Crímenes de archivo (Final) por Héctor Vico
Crímenes de Archivo – Tercera parte – Final
4 –
A la mañana siguiente, muy temprano, Daniel Quinn golpeaba con sus nudillos la puerta del despacho de su jefe y amigo Elroy:
—Pase —respondió desde el interior de la oficina, una voz grave, mezcla de alcohol, cigarrillos y noche.
Quinn entró sonriente y estrechó la mano que gentilmente le extendía Elroy .al tiempo que le decía:
—Toma asiento por favor, bienvenido. ¿Qué es eso tan urgente que quieres comentarme y que me adelantaste anoche por teléfono?
—No pierdes el hábito, amigo, directo al grano.
—Es que me dejaste pensando. No sabía con qué me iba a encontrar hoy. Cuéntame.
—Se trata de tres casos, ya cerrados, de los cuales creo haber encontrado la solución. Son tres asesinatos violentos; el más antiguo del año 1999, otro del 2001 y el más reciente del 2015.
—Que fiel a tu costumbre encontraste casualmente en el archivo ¿verdad?, —agregó sonriente el Inspector jefe—.
—Exactamente.
— ¿Puedo saber cómo los resolviste?
—Leyendo detenidamente los expedientes y luego… leyendo un libro escrito hace más de setecientos años. —comentó algo incómodo Quinn, sabiendo que lo que decía sonaba poco profesional.
Elroy soltó una carcajada.
—¿Quién lo escribió? ¿Nostradamus?
—No te rías, por favor, cuando conozcas los detalles, todo resultará muy claro.
—Adelante entonces, explícame. —Lo alentó Elroy—.
—Los tres crímenes tienen detalles comunes y en los tres, de alguna manera u otra, siempre surge un nombre: David, Duncan. Lamentablemente nunca se lo pudo ubicar en la escena de los crímenes y siempre tuvo cortadas, en apariencia, comprobables.
En el primer caso que analicé, el de Molly, Connolly, una prostituta V.I.P., había sido su pareja. En la pared de su departamento, con su sangre había dibujado un círculo con dos rayas paralelas. Cuando asesinaron a Isabel Jorovich, abogada, era su cliente. También el mismo patrón. Un círculo con dos números ocho escritos en romano. El tercero, el de 2015, el fallecido era Ethan Lowe III, el periodista, que estaba investigando un caso de pedofilia en la preparatoria Fordham, en donde Duncan es profesor de Literatura Clásica. Eso me dio la pista.
—No te sigo, —interrumpió Mathius Elroy—
—En realidad es sencillo. Cuando até los cabos, es decir, literatura clásica y los círculos, todo resultó evidente.
—¿Es decir…?
—La Divina Comedia.
—¡¡¡¿Qué cosa?!!! —Estalló el jefe de inspectores—.
—¿Conoces la Divina Comedia?
—De nombre —se sonrojó Elroy—
—Dante Alighieri, el autor, era un verdadero genio. Escribió ese libro en la Edad Media. Se trata de un viaje por el Infierno, el Purgatorio y el Cielo. Pero lo importante es lo siguiente. Él imaginó un Infierno dividido en círculos y en cada uno de ellos ubicó un pecado o grupo de pecados. Aquí es cuando encontré la correspondencia entre las muertes y los dibujos.
—Dame los detalles, por favor, —dijo fastidioso Elroy—
—Dante colocó en el segundo círculo del Infierno a los lujuriosos. Molly, Connolly era prostituta. En el octavo círculo, en la octava fosa colocó a los Falsos, los que engañan con ardides. La Srta. Jorovich era abogada y es fácil suponer que lo estafó. El tercer dibujo estaba el 8 y el nueve. Dante ubicó en el octavo círculo, en la Fosa número 9 a los sembradores de escándalos. Lowe era periodista e investigaba un caso que se hizo mediático y denunciaba pedofilia de parte de los profesores del colegio.
—Suena lógico —dijo Elroy, aceptando la hipótesis—. ¿Qué quieres que hagamos.
—Reabramos el caso, concentrémonos en la muerte del sr. Lowe y te aseguro que Duncan terminará en prisión.
Así lo hicieron.
Varias de las niñas involucradas en el escándalo del colegio, ahora mayores, se desdijeron de sus dichos del año 2015. Adujeron que habían mentido dado las amenazas recibidas que incluían impedirles acceder a cualquier universidad y, sintiéndose apoyadas por La justicia, hablaron sin tapujos de lo que sucedía y seguía sucediendo en el colegio. Duncan y sus secuaces cayeron por este delito.
