Bajo la doble lupa de… LA FORJA DE UNA REBELDE por Anna Miralles y Manu López

 

LA FORJA DE UNA REBELDE

 BAJO LA DOBLE LUPA DE…

Anna Miralles y Manu López Marañón

 

 

RESEÑA DE ANNA

 

La forja de una rebelde sitúa la trama a finales del mes de abril de 2020, época que difícilmente olvidaremos porque fueron los días en que nuestra vida cambió, en que el mundo se detuvo. Vivimos un confinamiento que se alargó más de lo esperado a causa de una pandemia de la que, dos años después, todavía no nos hemos librado. Ciudades vacías, gente encerrada en sus casas, distanciamiento social, uso de mascarillas, miedo, enfermedad y muerte es lo que asociamos inevitablemente a esos días. Este será el contexto en el que transcurre la segunda entrega de la serie que Lorenzo Silva y Noemí Trujillo iniciaron en 2019 con Si esto es una mujer con la inspectora de homicidios Manuela Mauri como protagonista.

En un Madrid distópico, se produce el doble crimen del empresario Diego Vargas y de su pareja, Valentina Soares, a quienes han disparado con una escopeta de caza. La joven Carlota, hija de Vargas, es quien encuentra los cadáveres en el chalé familiar. El aviso sorprende a Mauri acompañando a su íntima amiga Martina que acaba de perder a su madre víctima del maldito virus. Los delitos siguen, aun en plena pandemia, y la inspectora debe hacerse cargo de la investigación por lo que se dirige de inmediato al lugar del crimen. Pronto se descarta que el móvil del doble asesinato sea el robo, el desorden de la casa es tan evidente que los investigadores enseguida lo atribuyen a una burda puesta en escena. Mauri y su equipo deberán emplearse a fondo para averiguar quién o quiénes están tras estas dos muertes y empezarán por indagar en el entorno más cercano del empresario.

Dos tramas se desarrollan en La forja de una rebelde: por un lado, seguiremos a la protagonista en su minuciosa investigación hasta descubrir la verdad acerca del doble asesinato y se detallará con meticulosidad el procedimiento policial que se llevará a cabo; por otro, existe una trama personal que nos permitirá conocer a fondo a la inspectora.

Manuela Mauri no se encuentra en su mejor momento pues diferentes acontecimientos están alterando su vida y anímicamente se siente muy vulnerable. La relación con su hijo mayor, un adolescente de 17 años, está seriamente tocada. David se muestra irritable y se enfrenta tanto a su madre como a su pareja, Alberto, con el que lleva unos dos años de relación tras el divorcio de su ex, Javier. El confinamiento ha provocado roces y Alberto pierde la paciencia con frecuencia con las salidas de tono y falta de responsabilidad de David. Esta situación acaba por afectar la relación de pareja. Además, Manuela no termina de superar la muerte de sus padres hace cuatro años. Y si a todo esto se le añade la pandemia, estamos ante una mujer especialmente frágil que observa cómo su día a día se está complicando mucho.

La novela tratará con detalle la brecha generacional y la rebeldía de unos hijos adolescentes que llevan bastante mal el encierro forzado provocado por el virus. Los problemas de Mauri con su hijo David no serán una excepción en la historia. Veremos cómo los conflictos entre padres e hijos existen también en otros personajes de la novela (como la nula relación entre Carlota, hija del empresario asesinado, y su madre; o la propia inspectora que tuvo sus desencuentros con la suya). Noemí Trujillo y Lorenzo Silva utilizarán los personajes femeninos adultos para reflexionar acerca de la maternidad y las distintas formas de vivirla. Se incide en la enorme responsabilidad que supone criar y educar a los hijos, y cómo les puede llegar a influir quiénes somos y lo que hacemos.

«En cuántas de las cosas que hicieran mal mis hijos llevarían mi sello, la huella de mi dispersión, mi inconsistencia, mi distancia o mi torpeza a la hora de darles el calor que necesitaban. En que, más allá de mi dolor por sus tropiezos, la cuenta la iban a pagar ellos y más les valía asumirlo antes de que se la presentaran al cobro».

