De aquellos polvos estos muertos


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BARROSO-BENAVENTE| Madrid

A R. por las sonrisas debajo de una farola cuando toqué fondo.

… Estos gramos

Gesto serio. Noticia de última hora. Mirada de circunstancias a la cámara y de ésta a la pantalla del telespectador. Letreros que pasan veloces en el teleprónter. Carraspear un poco para aclararse la voz que todo un telediario mintiendo le seca la garganta al más pintado. Y hora de echar unos minutos extra. «Acaba de llegar a nuestra redacción un suceso que ha tenido lugar en el centro de la ciudad esta misma mañana. Miembros del Cuerpo Nacional de Policía han encontrado el cuerpo sin vida de un matrimonio de colombianos asesinados con extrema violencia. Todo parece apuntar a un ajuste de cuentas entre miembros de cárteles rivales por el monopolio de la cocaína en la capital». Un chivatazo por pinganillo y a narrarlo en voz alta. «Me comunican que tenemos imágenes en exclusiva. Es preciso advertir que pueden herir sensibilidades». Una sonrisa a mitad de camino entre una mueca y un suspiro contenido. Y dentro vídeo…

Lo que se ve revuelve el estómago al más pintado. Dos cuerpos cosidos a disparos. Sangre coagulada. La cabeza del hombre un amasijo de huesos astillados y carne rosada. El cuerpo de ella esta eviscerado. Tripas esparcidas por el suelo y algo que parece un feto reventado contra el linóleo del suelo. La cámara sigue su avance. Una balanza de precisión. Una mesa de cristal astillada y con marcas de polvo blanco. Un par de bolsas de un gramo que se les ha debido caer con las prisas de la huida. Tres o cuatro casquillos y unas voces de fondo avisando de que acaba de llegar el juez de guardia.

Y vuelta al plató. Hora de guardar las formas, colocando los folios golpeándolos sobre la mesa. Gesto más serio que antes. Un leve temblor en la mandíbula al abrir la boca, y una frase lapidaria para cerrar el telediario «imágenes lamentables las que acabamos de ver, demostrando una vez más la sinrazón del mundo del narcotráfico que, desgraciadamente, parece haberse instalado en nuestras calles».

De aquellos polvos…

Lo que acaba de escupir la televisión es cruel por sí mismo. Pero empecemos por el principio. Sacar conclusiones equivocadas es fácil cuando la información es sesgada. Así que mejor poner las cartas sobre la mesa y analizar la jugada. Que ni el león es tan fiero como lo pintan ni a uno le mandan para el otro barrio de esta manera sin habérselo buscado antes.

Estamos en el centro de la ciudad. Una casa amplia. De techos altos y ventanales grandes. Una pareja está jugando a los científicos pesando gramos y metiéndolos en bolsitas. Un negocio como otro cualquiera. Unos cavan zanjas y otros venden perico. Hasta ahí nada del otro mundo. De cuando en cuando se miran y se sonríen. Así en plan parejita feliz. Ella está embarazada y él parece tomarse en serio esto de ganar dinero rápido para que no le falta nada al retoño que está por venir al mundo. Hasta aquí todo bien. Pero lo que han soltado en las noticias sobre su nacionalidad es falsa. Ni colombianos ni Cristo que lo fundó. Son ganado patrio jugando a ser Pablo Escobar. Inflarse a ver Narcos en Netflix es lo que tiene, que uno acaba perdiendo el norte y prueba cosas demasiado peligrosas. Si juegas con fuego te quemas. Si lo haces con el cártel, ya sabes a lo que te expones: plata o plomo.

Y para celebrar que todo va sobre ruedas, el desgraciado que pesa, apurando por lo bajo hasta la segunda cifra decimal, se pega un par de tiros de cuando en cuando. Mierda de la buena. Nada de pelotillas en las narices al día siguiente. Esto está casi sin cortar. El milagro de los panes y los peces lo añade él añadiendo algo de talco y unas anfetaminas machacadas. De un gramo sacan pollo y medio. A ojo hay para montar una granja sin necesidad de adiciones extra, pero claro, la avaricia rompe el saco y si una vez la cosa ha salido bien, por qué no seguir tentando a la suerte.

