Donde fuimos invencibles- Reseña
Donde fuimos invencibles, de María Oruña. Una novela reseñada por Antonio Parra Sanz
Título
Donde fuimos invencibles.
Datos publicación
Editorial Destino. Barcelona 2018. 414 págs.
Datos del autor
María Oruña (Vigo, 1976), gallega de padre cántabro, desde pequeña visita con frecuencia Cantabria. Allí ha ambientado Los Libros de Puerto Escondido, Un lugar a donde ir, Puerto escondido y ahora Donde fuimos invencibles. Su paso por el género negro está resultando todo un éxito, a juzgar por las traducciones al alemán, el francés y el catalán. En las novelas de esta serie los protagonistas son los paisajes cántabros y el equipo de la teniente Valentina Redondo, que se ha ganado el cariño de miles de lectores. Oruña es abogada y actualmente compagina esta profesión con la escritura.
Sinopsis de la obra
El verano está terminando y la teniente Valentina Redondo está contando los días para empezar sus vacaciones. Pero algo insólito sucede en el centro mismo del pueblo costero de Suances: el jardinero del antiguo Palacio del Amo ha aparecido muerto en el césped de esa enigmática propiedad.
El palacio es una de las casonas con más historia de los alrededores, y después de permanecer mucho tiempo deshabitada, el escritor americano Carlos Green, heredero de la propiedad, ha decidido instalarse temporalmente en el lugar donde vivió sus mejores veranos de juventud. Pero la paz que buscaba se verá truncada por el terrible suceso, y aunque todo apunta a una muerte por causas naturales, parece que alguien ha tocado el cadáver, y Carlos confiesa que en los últimos días ha percibido presencias inexplicables a la razón.
A pesar de que Valentina es absolutamente escéptica en torno a lo paranormal, tanto ella como su equipo, e incluso su pareja, Oliver, se verán envueltos en una sucesión de hechos insólitos que les llevarán a investigar lo sucedido de la forma más extravagante y anómala, descubriendo que algunos lugares guardan un sorprendente aliento atemporal y secreto y que todos los personajes tienen algo que contar y ocultar.
Reseña
El camino del más allá
En esa ruta parece que nos pone María Oruña en esta tercera entrega de la serie “Las novelas de Puerto Escondido”, o lo que es lo mismo, la trilogía protagonizada por la benémerita teniente Valentina Redondo, a quien ya tuvimos la oportunidad de conocer y acompañar tanto en Puerto escondido como en Un lugar a donde ir. El marco, obviamente, continúa siendo Suances, una Cantabria quizá más acogedora que en entregas anteriores, cosas de la época del año, tal vez también porque los hechos a los que ha de enfrentarse Valentina exigen concentrarse en el interior de un palacio y no tanto en cuestiones climatológicas, si exceptuamos el mar, que tiene un papel determinante en ciertos momentos de la novela.
Un jardinero muerto en el Palacio del Amo, donde se ha refugiado su propietario, un diletante americano, Carlos Green, ex campeón de surf y que es el último heredero de la casona, en la que se dedica a escribir mientras llega el momento de la venta. Green tampoco está solo, porque sus noches se ven asaltadas por la presencia, nunca mejor dicho, de alguien que deambula por la casa, una antigua actriz vinculada a los Del Amo, los antiguos propietarios.
Para encajar los hilvanes del más allá con el prosaísmo de una investigación policial que tarda en arrancar (el jardinero pareció morir por causas naturales), María Oruña se vale de otros personajes que, en lectivas sesiones universitarias, andan dándole vueltas a la existencia o no de vida tras la muerte, un reputado profesor y un joven “cazafantasmas”, mantenedor de un blog en el que da buena cuenta de sus investigaciones. El mérito de la autora, una vez más, es el respeto hacia esas fuentes que aparecen en sus novelas, tanto Cristian Valle, el bloguero inquieto, como el profesor Machín, son tratados con la máxima delicadeza y profesionalidad, no solo acogiendo sus teorías, sino haciéndoles partícipes de lo que ocurre en el palacio a partir de que crezcan las sospechas de una presencia sobrenatural.
La vida de Valentina, por tanto, anda un poco sacudida por el escepticismo y lo que no es de este mundo, claro que cuando la asistenta del palacio muere calcinada en un incendio provocado, la maldad del mundo de los vivos parece apuntarse un nuevo tanto. Por otro lado, mientras eso ocurre, y además de salpimentar la trama con los debates Machín-Valle, María Oruña nos regala los fragmentos de la novela que escribe Carlos Green, una antología de los años juveniles, de las playas cántabras, del surf, en esencia, de esa época en la que todos éramos invencibles, antes de que la vida adulta empezase a repartir mandobles y nos demostrara que de invencibles, más bien poco.
Toda la novela, por tanto, se mantiene sobre una arquitectura bastante completa, el crimen, la amenaza del más allá, los recuerdos, el paraíso perdido de la juventud, algunos sueños adultos que empiezan a adivinarse. Así no hay forma alguna de que el lector se distraiga o se aburra, porque todo encaja con extrema naturalidad, cuando hay que guardar silencio por si aparece un espíritu se guarda, y cuando hay que volar porque la investigación avanza, los colaboradores de la teniente vuelan, y ganando quilates como personajes, todo hay que decirlo, agrandándose junto a otros de la galería Oruña, como forenses, jueces o amigos de Oliver.
Del motivo de las muertes, de lo que hay escondido en el palacio, de los secretos familiares o de lo que el tiempo va a deparar a Valentina y Oliver Gordon, no puedo ni debo hablarles, eso pertenece a la privacidad del lector, lo que sí puedo decirles es que van a pasar unas horas muy plácidas leyendo este nuevo caso de Valentina Redondo, y que no se van a arrepentir de acompañarla. Tal vez cuando lleguen al final de la novela terminen de entender bien estas últimas palabras.
Texto: ©Antonio Parra Sanz, 2018.
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