Antagonismos por Txema Arinas
Parece ser que las dos grandes vedettes de la novela negra francesa actual, siquiera fijándonos única y exclusivamente en su éxito comercial son Fred Vargas (pseudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau (París, 7 de junio de 1957) y Pierre Lemaitre (París, 19 de abril de 1951). Dos prolíficos y sumamente talentosos escritores de estilos muy dispares e inquietudes otro tanto. Vargas, ocaso mejor dicho la arqueozoóloga e historiadora de formación que el año 2003 escribió una obra científica sobre la peste negra, titulada «Les Chemins de la peste, le rat, la puce et l’homme», es una escritora que aprovecha sus conocimientos para construir unas tramas mucho más complejas de lo habitual y además con una meticulosidad documental que enseguida nos remite a su formación científica; de hecho, tal como ella misma ha declarado, Audoin-Rouzeau empezó convirtiéndose en Vargas por diversión, esto es, para desconectar de la que hasta entonces era su verdadera ocupación profesional.
Ahora bien, Fred Vargas lo ha hecho tan bien y ha tenido tanto éxito que se podría afirmar que nos encontramos ante el enésimo ejemplo del pseudónimo que se come a la persona, o, dicho de otro modo, Frédérique, le guste o no, ya no pasará a la posteridad como arqueozoóloga sino como escritora de novela negra.
En cuanto a Pierre Lemaitre, nos encontramos sin duda alguna ante un amante de la literatura que llega a la novela negra como resultado de haber frecuentado previamente otros géneros literarios y que encuentra en la primera el éxito de crítica y público que le hace perseverar en el género con resultados más que notables y alguna que otra polémica como en el caso de Cadres noires (2010). A Pierre, como a Frédérique su formación académica, se le nota también mucho su querencia por la literatura en toda su amplitud, razón por la que entre sus influencias, bien que reconocibles en la mayoría de sus libros, nos encontremos tanto a autores clásicos del género negro como Émile Gaboriau, James Ellroy o William McIlvanney como referencias a autores más o exclusivamente literarios como Louis Aragon, Marcel Proust, Roland Barthes, John Harvey o Borís Pasternak.
Así pues, nos encontramos ante uno de esos falsos antagonismos tan del gusto de los ociosos, esto es, de los que no tenemos otra cosa de mayor fuste a la que dedicar nuestros pensamientos. ¿Vargista o lemaitrista? Pues por lo que a mí respecta lo segundo. ¿Significa eso que desdeño las virtudes de Fred Vargas? Ni mucho menos, todo lo contrario, estoy convencido que el tipo de novela negra que ella escribe es probablemente de lo más completo que se puede ofrecer a los que, dentro del género negro, estiman sobre todas las cosas la complejidad de la trama y gustan como nadie de los detalles técnicos o puede que hasta de un exceso de documentación.
Lo digo porque decantarse por un autor en lugar de otro no tiene porqué significar siempre un menoscabo de las virtudes literarias, o simplemente profesionales, del este último. No más se trata de una cuestión de gusto. Y a mí me gusta más Pierre Lamaitre que Fred Vargas porque frente a la forma, al estilo, el ambiente incluso, la trama me parece algo secundario. Se trata de algo completamente subjetivo, lo sé; pero es algo que ya me ocurría con ese otro falso antagonismo, el cual yo me saco ahora de la manga, entre Boris Vian y George Simenon.
Frente a las tramas bien tramadas, la investigación pausada y perfectamente dirigida del inspector Maigret con su retrato de personajes y ambientes de la douce France, esto es, paisanos campechanos comme il faut y ya más en concreto pequeños burgueses a los que ya no les llega para mantener las mansiones de sus ancestros si no es medio en penumbra o tramando todo tipo de artimañas, mucha repostería mantequillosa y vino dulce a lo jurançon sobre la mesa, esto es, la Francia deliciosamente tranquila y provinciana que evocaba su querida La Rochelle, tenemos al cosmopolita y músico Vian que parece escribir sus novelas a la velocidad que compone sus mejores canciones, todo puro ritmo, casi todo diálogo, desenlaces tan imprevistos como precipitados, mucho humo de tabaco y bourbon de por medio, jazz, rhythm and blues, América. En el caso de estos dos últimos soy incapaz de decantarme por ninguno, los dos me encantan, me ha hecho disfrutar de lo lindo, cada uno a su modo.
En el caso ya en concreto de Vargas y Lamaitre reconozco que no puedo. Los libros de la primera se me antojan muy interesantes al inicio, luego ese interés va decayendo precisamente a medida que se complica la trama y el texto se llena de información que a mí antes de epatarme lo que hace es importunarme. Con Lemaitre no me pasa, probablemente porque el ritmo que impregna a sus libros me recuerda mucho a Boris Vian, siquiera ya sólo en los diálogos, el lenguaje. Con todo, proclamo que este falso antagonismo que me ha servido para hablar de estos dos grandes contemporáneos de la novela negra francesa es maravilloso en la medida que ofrece a los diferentes tipos de lectores del género lo que buscan en éste y con creces. Congratulémonos, pues, de poder elegir según nuestros gustos.
©Artículo: Txema Arinas,2021.
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