niños torturados destapará una pesadilla de secuestros y torturas infantiles que a los dos les costará digerir. El presunto responsable de este atroz crimen, conocido como el hombre sin rostro, quiere castigarlos por destruir su legado y prometerá un nivel de venganza y dolor más allá de la muerte. Es entonces cuando el matrimonio se verá involucrado en una carrera contrarreloj para intentar detener tanta maldad.
«El hombre que ríe, de Victor Hugo.»
¿Y si quien le había hecho eso al niño ya había actuado con anterioridad? Inés tecleará en su portátil: «Niño, jarrón, deformidad». El buscador la conducirá hasta una obra publicada doscientos años antes: El hombre que ríe, de Victor Hugo. Descubrirá que el libro habla de los comprachicos, una banda de desalmados que robaban niños para convertirlos en tullidos y monstruos de feria que luego vendían a los circos o usaban para mendigar. «Victor Hugo hablaba de que había españoles entre sus filas, de ahí el origen de la propia palabra, aunque también se los llama comprapequeños y, en la India, cheilas.»
El capítulo dedicado a los comprachicos es uno de los primeros del libro, y apenas aparecen en el resto de las páginas. Cuenta que se trataba de una formación nómada que tuvo su auge en el siglo XVII. Incluso menciona que un bandolero llamado Ramón Sellés fue uno de sus miembros destacados, y asegura que mantuvo aterrorizadas a las provincias de Valencia, Alicante y Murcia.
«—¿Murcia? ¿Cómo que Murcia?
—Investigaciones actuales han aportado algo de luz a este asunto. —Bastian Menéndez le mostró un artículo firmado por Mado Rodríguez publicado en la revista Más allá.»
Al parecer, Ramón Sellés existió realmente. Fue tan famoso en su época que llegó incluso a oídos de Victor Hugo, que no dudó en incluirlo en su novela. La investigación y el reportaje que se citan en la novela, obra de Manuel Beltrá Torregrosa y Mado Rodríguez respectivamente, existen, y les invito a que los consulten.
Murcia: «Ven y lo entenderás»
Una de las sorpresas que aguarda entre sus páginas es que la historia transcurre íntegramente en la región de Murcia. Como señala el autor en los agradecimientos, su lema turístico es más que acertado para esta historia: «Ven y lo entenderás», ya que el mal que habita en esta novela es real, lo que no deja de ser uno de los grandes misterios del ser humano.
La novela sucede en lugares tan emblemáticos como las salinas de San Pedro del Pinatar, la Catedral de Murcia, el Santuario de Totana, el puerto de Cartagena, la sierra de Moratalla o las calles de Yecla. «Murcia es un lugar mágico para ubicar una trama, tiene un montón de escenarios increíbles y de rincones ocultos que son una delicia. Estoy convencido que el lector se sorprenderá.»
Claudio Cerdán (Yecla, 1981) es un escritor español reconocido como uno de los grandes renovadores del género negro en castellano. Entre sus libros destacan Cien años de perdón, Los señores del humo o La última palabra de Juan Elías, continuación de la exitosa serie de televisión Sé quién eres. Ha obtenido galardones como el Premio Ciudad de Santa Cruz de Novela, el Premio Novelpol o el Premio Negra y Mortal, y ha sido finalista de otros diez certámenes. También ha creado audiolibros exclusivos para Storytel y Audible y ha incursionado en el mundo del cómic con Toxic detective, publicado en España y Argentina. Varias de sus obras han vendido los derechos para ser adaptadas al cine y a la televisión. El hombre sin rostro es su nueva incursión en la novela negra.
©Novedades: Destino, 2024.
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