Sin ser una novela sobre la pandemia, sí que esta será un referente constante a lo largo de las dos tramas. La situación excepcional que se está viviendo afectará al desarrollo de la investigación y ya hemos visto cómo también afecta a la inspectora en lo personal. Los lectores reconoceremos situaciones y nos identificaremos con actitudes que adoptarán los personajes. La forja de una rebelde servirá como testimonio de una época vivida. Silva y Trujillo retratan la realidad de esos días en que la pandemia pasó a formar parte irremediablemente de nuestras vidas: se habla de hospitales que no dan abasto, de la entrega y agotamiento de los sanitarios (Alberto, pareja de Manuela, es uno de ellos), del caos de las residencias de ancianos, de la saturación de las incineradoras debido al constante goteo de muertos, etcétera; y se reflexiona sobre las consecuencias que un confinamiento tan largo puede tener en actos violentos y en la delincuencia.

«–No somos psicólogos ni psiquiatras, nuestro trabajo es otro; pero creo que el confinamiento, con la convivencia forzada que trae consigo, está propiciando alguna violencia y más de una muerte».

El homenaje que Lorenzo Silva y Noemí Trujillo hacen a la literatura en su novela es evidente. Son numerosas las referencias a autores y obras: Cortázar, Kohout, Sjöwall y Wahlöö, Alexandre Dumas, Herman Melville… Y especialmente, dos libros serán determinantes en el desarrollo de la trama policial: Diez negritos de Agatha Christie y La forja de un rebelde de Arturo Barea. La lectura supuso en los duros meses de confinamiento una vía de escape, una forma de recuperar la calma, de huir de la realidad para trasladarnos a otros espacios, a otras épocas y vivir otras vidas. La lectura nos ayudó a afrontar la nueva situación, sumergidos entre libros fuimos más libres. Un efecto positivo del confinamiento para la protagonista fue adquirir el hábito de compartir lecturas con su hijo pequeño, dedicarse un tiempo que les permitía olvidar lo que sucedía fuera para disfrutar del placer de historias como las que les brindaban Colmillo blanco, Los tres mosqueteros o Moby Dick.

 La forja de una rebelde es una novela que se lee muy bien y es especialmente interesante por la manera cómo los autores consiguen combinar las dos tramas que se van desarrollando a lo largo del libro. Queremos saber quién cometió el doble crimen, pero también nos interesamos por las vicisitudes de Manuela a la que, debo confesar, le he tomado un gran cariño. Los autores han construido una protagonista sólida y creíble, tremendamente humana que mete la pata y se equivoca en numerosas ocasiones porque no es perfecta. No estamos ante una superwoman que todo lo puede, sino que es una mujer real con problemas reales que en ocasiones la superan, pero que no tiene más remedio que afrontar para mejorar su vida y la de los suyos. Mauri busca ante todo ser honesta consigo misma y con los demás, hace examen de conciencia y concluye que en su caso la pandemia sí la ha hecho mejor persona y, sobre todo, mejor madre. Ahora es capaz de realizar concesiones sentimentales imposibles antes de la llegada del virus.

Mauri se aleja del estereotipo de policía impulsiva y ruda al ser una mujer culta, interesada por la Historia (una de sus grandes pasiones) y reflexiva. En este sentido, aun siendo personajes muy distintos, me ha recordado mucho a Rubén Bevilacqua. Como él, cita a historiadores clásicos para mostrar que los comportamientos humanos se repiten, que los tiempos son otros, pero la historia no deja de ser la misma.

«Ya por aquellos días en los medios se empezaba a especular sobre si la experiencia de pandemia nos haría mejores. Yo, que había leído con aprovechamiento a Procopio de Cesarea en los lejanos días de mi juventud, cuanto intentaba ser historiadora, me temía que ocurriría lo mismo que él refería de la peste de Bizancio del año 542 […]: en cuanto  se perdiera el miedo todo el mundo regresaría, con más brío, a los vicios de antes, sin mejora moral perceptible».

Auguro una larga vida literaria a la inspectora Mauri, en La forja de una rebelde ha crecido como personaje y seguro que Lorenzo Silva y Noemí Trujillo nos regalarán nuevas entregas de esta serie.

 

RESEÑA DE MANU

 

Dejó dicho Ricardo Piglia cómo en las novelas policiales el lector sabe (o imagina bastante aproximadamente) qué le espera con el libro que tiene entre manos. Y ese conocimiento previo funciona como un modo de leer que define el género mismo. A mí, con la rama más robusta del noir –la que se ocupa de investigaciones criminales– me sucede que al comenzar otra nueva temo que resulte repetitiva, innecesaria.

