Amo a Marcia Meyer

Amo a Marcia Meyer, por Gustavo E. Abrevaya

Su hija Celeste escribió una nota muy interesante sobre el feminismo, en ella dice que él es feminista,  pero que no se da cuenta. Es escritor y psiquiatra y ejerce ambos oficios magistralmente. Hoy se sube a Extrañas en un tren para hablarnos de la novela Noxa, y de lo que para él es un hallazgo, su personaje principal, Marcia Meyer.

Hace un particular análisis de la mujer, el arte y el compromiso, en esta reflexión en voz alta sobre la última obra de Maria Inés Krimer.

Él es Gustavo Abrevaya, nuestro amigo, compañero, y corresponsal en Argentina.

Bienvenido a Extrañas en un tren, Gustavo.

Encantados de tenerte de nuevo a bordo, María Inés Krimer.


 

 

Lacan decía que las mujeres son mejores analistas que los hombres, cuando son buenas analistas. Acaso por estar más vinculadas con el cuerpo, con lo que él llamaba lo real del cuerpo, eso que no sabemos de nosotros mismos y a lo que, incluso, no denominamos “nosotros mismos”. Mi brazo, mi pierna, mi cabeza, mis ojos. No soy yo todo eso. Yo soy otra cosa, quizás alguna clase de espíritu. El hígado, el estómago, el riñón, van por dentro, ahí no vemos. Esa alteridad respecto de nuestro cuerpo es lo que angustia cuando vamos a la consulta médica. Ese hombre sabe de nosotros más que nosotros mismos, que no sabemos nada.

Las mujeres sangran una vez por mes durante toda su vida fértil. Y conocen la experiencia de tener un ser vivo adentro de ese cuerpo del que nada conocemos. Allí está la criatura, que se mueve, que anuncia su advenimiento, que aparece dilatando el canal del parto de un modo espeluznante. Sin dudas la película Alien es la gran metáfora de la maternidad. Un feto es recubierto con un enorme amor porque, si se lo piensa detenidamente, la verdad se vuelve siniestra y entonces el alien lo expresa exactamente. De hecho, esa comunión entre madre e hijo es parte del recubrimiento amoroso que incluye un supuesto conocimiento único, irreemplazable. La verdad es que el feto está dentro de su saco vitelino a lo largo del embarazo y el vínculo con el cuerpo de la madre no es el de la comunicación. Están separados desde la gestación misma del huevo. Ese vinculo entre madre e hijo es, más bien, el del parásito. Al punto de que primero se alimenta el feto y luego la madre. Una madre puede estar subalimentada y sin embargo el feto sigue su evolución sin cambios.

Entonces, acaso por estar más en la angustia, las mujeres producen arte de un modo distinto. No quiere decir que los hombres no lo hagan, quiere decir que la mujer sabe algo del cuerpo que el hombre no: quizás esa sangre que viene regularmente una vez por mes sea la respuesta. Eso viene, no pide permiso. Y si no viene este mes vendrá en nueve meses con forma de niño. O se revelará un motivo patológico que explicará esa falta. El atraso puede ser un niño o un cáncer. Ese es el juego de la mujer, lo que la forma desde su genética.

Y por eso, pero esto es personal, cuando leo autoras mi disposición es distinta. Estoy atento a recibir algo que sé que una mujer porta en su esencia. Muchas mujeres que escriben policiales lo hacen en un modo de acceso al horror y la angustia que vuelve esos relatos algo distinto. Patricia Highsmith es, junto con Raymond Chandler, lo más alto de la literatura negra. Pero prefiero a Highsmith. Mi emoción leyendo la saga de Tom Ripley, fue mucho más allá de la que me suscitó Phillip Marlowe. Ripley es un personaje capaz de asesinar a su amigo, de tomar su identidad, de enterrarlo en su jardín, de desenterrarlo cinco años después antes de que descubran su juego, que es el de la falsificación. Así como manda a un hombre canceroso a robar a la mafia, lo expone en el límite y acude en su rescate cuando están por asesinarlo. Un extraordinario ser ambiguo que es lo peor y lo mejor y todo está a la vista. Mirada femenina del hombre.

Terminar de leer Noxa, de María Inés Krimer, me deja dos emociones: una, la siempre feliz noticia de haber leído un gran libro. La otra es una pregunta que me hago no sin cierto fastidio conmigo mismo, ¿por qué no leí nada de ella antes? No es que falten novelas, ni es tampoco que no supiera de su existencia. Simplemente, no me crucé con ellas. Las razones no importan y lo que sé es que, antes o después, me ocuparé de hacerme de su trilogía. Hoy quiero más Krimer en mi cabeza.

