CAZADOR por César Augusto Villamizar

— Supongo que te gustó la carne que preparé. A mí me encantó, tanto que voy a repetir esta noche.

Daniel López observa a su amigo Dimas Mendoza, quien, con la boca llena, asienta con su cabeza para responderle.

— Claro, tú sabes que cocinas muy bien, desde hace años. Y a la carne le pones ese toque extra, expresa Mendoza tras culminar el bocado.

Ambos se conocen desde niños en el barrio donde aún viven. Han pasado más de treinta años desde que estudiaron la primeria en la vieja y única escuela del sector campesino.

Daniel, luego de dejar sus estudios de bachillerato y quedar huérfanos de padres, se dedicó a la cacería furtiva y a realizar varias labores para ganarse la vida. Vive solo en aquella casa rural, rodeada de árboles y animales, dode ahora ambos se encuentran.

— Es hora de irme, Daniel. Gracias por la invitación…

— No te vayas aún, Dimas. Te mostraré los últimos animales que he casado.

— Lo que cazas lo preparas bien. ¿Qué comimos hoy?, pregunta Dimas.

— Pues, un cabrito. Lo cacé ayer. Casi se me escapa.

Los dos viejos amigos han vivido los últimos diez años en medio de un misterio que ellos y el resto del pueblo aún no encuentra salida: Seis de los jóvenes del barrio han desaparecido sin motivos aparentes.

Aunque las autoridades policiales presumen que los chicos se han ido por su cuenta a la capital, sus familiares y vecinos no comparten esa opinión y, por más que los han buscado por numerosos lados, aún guardan esperanzas de verlos de nuevo.

Daniel y Dimas son contemporáneos, ambos tienen 35 años, al igual que los seis amigos suyos desaparecidos, cuatro de ellos de 34 años y dos de 36.

El último que desapareció sin dejar rastros fue Enrique, de 36 años, padre de dos niños y obrero. Hace un mes fue la última vez que lo vieron en el barrio.

— Es que la desaparición de Enrique es tan rara. Cómo se va a ir dejando a su mujer e hijos.  Eso no tiene sentido, lamenta Dimas mirando de frente a Daniel.

A diferencia del resto, Enrique era el único casado y con hijos, por lo que desaparición ha sido la más misteriosa.

Daniel encoge los hombres y hace una mueca con sus labios.

— Mmm.  Quién sabe qué sucedió…, responde en voz muy baja el cazador.

— De los seis, algo me dice que Enrique es un caso diferente, insiste Dima.

Los dos amigos guardan silencio por varios segundos. Dimas mira alrededor como buscando a sus amigos de la infancia desaparecidos.

Daniel lo mira de reojo. De repente voltea a las dos cajas refrigeradoras donde conserva la carne de los animales que durante un tiempo ha cazado.

— Creo que nos ha faltado más unión y deseos de hacer algo por nuestros amigos, reflexiona Daniel.

Dimas regresa en sí. Lo mira y frunce el ceño. ¿A qué te refieres?

— Bueno, que nos faltó mayor unión para buscarlos por todos lados, responde Daniel.

Dimas queda pensativo. Respira profundamente y responde: “Es posible, pero parece un poco tarde”.

Dimas alza su mano derecha y se despide, mientras Daniel lo mira en silencio.

La puerta se cierra. Daniel sonríe hasta que carcajea unos segundos.

Se acerca con lentitud a una de las cajas refrigeradoras. La abre. Sonríe nuevamente. Toma con su mano derecha un trozo de carne roja y con poca grasa.

— Enrique, tu carne parece la más rica que la de Jaime, Raúl, Richard, Wolman y Jorge…

 

©Relato: César Augusto Villamizar, 2020.

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