En la segunda entrega de esta incipiente saga protagonizada por la inspectora de policía Manuela Mauri, Lorenzo Silva y Noemí Trujillo no se han propuesto renovar ni, menos aún, parodiar la novela policíaca. Eligiendo una narradora de aromas clásicos, –y en primera persona–, arman un caso en el que ciertamente nada falta, y donde la intriga, como exigen los cánones, se mantiene hasta el capítulo final. Siendo el responsable de esta reseña tenaz partidario de la innovación y la heterodoxia (para cualquier libro de hoy, no solo para el tipo de intriga que nos ocupa), ello no me impide reconocer que cuando las tramas detectivescas vienen bien urdidas y los investigadores resultan atractivos, como ha sido en este caso, disfruto no poco.

La forja de una rebelde se aleja de las excesivas complicaciones a las que nos llevan demasiadas novelas policíacas, ininteligibles de tan enrevesadas…

El oficio de Lorenzo Silva y Noemí Trujillo destaca en La forja de una rebelde a la hora de servirnos una narración transparentemente armada, en ningún momento despendolada para que el lector pierda el hilo a las pocas páginas. Muy al contrario: para resolver el crimen cometido en una urbanización de Alcalá de Henares (un matrimonio de buena posición tiroteado con una escopeta de caza y descubierto por su hija) todo sigue un minucioso orden procedimental para que, al mismo tiempo que los policías, el lector desenmascare a los culpables del doble asesinato (sintiéndose parte del libro, sensación que yo, invariablemente obtuso, agradezco).

La forja de una rebelde atrapa la rutina diaria de una brigada policial en acción, acomodando el realismo cotidiano de épocas pasadas a las vicisitudes y adelantos propios de este siglo XXI azotado por la pandemia del Covid 19 (la novela se desarrolla entre abril y diciembre de 2020): las evidencias detectadas por la policía científica, las reuniones del equipo de investigación, los interrogatorios de sospechosos, la llegada de informes forenses y de atestados de los peritos sobre la escena del crimen, el visionado de lo grabado por cámaras de seguridad, la redacción de informes, todo, absolutamente todo, viene mediatizado y ralentizado por las medidas de seguridad impuestas durante el confinamiento de los primeros meses y por las que después siguieron.

Sin desmerecer a Manuela y a su equipo (con los subinspectores Rafael Gutiérrez y Miguel Gallardo a la cabeza), resalto cómo en esta obra el mayor interés recae sobre la propia investigación criminal. Me pasa con novelas del ciclo Bevilacqua y Chamorro, pero también con Los fresones rojos de Esteban Navarro, con Entre la lluvia de Alberto Pasamontes o con Corazones negros de Noelia Lorenzo, por citar ejemplos que mantengo en el recuerdo. La narratividad policial tira con fuerza de unos investigadores, bien sobradamente conocidos y con carisma suficiente –como son los guardias civiles de Lorenzo Silva–, bien con otros no tan mayoritariamente leídos: así, los policías Moisés Guzmán y Goyo Barral, o el suboficial Jon Ander Macua y la agente Eider Chassereau, pertenecientes a la Ertzaintza (policía vasca).

Abundan en el acierto los autores durante el trazo de personajes, perfilándolos con rápidos y sugestivos apuntes. Aparte de lograr personalidades creíbles (tanto en policías como en sospechosos) evitan así el escollo de una excesiva profundización psicológica entorpeciendo el desarrollo de los hechos. Con la inspectora Manuela Mauri, no demasiado atractiva pero sí leída, ingeniosa, eficaz y buena compañera (a quien su situación familiar –divorciada con dos hijos, el problemático adolescente David y el pequeño Manuel– la lleva por el camino de la amargura), con ella Lorenzo Silva y Noemí Trujillo logran un personaje nunca gratuitamente complejo que desde el principio empatiza con el lector.

Perdurable asimismo resulta el equipo de investigación que asiste a Manuela. Con experiencia y contrastada eficacia colabora a desentrañar el complicado –al principio incomprensible– caso. Pero es sin duda la inspectora Mauri, una cuarentañera que a su capacidad de iniciativa añade las dosis justas de osada intrepidez, quien juega el papel trascendente en unas pesquisas que avanzan sin el menor asomo de solapamientos ni repeticiones.

