Centro comercial- Relato
La escritora Yolanda Gil Jaca se estrena como colaboradora con «centro comercial», un relato a tres voces.
Centro comercial
1
No es el trabajo de mi vida, pero oye, a falta de obras, no está resultando tan mal. Lo peor son los turnos de doce horas con un sueldo de mierda. Y lo mejor, la pistola. Sacarme el permiso no me costó nada. ¡Jo, tío! Es que me pongo delante del espejo y ¡zas! La saco a lo Clint Eastwood. Soy el puto amo. Aquí mando yo.
Por ahora no he tenido que usarla. Pero seguro que intimido a los cuatro ladronzuelos de siempre. Desde que la llevo el centro es una balsa de aceite. ¡Joder! Si antes lo digo, antes hay aviso. Sospechoso en la tienda de electrónica. Eso está a la vuelta de esa esquina. ¡Voy! Ahí viene, con un móvil en la mano. ¡Mierda! Me ha driblado, no me jodas.
—¡Alto! —a por él.
El Pilas, un clásico del lugar, drogadicto, escoria. Está colgadísimo, ¡hostia! Se está llevando a todo cristo por delante. ¡Buf! Hasta un carrito de bebé, ¡la madre que lo parió! Pero cómo corre, coño, no puedo. ¿Para qué se mete en el reservado para familias con bebés? Nada, ha echado el pestillo.
—Central. Aquí Federico, del Parc Central. Sospechoso de robo acorralado en aseo, planta dos. Enviad refuerzos y avisad a la Policía, suele ser violento.
¿Qué pasa con la gente? Inconscientes, todos mirando y con los móviles listos para grabarlo todo.
—¡Disuélvanse! Aquí no hay nada que ver.
¡Ei, que sale! La pistola: se acojonará. ¡Joder, no, no! ¿De dónde ha sacado a esa? ¿Y la jeringuilla? Vaya pedazo de cabrón… ¿Cómo hago para que suelte a la chavalita? ¡Dios, qué agobio! Y esta puta pistola, joder, cómo pesa. Y tiembla. Vaya marrón.
—¡Suéltala, Pilas! ¡No la líes, que la Poli está en camino!
—¡No te acerques cabrón!
¿Dónde está la Poli? ¡Mierda! Se van al piso de arriba. ¿Y ahora qué hago, disparo?
2
El Chutes m’ha dicho que o le pago o no me pasa ná más. ¡Qué cabrón! Ya no me fía. Y a mi vieja no le queda ná pa’ vender. L’hijoputa de la tienda m’está controlando. Me la pela. A ver cuál. ¡Este! ¡A correr!
¡Hostia! ¡Qué de peña hay! ¡Jodeeeer, el segurata!
—¡Alto!
¡Corre, Pilas, que viene! ¡Quita, quita! ¡Quitad, putas viejas! ¡Mecagüen el puto carro! ¡A tomar pol culo! Por allí no hay gente. ¿Son los baños? A ver en esta puerta.
—¡Ei, tío, cuidado, que está ocupado!
¿Y esta cría? ¿Por qué no s’ancerrao?
—Calla, zorra.
La’mpujo al fondo. Me la suda qu’esté aquí. Mejor echo el pestillo. M’ahogo, mierda de caballo, m’hace polvo. Cabrón de segurata, quiere entrar. ¿Y la niñata? Me tié miedo, ¿qué cojones creerá que voy a hacerla?
—Oye, tío, tranquilo, vale. Yo me abro, eh, y te dejo solo.
—¡Los cojones, te vas!
¡Hostia, si llevo una insulina! Pues la saco. Está limpia, pero ella no lo sabe, ni el segurata. Esta me saca d’aquí. L’aguja nel cuello acojona.
—Vamos. Ahora m’acompañas.
¡Mierda! El segurata nos apunta con la pipa. ¡Qué hijoputa!
—¡Suéltala, Pilas! —No sé cómo me conoce— ¡No la líes, que la poli está en camino!
—¡No te acerques cabrón!
La niñata llora. Pues que llore, que nos vamos pa’l tercer piso. Luego ya veré.
3
Mi madre es una plasta, ¡joder! A ver si se entera de que ya no soy una niña. ¡Que tengo catorce años! No vuelvo a venir con ella de compras nunca más. Prefiero no salir a la calle antes que ponerme esas mierdas que pretendía comprarme. «¡Si estás monísima con eso!» Vamos, no me jodas. Que voy a ir al insti y se van a descojonar. El finde que viene, que estoy con papá, le pediré pasta, que él sí se enrolla, y me compraré lo que me salga del coño.
Monísima, no, quiero estar sexy, que no se entera. O sí, lo que pasa es que ella ya es vieja y tiene envidia de que yo estoy toda buena. Y eso le jode. Está amargada desde que la dejó papá. Y se dedica a putearme a mí. «¿Con quién has quedado? ¿A dónde vas a estas horas? No le des tu número a cualquiera. No subas esas fotos a Instagram.» Todo el día queriendo controlarme. Que le den.
Vaya pedazo espejo ponen en los aseos para madres con bebés. ¿Un selfie poniendo morritos? ¡Qué coño, con este pedazo espejo, mejor un belfie! Y lo cuelgo. ¡Se le van a caer las bragas cuando me vea con el culo al aire! ¡Hala, listo! ¿Qué es ese jaleo que hay fuera?
—¡Ei, tío, cuidado, que está ocupado!
¿De dónde sale este pintas? ¿Y ese Iphone 7 que lleva?
—Calla, zorra.
Vaya empujón me ha dado y ahora echa el pestillo. ¡Jo! Va superacelerado, debe de ir hasta el culo de algo. ¡Ay!, alguien quiere entrar. ¿Por qué me mira así? ¡Joder! Si mi madre no me hubiera hecho cabrear, ahora no estaría aquí con este. Estoy cagada, esa mirada de loco… Lo mejor es que me pire.
—Oye, tío, tranquilo, vale. Yo me abro, eh, y te dejo solo.
—¡Los cojones, te vas!
Guarda el móvil y… ¡una jeringuilla! ¡Joder, joder! Seguro que me pega algo.
—Vamos. Ahora m’acompañas.
Con la aguja en el cuello me da miedo tragar saliva y hasta respirar. ¿Salimos? Pues ahora intento escaparme, a este tío le doy una patada en los huevos y seguro que le puedo. ¡Hostia, aquí hay un montón de peña! ¿Y el segurata? ¿Qué hace con esa cara de pasmado? Por mucho que le grite y le diga que viene la poli, este no me va a soltar. ¡Que use la pistola! Lloro. Mamá, ¿dónde estás? ¡No quiero que me pase nada! ¡Mamá, por favor, ayúdame!
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