Concurso Homenaje a los clásicos, Mañana leeré por Juan Pablo Goñi Capurro
Extracto del relato presentado por Juan Pablo Goñi Capurro para el Concurso Homenaje a los clásicos
Mañana leeré
Me digo que no es más que otra resaca de whisky malo y humo concentrado, pero mi cuerpo no es tan estúpido para creerlo; se mantiene inmóvil, quejándose en silencio. Aprovecho que me permite separar los párpados, estudio el ambiente. Pronto tirarán abajo esta ruina. Cony lo aseguró en una confidencia postcoital: “la municipalidad construirá un centro de convenciones, es un negoción comprar las ruinas para cobrar la indemnización”. Ello lo tenía claro, su marido ejecutaba el proyecto. Por una vez, intenté hacerme con una modesta diferencia. “Pronto”, afirmó convencida; cinco años llevo habitando este estercolero.
Anoche no estuvo Cony, era Red la rubia de turno. Incoherente como su apodo, insistió en meterme en el antro de Joe, convencida de que allí daríamos con Paul, el esquivo amante que se largara con sus ahorros. Debí saber lo que pasaría; ligar con clientes es riesgoso, pero salir con ella tras otro hombre, con su perfume incorporado a la piel, se acerca a la definición de suicidio. Paul no estaba, lo reemplazó el hermano, un gorila que aún no se ha quitado las lianas de las manos. Ahora que lo pienso; se suponía que Red era la ofendida, ¿por qué el energúmeno se nos vino encima apenas la vio? Extendió la mano hacia el cuello de la rubia. Me puse delante.
—Momento, la chica viene conmigo.
—Esta zorra es mía —gruñó, y me apartó de un zarpazo.
Me arrepiento de no haber sacado la pistola; no lo hice porque Joe es tajante al respecto. En cambio, manoteé la primera botella que vi y se la estampé en la coronilla antes que Red diera un tercer alarido. El gigante se desmoronó, la rubia empezó a patearlo e insultarlo. Me descuidé intentando separarla, al comprobar que dañaría más las puntas de sus botinetas que las costillas del cuñado; el dueño de la botella tomó a mal que la empleara y se encargó de dejarlo en claro con ayuda de una silla. El tipo tenía allí sus amigotes y yo solo contaba con una hembra que perdía sus poderes letales fuera de los límites de una cama. Sospecho que Joe me regresó a la pocilga, me queda el recuerdo del aroma a tabaco dulce de su pipa; gesto extraño, Red debió tener que ver con ello.
Hago un recuento de daños. En la cabeza contabilizo dos huevos que no han de mejorar mi gastado aspecto. Los dolores en los flancos, en las costillas y en la zona baja presagian que he de hallar unos cuantos cardenales cuando me embosque un espejo, más no hallo nada roto. Conclusión: los golpes en la mollera me dejaron fuera de combate.
—Lindo detective he contratado, ¿así vas a recuperar mis ahorros?, ¿durmiendo?
Vaya con la rubia; bañada, vestida y bañada otra vez en perfume dulzón. Debí dormir unas cuantas horas. Estoy lento, ha dejado la habitación antes de proponerle que disfrutemos un sueño compartido. Paso del aseo, la encuentro en la cocina, cuidando de no rozar la encimera engrasada mientras se sirve agua en el frasco de mermelada que utilizo como vaso. Dadas las características provisionales que tendría mi paso por la pocilga, no me preocupé por mejorar su aspecto; total, nunca tengo invitados a cenar. Un círculo vicioso de mugre y soledad.
—Tu cuñado, nena, más bien te acusó de algo.
Red elude las paredes; la cartera le cuelga del hombro. Trae vestido breve y zapatillas, como para una excursión aeróbica. En ese caso, vaya que se equivocó de piso. Como escapa al contacto con las superficies, rehúye también la pretendida acidez de mi afirmación.
(Continuará)
©Concurso Homenaje a los Clásicos: Juan Pablo Goñi Capurro para Solo Novela Negra, 2021.
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