El lector que disfruta con una investigación policíaca está de enhorabuena. Nada echará a faltar en La forja de una rebelde; sus fases se desarrollan punto por punto ante sus ojos. Al sensato aclaramiento del crimen lo acompañan los infaltables interrogatorios, la aparición de variopintos sospechosos, alguna deriva impensable y una creíble dosis de fortuna. La competente brigada policial, capitaneada por Manuela y bajo la supervisión del inspector jefe Carrasco, trabaja sobre el terreno con exhaustivas inspecciones. Medios tecnológicos tan adelantados hoy como son las escuchas telefónicas y el rastreo de ordenadores (una vez recibidas las preceptivas autorizaciones de la juez) completan al detalle esos retratos de la pareja asesinada, esbozados primeramente por quienes los trataron dentro del entorno familiar y laboral.

Cada nueva revelación añade una capa de misterio y la acumulación de informaciones conduce a una incertidumbre generalizada, en un ambiente de misterio que impregna al conjunto del relato y que la sorpresiva resolución final despeja a completa satisfacción… Y es que una vez presentado el crimen, las malas o regulares novelas policíacas resuelven el enigma con esquemas muy previsibles y produciendo cansancio, algo muy ajeno a lo que aquí ocurre.

Por ello no debe extrañar que un servidor, resignado consumidor de estas ficciones, se solace cuando da con una bien estructurada y ambientada, en la que el talento del autor (en este caso autores) por despertar y mantener el interés despunta hasta la última frase. Saber dar a la construcción de la historia el plus que vaya más allá de exponer y desmontar a un culpable desvela quiénes son realmente capaces de dejar sobre nosotros ese poso de malestar tan perseguido y de complicada ejecución –algo cada vez más insólito, pese a esa proliferación de quienes lo intentan.

El maestro Lorenzo Silva lleva haciéndolo en España, y a modo de pionero, desde que allá por 1998 publicó El lejano país de los estanques, libro inaugural de los guardias civiles. Acabo de comprobar cómo, acompañado por Noemí Trujillo en esta coautoría, ese nivel de interés y calidad literaria es sostenido durante la saga de Manuela Mauri, una saga iniciada en 2019 con Si esto es una mujer. Que no decaiga.

 

ENTREVISTA CON LORENZO SILVA Y NOEMÍ TRUJILLO.

 

PREGUNTA ANNA:

 

  1. 1. Mientras leía La forja de una rebelde y cuánto más sabía de su protagonista, me resultó inevitable recordar a Rubén Bevilacqua. Manuela Mauri es muy distinta al guardia civil, aunque comparten algunos intereses.

Me gustaría que nos explicarais cómo surgió el personaje de la inspectora y cuáles son las premisas de las que partís para construirlo.

NOEMÍ TRUJILLO: El personaje lo creó Lorenzo en un relato corto que se publicó en 2016 y posteriormente me invitó a desarrollar la figura de Manuela Mauri en una novela, tarea que nos ocupó varios años hasta que se publicó el primer libro de la serie en 2019. Si acepté la propuesta de Lorenzo fue porque me gustaba que fuera mujer, que estuviera a cargo del Grupo de Homicidios, y que tuviera dos hijos. Eso me permitía explorar la maternidad en la novela negra y me apetecía mucho. Algunas de las premisas importantes para mí son que Manuela Mauri no es una supermujer, ni una superpolicía, ni una supermadre. Eso sería muy aburrido. Es una persona que, como tú y como yo, a veces se equivoca y mete la pata y después tiene que intentar arreglarlo.

LORENZO SILVA: En efecto, como dice Noemí, la primera piedra la puse yo, de una forma bastante accidental y un tanto inconsciente. Era un personaje abocetado a la medida de la historia, el asesinato en Carabanchel de un joven de origen latinoamericano, cuya autoría se sospecha relacionada con peleas entre bandas. Manuela aterriza en ese crimen con una mochila personal que la tensa y le endurece el carácter. En la primera novela, Noemí aportó la idea de que la empezara rota, apartada del servicio por un oscuro incidente y una prolongada baja psicológica, de la que la rescata la investigación de la muerte de una prostituta por la que nadie parece estar demasiado preocupado. A partir de ahí, también en esta segunda novela, Manuela se ha ido enriqueciendo página a página con sus aportaciones. Ahora ya no la concibo sin ella.