Marcia Meyer es el personaje central de Noxa. Una periodista de, acaso, treinta y pico de años, divorciada, con conflictos con su maternidad, con un desenfado para hablar de su sexualidad que, como no deja de comentar Krimer, la emparenta con Molly Bloom. Y eso es ya, seductor. El modelo joyceano seduce en esta Noxa, por quién está citado ahí, ese personaje que deja su marca indeleble en el fluir de la conciencia con su sexualidad dicha casi sin respirar, de un tirón, sin comas, sin puntos, como por el resultado de esa adhesión a un modo de decir la vida erótica. Marcia Meyer se ratonea con el hombre que la atrae y lo dice sin vueltas. Ratonearse es, en estos lares, notar sin ambages el efecto erógeno de alguien que se acerca, que la roza, que la mira, que la seduce sin actitudes de gran macho cazador de hembras. Quizás por eso mismo. No importa su condición de casado. Posicionando eróticamente a su personaje, Krimer deja también una mirada sobre el hombre. Una mirada de una mujer que sangra mensualmente, que conoce la angustia, que tiene una hija con la que no parece saber bien qué hacer, que busca a su amiga que porta una verdad esencial al conflicto narrativo.

Y por eso amo a Marcia Meyer. Porque habla claro, porque no tiene prejuicios ni moralina, porque es brillante ella, por estar brillantemente escrita la historia. Porque María Inés Krimer es brillante, depurada en su estilo, elegante, dura, inteligente, pone el ojo en un asunto que se vincula con una época difícil de Argentina: el ascenso de la soja como el “petróleo verde”, el desaforado enriquecimiento consecuente, el bestial conflicto político que desató una medida acaso desacertada del gobierno que rozó los intereses de los sojeros y, más que eso, la visibilización del glifosato, un herbicida muy tóxico, cancerígeno, y usado de un modo que no respeta reglas mínimas por los propios sojeros, aunque no sólo por ellos. Y Marcia Meyer vuelve a su pueblo, que evoca una zona de guerra no declarada, donde mueren sus habitantes, nacen niños enfermos que han sido expuestos a la toxicidad del glifosato, y ella viene a investigar esto. Y Krimer cumple con todas las reglas de la novela negra, y su producto literario conmueve como sólo conmueven las mujeres, esas que sangran una vez por mes.

Se dice que Krimer está preparando otra novela con Marcia Meyer.

Es una gran noticia

 

© Del texto:  Gustavo Abrevaya. Todos los derechos reservados.

© De la publicacion:  Solo Novela Negra. Todos los derechos reservados.

 

Gustavo E. Abrevaya .Nació enBuenos Aires el  20 de octubre de 1952.

Médico Psiquiatra desde 1978  y Escritor desde que tiene memoria

Su vida literaria se extiende a:

“El Criadero”, en 2003. Primer premio del Concurso de Narrativa “José Boris Spivacow”. En la mejor tradición de la novela policial, según la contratapa que redactó Pablo De Santis, miembro del jurado junto a Liliana Heker y Héctor Tizón. Se publicó en ebook en la editorial LEKTU,  por el sello Palabaristas. En 2017 será reeditada por Revólver.

“Los Infernautas” en 2013. Novela negra, que sucede durante una guerra de ángeles y demonios en Buenos Aires, donde alguien busca a su hermano gemelo, desaparecido en combate.

“El enviado” en 2016. Coescrito con Leonardo Killian, también del mismo género, un asesino serial en un manicomio, y una mirada de la historia argentina entroncada con este episodio metafórico. Quizás sea una tragedia enmarcada en esta atmosfera de psicóticos, asesinos, logias y un psiquiatra demasiado curioso.

Relatos publicado en diversas revistas y libros:

La Mujer de mi vida.

Editorial Desde la Gente. Dos colecciones de relatos.

Concibe a la Novela Negra en Argentina como el resultado de una historia terrible vivida durante la última mitad del siglo XX, especialmente desde la dictadura  cívico militar instaurada en 1976 y que costó la vida de miles de compatriotas. La novela negra exige inserción en la realidad política, social, histórica.

Considera que un relato que pretenda prescindir de este contexto, no sólo no lo conseguirá porque la realidad no pide permiso para meterse en nuestra vida, sino que en todo caso podría tratarse de un relato del tipo Who done it? Autores que se limitan a narrar el desarrollo de un crimen y pretenden una objetividad inexistente terminan produciendo historias banales. La escritura es pura subjetividad. Un relato es una mirada. Y un compromiso.

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