BASILISCO de Jon Bilbao por Teresa Suárez
Basilisco de Jon Bilbao
Sinopsis:
«Insatisfecho con su trabajo como ingeniero, el protagonista de Basilisco se traslada a California, donde conoce a dos personas que cambiarán su vida: Katharina, una joven que acabará siendo su mujer, y John Dunbar, un trampero, veterano de la guerra de Secesión y pistolero ocasional que lleva muerto más de un siglo. Dunbar encarna lo más genuino del Lejano Oeste».
Alguien furioso («Tú, John Dunbar, que ardes en tu rabia sin nunca consumirte, eres el Basilisco»), dañino, sumamente airado… Ese es el protagonista de la novela.
Un ingeniero de minas, licenciado en Filología inglesa, que trabaja como traductor y reside en Bilbao… Ese es el autor.
Una lectora impaciente… Esa soy yo.
Gracias al destino, bueno, más bien a una recomendación literaria de Twitter (una de esas que abundaban antes de que viniera a “joder la marrana” el X man que la ha comprado), elegí Basilisco en la Feria del libro de Toledo.
¡Fue todo un acierto!
Aunque, según recogen las estadísticas oficiales, sea el nuestro un país donde la producción libresca goza de buena salud, no es tarea fácil encontrar novelas que destaquen, sea por el motivo que sea, entre ese maremágnum de páginas en papel u otros soportes.
La repetición es la norma, especialmente si el esquema en cuestión, por manido que esté, proporciona al autor o autora un pelotazo veraniego que dispara las ventas de su obra y la coloca en el pódium de las ficciones aspirantes a serie Netflixera.
Por eso, cuando, sin buscarlo, encuentras algo tan distinto como este Basilisco, te enganchas sin remedio.
Sí, solo una novela ha bastado para crearme una fuerte dependencia emocional, en ocasiones física, hacia la escritura de este riosellano.
Con un estilo narrativo sorprendente, si lees a Jon Bilbao no hay escapatoria. Te quedas.
La originalidad es la norma.
En la novela no solo se entremezclan pasado y presente, sino que, en un alarde de singularidad, entre las páginas doscientas y la doscientas diez, realidad y ficción se dan la mano. Se trata de un episodio extraño que, en un principio, te descoloca para, a continuación, dejarte perplejo sobre lo que estás leyendo:
«John Dunbar flotaba (…) como en un sueño, vio con sus ojos y, al mismo tiempo, se vio a si mismo desde el exterior. Estaba dentro de otra persona, un hombre mucho más grande que él (…) Dunbar veía a alguien vestido con pantalones y camisa, de cabello moreno y ondulado, delgado y alto, rostro afeitado, mediana edad. En el centro del pecho, no obstante, como si allí se abriera una ventana circular, Dunbar se veía a si mismo mirando aterrado hacia afuera».
El autor deja de imaginar al personaje en su cabeza y es éste quien, viviendo una experiencia extracorpórea, se mete en la mente del escritor para sentir la misma frustración que, en la mitad de su vida, siente su desengañado creador.
Mientras tanto al lector, como si del multiverso se tratara, se le muestran las propiedades de los tres mundos. El violento de John Dunbar. El de su creador, un ingeniero atraído por la escritura, hastiado de las responsabilidades y renuncias que exigen tanto la paternidad no deseada como el matrimonio mal entendido.
Y con ellos, el de Jon Bilbao, una moderna Sherezade («¿Queréis que os cuente una historia de Virginia City? De cuando la ciudad y la gente que vivía en ella no se parecían en nada a lo que habéis visto hoy») que, enlazando una narración con otra, no solo adentra al lector en el lejano Oeste, sino que, además, se garantiza toda su atención porque la historia por venir, se anuncia más emocionante y asombrosa que la anterior.
En Basilisco fondo y forma («Cuando los mineros vieron a los tres hermanos, ni siquiera pensaron que el whisky del salón les confundía la vista, creyeron directamente que se hallaban ante algo no terrenal, una avanzadilla de las huestes angélicas. Rubios y sonrosados, los trillizos parecían querubines con revólveres. Las congelaciones sufridas en inviernos anteriores los habían mutilado; a uno le faltaba la nariz, a otros tres dedos y al tercero, las orejas. Poco más permitía diferenciarlos») van de la mano.
Con autores como Marcial Lafuente Estefanía en el recuerdo, y el mejor duelo al sol que cualquier aficionado al Western pudiera soñar («Yo no tengo ninguna deuda contigo, podía haber dicho John (…) En lugar de eso desenfundó. Debajo del capote llevaba una pareja de Colts Walker, el modelo más grande y pesado de revolver que se había fabricado nunca. Cuatro libras y media descargado (…) Disparó al Tilburg situado a su izquierda, se volvió y disparo al que tenia a la espalda, antes de que ellos llegaran a apretar el gatillo (…) Uno murió en el acto. El otro, medio vivo, se revolcó un momento como si tuviera prisa por meterse bajo tierra y luego se quedó inmóvil»), Jon Bilbao nos hace transitar del Oeste a la dura realidad.
Bilbao es un cronista sugerente que rebosa ambos géneros.
Ni escatima violencia en uno («En la cresta, un sinuoso pino piñonero (…) Había alguien atado a él (…) Tenía la cara ensangrentada. Cuando llegaron a su lado descubrieron que le habían cortado los parpados y la lengua (…) Treinta pies más abajo, en el fondo de un desfiladero, vio un amontonamiento de cuerpos con el uniforme azul del Ejercito, y a escasa distancia los restos de un puñado de civiles»), ni adorna el desencanto en el otro («El viento le revolvía el pelo al niño y se lo echaba sobre la cara. (…) Lo vi como a un desconocido que se había instalado por sorpresa en mi casa, con su equipaje inagotable de necesidades y caprichos, alguien que me hacía perder horas incontables sentado junto a su cama cada noche porque era incapaz de dormirse solo, alguien por culpa de quien me levantaba por las mañanas más cansado que al acostarme»).
De hecho, su empeño en reflejar la frustración de hombres y mujeres, ante su incapacidad para lograr los ideales de pareja, paternidad-maternidad y vida perfectos, me ha recordado, mucho, a la rotundidad y franqueza de Richard Yates.
Por eso, en ocasiones, al igual que sucede con Yates, Jon Bilbao te acongoja.
No puedes evitarlo.
©Reseña: Teresa Suárez, 2023.
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