  1. ¿En qué ha cambiado Mauri respecto a vuestra anterior novela, Si esto es una mujer? ¿Podéis avanzarnos si tenéis ya prevista una tercera parte de la serie?

NT: En la primera entrega Manuela comienza en un mal momento, está de baja debido al shock que ha sufrido al presenciar el suicidio de su inspector jefe, que además era su pareja sentimental. La resolución del primer caso le devuelve la autoestima, pero el libro termina en un viaje a Benin City del que el lector nada sabe, pero que produce un profundo cambio en Manuela Mauri. Podemos decir que el primer libro cuenta la pérdida de confianza en ella mismo y cómo, tras resolver la investigación, recobra la serenidad. El segundo libro debería haber comenzado bien, Manuela Mauri ha recobrado la serenidad y tranquilidad perdidas, pero ha llegado la pandemia a ponerlo todo patas arriba. Tras la resolución del segundo caso consigue poner algo de orden en su casa y en su relación con Alberto, pero no del todo. El arco completo del personaje lo veremos en el tercer libro, en el que ella estará en su mejor momento.

LS: Hay poco que añadir a lo que dice Noemí, ir más allá sería anticipar la tercera historia. De lo que vive en esta segunda novela, puedo añadir que su experiencia del dolor ajeno y del fracaso propio, en el contexto enrarecido y apabullante de la pandemia, suaviza algunos rasgos de su carácter. La hace menos desabrida. Como en cierto modo hemos descubierto todos, comprende que la vida es demasiado frágil para dejar de cuidar lo que queremos.

 

  1. 3. Lleváis ya unas cuántas novelas escribiendo a cuatro manos (Suad y El palacio de Petko, novelas juveniles; Nada sucio protagonizada por la detective Sonia Ruiz; y Si esto es una mujer, la novela con la que arrancasteis en 2019 la serie de Manuela Mauri).

 

¿De quién fue la idea de escribir juntos? Habladnos de las ventajas e inconvenientes, si los hay, de escribir a cuatro manos. ¿Cómo os organizáis?

NT: Hace diez años que escribimos juntos, siempre digo que esto no es una moda a la que nos hemos sumado ahora. Hemos escrito juntos cinco veces y las cinco veces sucedió por una propuesta previa de Lorenzo. Si él no me hubiera animado yo no me habría decidido. Lorenzo suele decir que escribe novela negra por Raymond Chandler, yo escribo novela negra por Lorenzo Silva. Y he aprendido muchísimo. Entre las ventajas estaría, sin duda, ese aprendizaje. Entre las desventajas: mezclar lo personal y lo profesional. La promoción de La forja de una rebelde ha sido bastante intensa y recuerdo que en algún momento he sentido que añoraba hacer algo con Lorenzo sin que hubiera trabajo de por medio…

LS: Es verdad que siempre hemos partido de propuestas mías, salvo quizá en Suad, donde Noemí es demasiado modesta: mucho de esa historia viene de una Suad real a la que ella conoció y yo no, y aunque yo la animara a escribir una novela juvenil inspirada en ella, suya fue la idea de compartirla. Escribir a cuatro manos es un proceso laborioso, conlleva consensos, una preparación más minuciosa y una revisión que también lleva más tiempo; pero el trabajo duro que requiere la redacción primera puedes repartirlo, y tiene otra ventaja fundamental: sumar a tus buenas ideas las buenas ideas de otro. Eso siempre te descubre algo que no esperabas, incluso en tu propia escritura.

 

  1. 4. Una particularidad de la serie es que Si esto es una mujer y La forja de una rebelde son claros homenajes a dos escritores: a Primo Levi en el caso de la primera, escritor italiano ferviente antifascista, y a Arturo Barea, autor extremeño que escribe buena parte de su obra en el exilio. En las dos novelas hay claras referencias a estos autores y los títulos son guiños a sus obras más emblemáticas (Si esto es un hombre de Levi; La forja de un rebelde, la famosa trilogía de Barea).

¿Este interés por relacionar vuestras novelas con autores emblemáticos fue algo premeditado o surgió de manera espontánea al trabajar en el primer libro y decidisteis que se repetiría en La forja de una rebelde y, también, en próximas entregas de la serie?

