DE LAS CATEGORÍAS EVIDENCIALES por Txema Arinas

     Poco importa que el lugar parezca por fuera y por dentro un inmenso puticlub, que los agentes que actuaron la noche que entraron en el puticlub más famoso y grande de Asturias, Hookers, declarasen que las mujeres que había en la sala iban «con ropa muy corta y provocativa», tampoco el hecho de que hubiera treinta y dos «señoritas» acompañando a la vez a los clientes que acababan de conocer en el local, todas ellas casualmente de origen extranjero, preferentemente brasileñas y ciudadanas del Este, y, vaya por Dios, alojadas en el Hotel de al lado, un hotel cuyo registro de entradas demuestra que la mayoría de los huéspedes lo son durante largas temporadas.

     No, nada de esto importa porque según el dueño y sus empleados el local en cuestión no pasa de ser un “chigre” como cualquiera de los miles que hay a lo largo y ancho de la región, si bien que con más afora del habitual y una sala de fiestas incorporada para que los parroquianos quemen lo bebido sobre la pista de baile, eso y que tiene al lado un hotel que funciona de manera independiente: “Ya sabe, señor juez, por si alguno se pasa con la priva y luego no quiere ponerse al volante…”

     Como dato que corrobora lo anterior, comentar que una de las «señoritas» dijo que se había quedado con una amiga a dormir porque habían bebido, a lo que la fiscal le respondió: «¿Tres años se quedó a dormir?», en referencia al tiempo que le constaba que había permanecido ocupando una habitación.

     Pero bueno, yo no soy nadie para cuestionar una sentencia judicial. Si el juez dictamina que según las pruebas presentadas por la policía no se puede demostrar que Hookers es un puticlub como la copa de un pino -¡si hasta tiene un sex-shop dentro por si la clientela se anima  aprobar cosas nuevas con las chicas…”, pues no lo será y punto. Y eso aunque, insisto, nadie en Asturias va a Hookers a echar unas sidras o meterse un pollo al ajillo entre pecho y espaldas, todavía menos a probar la cocina fusión o a una tertulia acerca de la capacidad oratoria del presidente regional.

     He ahí, en todo caso, la diferencia entre lo que puede ser una evidencia popular, esto es, «si camina como pato, grazna como pato y nada como pato, entonces es un pato.», y la jurídica, según la cual un pato sólo lo será mientras se pueda presentar una prueba que lo confirme, por ejemplo un huevo recién puesto por el sospechoso o unas plumas del culo de éste.

     Y sí, mucho chiste con la sentencia, sobre todo a cuenta de los «callos con putatines», que dice la gente de la zona que es la especialidad de la casa. Esa y también mucha trata de blancas, explotación y podredumbre de todo tipo por un tubo. Porque diga lo que diga el juez, que por algo lo dirá, no será el primero al que luego se le descubre asiduo del mayor putiferio de Asturias, así como no pocos próceres locales y empresarios de renombre, que por algo es en el Hookers donde se han cerrado los negocios más importantes que se han llevado a cabo en los últimos años, y aquí da igual si entre particulares o entre estos y las diferentes administraciones, para el inspector responsable de la operación encargada de desmantelar la trata de blancas peor que mal encubierta que se llevaba a cabo en el local desde hacía décadas, lo que él vio no deja lugar a dudas.

     Empero, el inspector no se engaña, es empecinado sí, pero de tonto ni un pelo, la sentencia del juez demuestra a las claras cuál es el estado de las cosas en el distrito al que fue destinado apenas hace un año y sabe que las autoridades no moverán ni un dedo por desmontar el entramado criminal que tiene montado el dueño de Hookers, se dice que un simple testaferro con pasaporte español de la mafia rusa o alguna otra por el estilo. No se puede luchar contra los molinos por muy de caballero andante que vaya uno por la vida. Al menos no cuando la mayoría de los molinos son asiduos del Hookers o pueden recibir alguna que otra gratificación por parte de la mafia cuestión. Aunque, para qué engañarnos, a veces con saber que la mafia que sea puede estar detrás ya es suficiente para no querer meter las narices en el asunto, no te las vayan a romper a ti o a los tuyos.

     Por eso mismo el inspector ha decidido combatir al pelele que regenta el Hookers y a sus socios del Este desde fuera del cuerpo. Sí, lo ha pensado mucho y al final ha resuelto que sólo desde la política se puede combatir a la mafia y sobre todo la indiferencia o la complicidad de los mandamases que tienen en sus manos el poder para poner coto a la primera. Ahora bien, sabe que no tiene nada que hacer con los partidos tradicionales que copan las instituciones locales desde hace décadas, digamos que desde el inicio de la democracia. Por eso acaricia la idea de ofrecer su experiencia policial, y sobre todo su más que demostrada voluntad de acabar con el crimen, a los nuevos partidos emergentes que han surgido desde la Crisis del 2018, partidos que se postulan para dar un vuelco al estado de cosas que lleva padeciendo el país y que dicen comprometerse en la defensa del ciudadano de a pie y muy en especial con el más débil, partidos que prometen acabar con las componendas entre la política y los intereses particulares de ciertos ciudadanos con o sin pasaporte español. El problema es que el inspector todavía no tiene muy claro por quién decantarse, si por la izquierda pura-purísima, esto es, todavía más a la izquierda de la infinita pléyade de candidaturas “verdaderamente de izquierda y no como esos otros vendidos, revisionistas y chupópteros”, la misma que empezó muy fuerte con el tema de poner patas arriba todo, que parecía dispuesto a hacer limpieza de toda la mierda que rodeaba a la cosa pública, pero que con el tiempo parece haber ido perdiendo fuerza y sobre todo prestigio por más de una metedura de pata, o acaso mejor por los superpatriotas españoles y más españoles que nadie recién llegados al ruedo político, gente con ideas muy claras, la mayoría de ellas de cortar por lo sano con todo lo malo, de recuperar valores que él cree compartir sólo porque es lo que le inculcaron en casa y en los que siempre ha creído toda la vida. Así que nuestro inspector duda, duda mucho, no se decide, o más bien no puede hacerlo, no sin miedo a equivocarse, pues quién le dice a él que los rumores que corren en la comisaría acerca de que también han visto a ese o al otro político de cualquiera de los dos nuevos partidos emergentes acudiendo a Hookers a echar la tarde no son ciertos. En fin, un verdadero dilema.

Relato: © Txema Arinas, 2019.

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