El detective en la novela negra por Arturo Torres Moreno

ANTECEDENTES Y PARTICULARIDADES

 

«La lectura de novelas policíacas es uno de los pocos divertimentos intelectuales que persisten en lo que aún le queda de intelectual a la humanidad».

 

Fernando Pessoa

Textos de reflexión personal

 

Aunque hay quienes encuentran atisbos detectivescos en algunos textos previos al siglo XIX, tal como en el capítulo trece de Daniel, que no aparece en la Biblia por ser un libro deuterocanónico y en el que se relata un hecho en donde Susana es acusada de adulterio por dos ancianos libidinosos, y, Daniel, con tan solo doce años de edad, interroga por separado a los dos individuos para comprobar que mienten. Como este episodio, son muchos los sucesos que han marcado a la literatura, pero no es posible tener detectives antes de que estos existieran como concepto, tal como lo plantean María José Álvarez y Manuel Broncano en su ensayo En torno al relato policial: Poe y Daly. Dos padres del género, donde aseguran:

Para contribuir a esta afirmación debemos añadir que el vocablo «detective» aparece por primera vez en el siglo XIX. The Oxford English Dictionary señala 1845 como la primera fecha de aparición de esta palabra en un texto escrito, dos años después de 1ª publicación de Poe.

Pero Poe no inventó la palabra, pues ya se conocía la existencia de detectives privados como Vidocq, quien pasó de ser un notorio criminal a trabajar de civil para la policía, lo cual no era un secreto para Poe, ya que en su cuento «Los crímenes de la calle Morgue», deja entrever el homenaje que le hace a François Vidocq, cuando dice:

Vidocq, por ejemplo, era un excelente adivinador y un hombre perseverante; pero como su inteligencia carecía de educación, se equivocaba con frecuencia por la misma intensidad de sus investigaciones[i].

Esta mención resulta fundamental si tenemos en cuenta que Vidocq es considerado el primer detective privado, y su influencia es tan fuerte que podemos ver rasgos conscientes o inconscientes a lo largo de la tradición literaria que representa al género, incluso cuando hablamos de un detective contemporáneo como Easy —creado por Walter Mosley—,  un negro que se  mueve en el bajo mundo y que hace los trabajos de investigación para los blancos que, por razones raciales, no pueden entrar a ciertas áreas destinadas solamente para el gueto. El detective de Mosley se justifica por una necesidad imperativa de los blancos que le contratan, así como la policía, en su momento, se vio obligada a contratar a Vidocq a pesar de su pasado delictivo.

Para entender la novela negra es necesario primero comprender sus antecedentes, ya que, si bien Edgar Allan Poe es el padre del género detectivesco o cuento policiaco, este no es considerado novela negra, sino quizá un género más grande que lo cobija. La novela negra puede considerarse un fenómeno posterior con particularidades propias y caracterizaciones que diferencian por completo al detective del siglo XIX del detective del siglo XX.

Si bien el primero parecía un genio matemático de la deducción, el segundo, el propio de la novela negra, es un detective que se ensucia las manos, que da y recibe puñetazos y que es tan violento como la clase de crimen que busca combatir. El detective de Poe, al igual que el de Agatha Christie y el de Arthur Conan Doyle, es un personaje «aburguesado», con un lugar en la sociedad, que se codea de manera constante con los altos cargos e, incluso, puede ser considerado su aliado; por otro lado, Raymond Chandler, a través de sus dos cuentos y siete novelas, con su icónico personaje Marlowe, marcó las condiciones necesarias para caracterizar el arquetipo de detective en la novela negra.

Marlowe es el primero en ser consciente de sus diferencias con los detectives padres del género; por eso, en el capítulo veintinueve de la novela Adiós, Muñeca, se refiere a uno de los policías que lideran la investigación de la siguiente manera: «Randall empujó en mi dirección la taza vacía y se la volví a llenar. Sus ojos examinaban mi rostro, arruga por arruga, poro a poro, como Sherlock Holmes con su lupa o el doctor Thorndyke con la suya»[ii], en referencia a los detectives de Arthur Conan Doyle y Richard Austin Freeman respectivamente. Chandler entiende que los investigadores del género detectivesco se regían por un raciocinio frío y contundente, y que los detectives del hardboiled —como él mismo bautizó al género—, se movían por algo mucho más visceral, un instinto que superaba la deducción lógica y recaía en la experiencia propia de quien sabe hasta dónde puede llegar la perversidad humana.

Ahora bien, debemos comprender que Marlowe no se hizo solo; si tenemos en cuenta que todo fenómeno literario es consecuencia de un fenómeno editorial, reconoceremos con facilidad que la novela negra no habría sido posible de no ser por la revista Black Mask y su director, Philip Cody, «un hombre de negocios que tuvo la suficiente visión para introducir en la revista la nueva ola de literatura policial que comenzaba a fraguar autores como Gardner, Raoul Whitfield, Lewis Nebel y, sobre todo, Hammett».[iii] Gracias a la revista Black Mask se abrió un espacio de creación y, sobre todo, de lucro para los escritores más importantes del ya mencionado hardboiled, que en Latinoamérica se conoció como novela negra, ya que la traducción literal sería algo así como «hervido hasta endurecer», lo cual no tiene mucho sentido, a menos que lo veamos como una referencia a los tipos duros que se desenvuelven bien en ambientes violentos y quizá también a la icónica frase que dice: «El agua hirviendo que endurece el huevo es la misma que ablanda la papa; no importan las circunstancias, sino de qué estás hecho para afrontarlas». Y son precisamente esas circunstancias de extrema violencia y desencanto con las que tiene que cargar el detective de la novela negra, ya sea en sus inicios en la Norteamérica de los años veinte u hoy en día en Latinoamérica.

Todos los escritores de Black Mask fundaron el género con el arquetipo del detective privado que luego inmortalizó Chandler con Marlowe, quizá gracias al cine, que dio vida a su personaje y lo popularizó más allá de sus lectores de nicho. Marlowe es un expolicía que trabaja como detective privado, no para quien esté dispuesto a pagarle, sino para quien él quiera. Su adicción al licor y al cigarrillo es tan marcada como su éxito con las mujeres, a las cuales cede a su conveniencia, pero nunca en detrimento de su trabajo, como se ve en aquel pasaje de El sueño eterno en el que, por respeto al padre —un anciano que lo contrató para una investigación—, el detective rechaza a dos hermanas que se le ofrecen.

La personificación de detective establecida por Marlowe es muy similar a la de los otros detectives de la época de los años veinte y esta, aunque ha evolucionado a través de los años, se mantiene con ciertos rasgos que hacen que una novela negra sea lo que es.

Para escribir novela negra no es necesario que el detective creado sea un personaje calcado de Marlowe, pero sí resulta fundamental que, para que la innovación sea coherente, al menos entendamos los arquetipos sobre los que se funda el género.

 

©Artículo, Arturo Torres Moreno, 2019.

 

[i] Edgar Allan Poe, Cuentos, 1. Los crímenes de la calle Morgue. Alianza Editorial. 2005. Pág. 443.

[ii] Chandler Raymond, Todo Marlowe, RBA Libros 2017 Pág. 299.

[iii] Padura Fuentes, Leonardo. Modernidad, posmodernidad y novela policial. Ediciones Unión. 2000. Pág. 50.

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