NT: Surgió de manera espontánea en el primer libro y decidimos que se repetiría en las próximas entregas. La intertextualidad ha estado siempre presente en mis poemas y es una característica específica de la serie de Manuela Mauri. Estos homenajes son para mí muy especiales, hasta el punto de que se han convertido en el momento creativo que más disfruto: elegir a qué autor o autora del siglo XX le vamos a hacer el homenaje literario en el próximo libro.

LS: También esta es una idea de Noemí, que secundé con gusto. Me gusta que Manuela sea una policía que lee (existe ese tipo de policías, los conozco) y que desde esa condición de lectora afronte e interprete los casos. También que la novela negra, tantas veces considerada subliteratura o literatura menor, dialogue con la gran literatura. Y en los dos casos, las obras que hemos elegido nos han suministrado una metáfora poderosa para iluminar nuestra propia historia. En la primera, la despersonalización de los prisioneros de los campos como metáfora de la despersonalización de las víctimas de trata; en la segunda, la reflexión sobre cómo convertir la rebeldía en fuerza creadora, y no en ese impulso destructivo (y autodestructivo) que a menudo termina siendo.

 

  1. Han transcurrido ya dos años del estallido de la pandemia y del confinamiento y, aunque el virus sigue entre nosotros, el tiempo que ha pasado nos da cierta perspectiva que nos permite reflexionar acerca de si realmente lo vivido nos ha hecho mejores personas o, por el contrario, como se menciona en el libro a propósito de las lecturas de Manuela, «en cuanto se perdiera el miedo todo el mundo regresaría, con más brío, a los vicios de antes, sin mejora moral perceptible».

 

¿Qué opinión tenéis al respecto?

NT: Nos han hecho esa pregunta durante la promoción muchas veces y tengo la sensación de haberla contestado siempre mal. Creo que el problema está en la forma de plantearla, ¿hemos salido mejores o peores? Tendemos siempre a plantearlo todo en términos muy polarizados. A mí, a nivel personal, me cuesta mucho creer que la pandemia del Covid pueda dejarnos indiferentes. No sé si saldremos mejores o peores, pero sí creo que ha dejado una huella en nosotros y que debemos hacer un esfuerzo por interpretarla.

 

LS: Uno sólo mejora si está en su actitud mejorar, no depende tanto de lo que le pase. La misma experiencia envilece a unas personas y regenera o redime a otras. Quizá hemos sobrevalorado el potencial ejemplarizante de la mortandad y la adversidad que trajo la pandemia. Pero para las personas dispuestas a rectificar, reflexionar y no repetir errores, han sido unos tiempos de aprendizaje sin igual. Seremos otros, eso está claro, y del dolor saldrá algo bueno. Pero no esperemos abolir esas fuentes del mal que son el egoísmo y la indiferencia.

 

  1. En los Agradecimientos se dice que el 14 de marzo de 2020 falleció la madre de Noemí Trujillo.

¿Cómo ha sido el proceso de escritura de esta novela en cuanto a manejar las emociones y el duelo tras sufrir una pérdida tan dolorosa?

NT: Ha sido difícil, sobre todo al principio. Mi madre murió el mismo día que se anunció el estado de alarma. Mi hermana pequeña estaba en Ibiza, mi hermano en Brasil, mi padre en Barcelona y yo en Toledo. Recibir el présame por teléfono, los abrazos por teléfono, durante mucho tiempo estuve muy rara. Lógicamente, no me puse a escribir inmediatamente, pero sí tuve claro que quería abordar literariamente la pandemia y más cuando todo el mundo en la literatura, en aquel momento, la estaba evitando. Manuel Vázquez Montalván escribió un poema titulado Olvidable la muerte de todos; la muerte de todos, a título personal, es olvidable. Pero con la pandemia del Covid hemos vivido un proceso de muerte colectiva. Muchos hijos se han quedado sin sus padres, como yo. Y por ese motivo quise abordarlo en el libro y aparece en el primer capítulo.

LS: En mi caso, acompañando a Noemí en su dolor, y sin haber sufrido yo una pérdida comparable, me ha servido para aguzar la sensibilidad, para no dejar de tener presente una idea: la respuesta ante la pandemia de cada uno depende del tamaño de sus pérdidas, y estas no han sido las mismas para todos. Conviene no olvidar a quienes salieron peor parados que nosotros.

