Concurso Homenaje a los clásicos, Estrella errante por Ángeles Navarro
Extracto del relato presentado por Ángeles Navarro para el Concurso Homenaje a los clásicos
Estrella errante
Llevamos aquí casi una hora y ese cabrón no sale, dice el sobrino del jefe mirando el reloj. Se dirige a Jonah que, junto a él, vigila la puertecilla trasera del edificio desde un viejo Ford gris. Son varios los coches de los que disponen —cuando no usan alguno robado— para los encargos de il capo, como le gusta llamarlo a Jonah con cierta retranca. Decirlo a la italiana, alega, da más categoría, intimida más. A diferencia de los otros, Jonah es muy leído. Quizás el único entre todos ellos que lee. Eso sí, dice que le gustan solo las novelas del Oeste. Pero ahora Jonah no responde. Saca la cabeza por la ventanilla. Observa. Ni una leve ráfaga de viento penetra en el callejón apenas iluminado por la farola de la esquina.
Qué tío este Jonah, piensa el sobrino, tan callado y siempre con el pitillo en la boca. Una cajetilla de Ducados en el bolsillo superior de la cazadora; la funda con la pequeña Beretta Pico bien sujeta debajo de la pernera del pantalón, cerca del tobillo. Tengo hambre, me suenan las tripas, el sobrino vuelve a intentar entablar una conversación. Jonah continúa en silencio. No tarda en coger la cajetilla, le da un ligero golpe contra la otra mano y un pitillo asoma sobresaliendo entre los demás. De un bolsillo lateral de la cazadora saca un Zippo plateado, original. El sobrino le ha oído decir que esos encendedores de plástico, de usar y tirar, son zarandajas. Para niñatos y gentes de mal fumar. Levanta la tapa, gira la ruedecilla y una buena llama prende el pitillo. Aspira el humo. Echa un poco la cabeza hacia atrás, como queriendo ayudar a que penetre hasta lo más hondo. Lo expulsa por la nariz, aunque otras veces lo hace por la boca formando aros que se deshacen buscando acomodo entre las partículas de polvo que pululan por el aire. Mantiene un ratito el mechero encendido mirando la llama. Vuelve la vista hacia la puerta por donde aparecerá el hombre con el maletín, cierra la tapa del mechero, expulsa el humo por la nariz y chasquea la lengua.
Su aliento, su sudor, todo él huele a tabaco. Cuando se está cerca, fume o no, los demás olores desaparecen, solo huele a tabaco. Negro.
Ninguno de los dos conoce el aspecto físico de su objetivo, el tipo del maletín, pero él sí que sabe de ellos y se acercará al coche para entregárselo. Lo que no sabe es que tienen orden de liquidarlo. Por eso han cogido el Ford, un coche normal que no llama la atención, pero dispone de un buen maletero.
(Continuará)
©Concurso Homenaje a los Clásicos: Ángeles Navarro para Solo Novela Negra, 2021.
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