La tarde resulta mecánica. Cortar esquinas de bolsas. Pesar. Cerrar. Rascar. Esnifar. Mezclar. Vuelta a empezar. Y el subidón que no baja. Ojos como platos. La mandíbula bailando. Temblores de manos y sequedad de boca. Ella, por esto del embarazo, no se pone y atiende a los deseos del Malverde de andar por casa. Agua. Ahora un cigarro. Dame fuego. Más agua. Y conversaciones atropelladas acompañadas de miradas de demente en pleno brote psicótico. Un chicle, necesito un chicle. Joder, quiero un chicle que me castañean los dientes. Todo muy del estilo de un especial de Callejeros con gente aficionada a darle a la zarpa un sábado en el parking de cualquier discoteca que se precie.

Cae la noche. Ella se va a dormir. Él sigue a lo suyo. Un kilo da para muchas bolsitas (mil como mínimo) y ya se sabe: cuanto antes se empiece, antes se acaba. Total, sueño no tiene y de alguna manera habrá que matar el tiempo. Una paja de estas que destrozan frenillos y al lío. En soledad. Todo a mano. Tabaco. Agua. Escupidera. Cenicero y mechero. Y en mitad de todo esto una idea cojonuda. Puesto hasta las cejas es cuando uno tiene las ideas más brillantes de su vida, o eso piensa. ¿Por qué no tratar de tangar unos cuantos gramos para darles salida por otro lado? Total, un corte un poco más largo tampoco se va a notar mucho y son billetes libres de mordidas para el narco de turno. Así que venga, al lío. A ojo unos diez gramos que se convierten en unos treinta largos y a la calle, que los compradores deben de estar buscando y no hay que hacerles esperar. Ley de oferta y demanda, y el precio que tiene en la cabeza va a reventar el mercado (dumping lo llaman los expertos en esto de las finanzas, aunque nuestro amigo ande un poco perdido en estos lares de la economía y bastante tendrá con volver de una pieza a su casa al amanecer).

Un par de horas más tarde. El que salió de su casa creyéndose el rey del mambo lloriquea con los dientes esparcidos por el suelo. Ella grita al borde de la histeria, sujetándose el bombo en un intento de proteger a la criatura que lleva dentro. Los tíos que acompañan a su marido no parecen fijarse demasiado en su presencia. Bastante tienen con partirle el espinazo al que ha querido darles gato por liebre. Golpes. Amenazas. Y más golpes. Huesos que crujen como ramas secas. Gemidos ahogados cuando le patean el estómago. No parecen atender a razones. Ni lo siento ni pollas. Más violencia gratuita. Y un mensaje conciso: has pasado la línea y esto es lo que le pasa a los listillos como tú. Pero tranquilo, lo vamos a repetir hasta que lo entiendas.

La cosa va para largo y se turnan. Evitan sentarse o tocar nada. Son profesionales, no como el que echa la papa entre arcadas sanguinolentas. No hay que dejar nada a lo que puedan agarrarse los sabuesos que encuentren los cuerpos. Si quieren dar con ellos que se lo curren un poco, aunque con los gritos que está pegando la embarazada es cuestión de tiempo que algún vecino con mal despertar llame al 112. Si hay suerte creerán que está de parto y pedirán una ambulancia. Si no, lo que va a llegar es un destacamento de patrulleros y hay pocas expectativas de salir de allí de una pieza.

Nuevo paso de tuerca. La coca entra bien y ahora son ellos los que tienen ideas cojonudas. Los dos miran a la mujer de una manera que le corta la respiración. El del suelo lloriquea que no le hagan nada a ella. Que no la toquen. Que no tiene nada que ver con su negocio. Pero claro, no están mucho para atender a razones y la idea de que hay más polvo en la casa del que ven sobre la mesa va ganando peso. Todo allí dentro huele a pasta, o eso creen. Un poco de presión para obtener la respuesta deseada. Total, a ellos les han mandado a darle un escarmiento al que está jodiendo la reputación de su proveedor. Del resto no les han dicho nada. La cosa puede ponerse divertida, no todo va a ser trabajar, parece decir el gesto de uno ellos. El otro sonríe. Las pupilas como monedas de dos pavos y un encogimiento de hombros en plan, venga: si una hidroeléctrica te corta el suministro en pleno invierno por no pagar y la palmas de frío, la gente como nosotros le practicamos una cesárea sin anestesia a tu mujer antes de mataros a los dos y llevarnos la mercancía. El mensaje es el mismo: si no cumples con lo pactado, atente a las consecuencias. Tampoco hay tanta diferencia entre ellos y nosotros. Que empiece el baile, que la música ya la pondrán vuestros gritos…

Texto ©  Barroso-Benavente- Todos los derechos reservados

Publicación ©   Solo Novela Negra – Todos los derechos reservados

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