 

PREGUNTA MANU:

 

7-8. El título de esta novela, La forja de una rebelde, hace feliz a la ingente y nunca decreciente cantidad de lectores de Arturo Barea, autor de esa obra impresionante e imprescindible que sigue siendo La forja de un rebelde. Vuestras citas a esa esencial trilogía para comprender cabalmente el siglo XX en España son abundantes y bien calzadas, algo que puede sorprender tratándose La forja de una rebelde de una intriga policíaca pura y dura.

Carlota, en vuestra novela la hija del asesinado Diego Vargas, pergeña un guion centrado en las experiencias madrileñas de la mujer de Arturo –Ilsa Barea-Kulcsar (Viena, 1902-1973)– durante nuestra guerra civil. Pienso que a una joven tan dotada para escribir cine le hubiera venido de perlas conocer Telefónica, novela autobiográfica donde la propia Ilsa narra la que, para mí, es una de las tres mejores obras sobre un conflicto, este nuestro, tan prolijamente narrado y filmado. Reeditada por Hoja de Lata en 2019, y con vuestro permiso, aprovecho esta entrevista para animar a los lectores de SOLO NOVELA NEGRA a una lectura imprescindible. Gracias a un cruce de correos con Georg Pichler, responsable de la edición española de Telefónica, adelanto también que su biografía sobre Ilsa Barea va muy adelantada.

Manuela Mauri, para mejor comprender a Carlota Vargas, no tiene empacho en releer La forja de un rebelde, algunos de cuyos párrafos la inspectora cita de memoria cuando se entrevista con la chica, aspirante a guionista.

Noemí, ¿habías leído ya La forja de un rebelde y, como hace vuestra inspectora, la has releído para documentarte a la hora de escribir La forja de una rebelde?

NT: Si esto es un hombre, libro de Primo Levi, fue una recomendación de lectura de David Conte Imbert, profesor mío de Teoría Literaria en la Universidad Carlos III de Getafe. La forja de un rebelde, de Arturo Barea, fue una recomendación de lectura de Ángel Bahamonde Magro, profesor mío de Historia contemporánea de España. En cierto modo podría decir, y no sería falso, que la serie de Manuela Mauri se gesta en las aulas de la Universidad Carlos III. Allí leí La forja de un rebelde, aunque lo he releído, sobre todo el tercer volumen, para escribir mi reinterpretación: La forja de una rebelde. También leí de nuevo Diez Negritos.

Por un listado que Lorenzo Silva facilitó a la revista QUÉ LEER en el ya lejano 1999, sé que la obra de Barea figuraba entre sus diez novelas favoritas.

Lorenzo, ¿mantienes hoy La forja de un rebelde como título perdurable en tu dilatada trayectoria lectora?

LS: Lo leí de muy joven, lo he releído ahora, y sólo puedo y debo decir una cosa: me ha parecido todavía más valiosa y necesaria. Los españoles tenemos suerte de haber tenido un testigo literario de esa calidad y honestidad, para nuestro calamitoso primer tercio del siglo XX.

9-10. Si esto es una mujer, novela con la que iniciasteis esta saga de Manuela, homenajeaba otra obra clásica de la literatura mundial: Si esto es un hombre de Primo Levi. Además de la novela de Barea, en esta segunda entrega de la inspectora Mauri juega un importante papel Diez negritos, la más famosa novela de Agatha Christie. Encontramos también referencias a relatos de Julio Cortázar…

Aparte de venir a cuento en la trama de La forja de una rebelde, ¿ha sido un propósito más o menos indirecto, al referir títulos tan señeros, ampliar el horizonte literario de tanto aficionado especializado en ficciones de investigación?

NT: Como hemos señalado antes la serie nace con un deseo de intertextualidad. En principio está pensado que cada libro sea un gran homenaje a un autor del siglo XX. El motivo por el que en el segundo libro aparecen más referencias y más homanjes es porque deseábamos que esta segunda entrega fuera un homenaje mayor: un homenaje a todos los libros leídos durante la pandemia.

LS: Raymond Chandler, para mí el gran maestro del noir, decía que todo empezaba en la poesía. Si la novela negra no es literatura, no está traspasada de literatura hasta la médula, probablemente acaba siendo muy poca cosa.