Paralelamente, al reabrir los casos de los tres crímenes impunes, fueron surgiendo irregularidades. Cuando se revisaron las pruebas del Expediente del Sr. Lowe el laboratorio informó lo siguiente:
Laboratorio Forense: Expediente N° 184 – 79330/15: Análisis de Pruebas
Sobre la revisión de las evidencias del caso de referencia este laboratorio informa que existen inconsistencias respecto de lo informado oportunamente en el año 2015. Contrariamente a lo comunicado en esa oportunidad, hemos hallado huellas dactilares tanto en la nota de amenaza (huella parcial) como en el vaso recogido en la escena del crimen.
Cotejadas ambas con nuestra base de datos, estamos en condiciones de afirmar que las mismas se corresponden con las del Sr. David Duncan.
Cuando el Inspector en Jefe Mathius Elroy leyó el informe imaginó lo que había ocurrido e inmediatamente abrió una investigación para lo cual convocó a Asuntos Internos.
Al cabo de un tiempo, todo salió a la luz.
El colegio involucrado en el caso de pedofilia, temeroso del desprestigio que el escándalo pudiera acarrearles, había repartido sobornos a lo largo de toda la línea de mando del precinto para hacer desaparecer cualquier prueba que involucrara a los profesores implicados, eso hizo que también la evidencia sobre el asesinato cometido por Duncan se ocultara.
En su confesión Duncan manifestó que aquella noche asistió a la casa de Lowe como para llegar a algún arreglo y que este desestimara su cruzada contra el colegio y el cuerpo docente. Hablaron por media hora, bebieron un whisky y al ver que el periodista se negaba a desistir, Duncan simuló retirarse. Mientras Lowe lo acompañaba a la puerta de salida lo desvaneció de un golpe con un cenicero que estaba sobre la mesa del living y luego procedió a degollarlo.
Luego de admitir el atroz hecho cometido, algo en la mente de Duncan se rompió. Indudablemente había vivido con sus fantasmas desde hacía muchos años y, al igual que una represa al romperse libera un enorme caudal de agua, lo mismo ocurrió con su culpa. Comenzó, en una gran incontinencia verbal, haciendo caso omiso al consejo de sus abogados, a admitir y relatar la manera en que había asesinado a Molly e Isabel.
Según sus propias palabras, fue una reacción generada por los celos. Aquella noche una tormenta furiosa caía sobre el Bronx. Él se encontraba en las inmediaciones y la mejor opción era ir al departamento de la chica. Tenía sus propias llaves. Cuando llegó, vio como salía y se despedía de Molly un extraño. No es que no supiera de la ocupación de ella, pero mientras no veía nada no le molestaba. Esa vez no lo pudo soportar. Ingresó a la vivienda, discutieron y el un ataque de furia tomó un cuchillo de la cocina y la ultimó. Cuando se calmó y reaccionó, tomó la precaución de limpiar sus huellas.
En el caso de la abogada la decisión de matarla surgió a raíz de una mala jugada que ella le hizo respecto de una pequeña herencia que había recibido de unos tíos que fallecieron y no tenían hijos. Él era el único heredero. El legado consistía en dinero en efectivo y un pequeño departamento. La suma en efectivo ascendía a U$S 30.000. la abogada con gastos irracionales y una abultada facturación de honorarios se había guardado esa suma. En el momento no dijo nada pero, a los dos días pidió mantener una reunión con ella. Aduciendo razones de trabajo solicitó que en el encuentro fuera luego de las 20 horas, a lo cual ella accedió. Él llego más temprano al edificio. Se ocultó en los baños del piso y cuando tuvo la certeza que todos los del estudio se habían marchado, ingresó al bufete. La mujer se puso de pie para recibirlo y sin mediar palabra la había apuñalado.
Preguntado sobre los mensajes pintados en las paredes, respondió:
―Dante Alighieri era un sabio. Supo castigar a los pecadores como correspondía. Yo hice lo mismo. Mandé a cada uno de los que maté al infierno que Dante hubiera elegido. Fui una especie de Rey Minos, examinador de las culpas, en el Segundo Círculo de la Divina Comedia, en el Canto V.
Esclarecidos los asesinatos, luego una pericia psiquiátrica, que lo declaró imputable, a pesar de su delirio místico; tras un breve juicio, Duncan fue condenado a cadena perpetua y confinado en una prisión federal.
Daniel Quinn, en el oscuro archivo del precinto, con olor a moho y papel viejo, sonreía satisfecho mientras buscaba nuevos expediente para llevarse a su casa. Una vez más tuvo la certeza que este pasatiempo suyo de exhumar las injusticias del sistema era el camino correcto. Sostenía, pues así lo sentía, que el libre albedrío nos permite hacer cualquier cosa en la vida, lo único que no podemos hacer es evitar las consecuencias.
Feliz y con renovados bríos, Quinn saludo a todos y se marchó con gruesos legajos debajo de su brazo, listo para enfrentar su soledad y resolver nuevos viejos crímenes.
©Relato: Héctor Vico, 2020
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