 

Incluidas en el noir, ¿resultan eficaces las citas a la obra de grandes creadores de la literatura mundial, o por desgracia este esfuerzo puede ser baldío, como pensarán quienes a él se referirán como «páginas de relleno que ralentizan el argumento»?

 

NT: Si pensara que es un esfuerzo baldío no lo haría. Yo amo la literatura. A mí me parece una forma de abrazar la novela negra con la gran literatura del siglo XX, que es mi campo de estudio e investigación.

 

LS: La experiencia dice que todos los mensajes que deslizas en una botella entre las páginas de una novela (yo lo hago desde siempre, con novelas juveniles, policiacas, históricas y sin etiqueta) acaban llegando al náufrago que sabrá leerlos y valorarlos. Luego a veces te lo encuentras y te agradece que le descubrieras ese libro. Y de pronto, por una vez, te sientes de veras útil.

  1. Ricardo Piglia recordó cómo, para Karl Marx, «el dinero convierte en destino la vida de los hombres». Justo ahí estaba el pathos de la novela policial para el excepcional escritor de esa cumbre del noir que es Plata quemada… En el capítulo cuatro de La forja de una rebelde leemos: «La ira y la venganza no son algo que solo ofuscan a los que matan. Todos acarreamos un poco de la primera y nos deslizamos, a veces, sin querer y sin mucho motivo, por la pendiente de la segunda». A mí me parece que, más todavía que el dinero, son la ira y la venganza motores principales de arranque para tantos crímenes que tienen lugar hoy y que tanto juego os dan a los escritores.

¿Quedaría para vosotros alguna temática menos explorada a la hora de construir investigaciones policíacas?

NT: Personalmente, creo que la maternidad está aún poco explorada en la novela negra contemporánea y que tenemos mucho que aportar en las próximas entregas de la serie.

 

LS: A mí me interesa (y me estremece) la violencia que se ejerce sobre los más débiles. Pero no para recrearme en su descripción morbosa o en el horror que a todos nos produce, sino para ahondar, desde la verdad, en la escalofriante mutilación moral del individuo más fuerte que se permite practicarla.

  1. En el capítulo seis nos enteramos de cómo la célebre pareja Boileau-Narcejac (autores franceses de, entre otras, Las diabólicas y Vértigo) nunca trabajaban en la misma mesa, que lo hacían por correspondencia. También de que uno se encargaba de los argumentos y el otro de la caracterización de los personajes. La verdad es que con esta diversificación de tareas formaron un equipo estupendo, sin igual.

Para evitar la proximidad física cuando trabajáis a cuatro manos vosotros lo tenéis complicado… ¿Pero qué nos podéis contar a la hora de diversificar esas tareas que llevan a buen puerto una novela redonda como La forja de una rebelde?

 

NT: Boileau-Narcejac son de mis parejas literarias preferidas. Os puedo contar que a mí me suele gustar más empezar y pensar conceptualmente la novela. En La forja de una rebelde le pedí a Lorenzo tres cosas: Homenajear a Barea en el título, no evitar la pandemia y hacerle un homenaje a los libros  leídos en pandemia. Ahí empezó todo. Durante mucho tiempo la novela es para mí un objeto conceptual: tardo mucho en hacerme con ella. Durante ese tiempo todo se basa en conversar con Lorenzo: me encanta hablar de Manuela mientras tomamos café. Después, a la hora de pasar los conceptos al papel es necesario, como bien comentas, un pequeño reparto de tareas, que luego debe ser supervisado y puesto en común con el otro. Hasta la fecha lo que más nos ha costado siempre ha sido el consenso a la hora de decidir el final, pero estoy satisfecha con el resultado hasta ahora.

LS: Puedo añadir que en el final de esta novela, como en el de la anterior, están bastante repartidas las aportaciones de los dos. Esa mezcla es la que creo que los hace funcionar. En cuanto a lo de la proximidad física, tenemos dos casas y una tiene cuatro plantas. Podemos dejar de vernos cuando es necesario. Pero siempre nos reunimos otra vez, y mentiría si dijera que el acuerdo final se alcanza de manera traumática. Respetando al otro y con confianza recíproca es más fácil convenir en lo que es bueno para el fin común.

 

©Bajo la doble lupa de…Anna Miralles y Manu López, 2022.

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