Algodón en Harlem de Chester Himes una novela dos veces negra por Txema Arinas

¿Podemos afirmar la existencia de una novela negra, esencialmente norteamericana, primero sin riesgo de que el memo de guardia, ese que en pro de una presunta fe justiciera más acusada que la del común de los mortales suele confundir por principio anécdota con categoría, nos acuse de tirar de estereotipo o chiste fácil para dar rienda suelta al racismo hipodérmico de cada cual, o más cayendo en la enésima generalización por motivos completamente gratuitos, anecdóticos? Pues depende. Porque sí, en principio, y del mismo modo sería ridículo una subdivisión del género negro debido al color del pelo de sus autores, esto es, una novela negra de rubios o de pelirrojos, con el color de la piel debería pasar otro tanto. Pero no pasa, porque, dejando a un lado las vicisitudes que algunos pudieran tener a causa del color de su cabello, que si a las rubias nunca las toman en serio porque para los tontos de verdad las blondies siempre es sinónimo de lo que ellos son, o a los pelirrojos les llamaban zanahorias en el patio del colegio, el color de la piel sí marca histórica y socialmente una diferencia que va más allá de la simple contingencia cromática. Ahora bien, que una simple ventura cutánea determine o no la peculiaridad de un tipo de literatura negra opino que es más decisión de cada autor que una consecuencia directa de su color de piel. Así pues, que un escritor sea de raza negra refleje o no en sus libros su condición como miembro de una comunidad de raza perfectamente definida social y culturalmente, por lo general marginada, en un contexto como es la sociedad norteamericana. No obstante, la verdad es que la mayoría de los escritores afroamericanos de novela negra sí reflejan en su obra su condición como tales, siquiera ya solo desde el momento que ubican sus historias dentro de su comunidad con personajes de raza negra y entornos o conflictos que les son propios. Ese es el caso de Chester Himes, hijo de una de las pocas familias negras de clase media de Missouri y delincuente antes que escritor.

Himes es considerado el fundador de la novela negra afroamericana como un subgénero por aquello que la distingue de la novela escrita por autores clásicos y blancos como los ya canónicos Chandler y Hammett, y que no es tanto que sus novelas estén protagonizadas por personajes de raza negra y ubicadas en los ambientes que les son propios y con problemas otro tanto, como que la percepción que estos tienen, la del narrador incluso o sobre todo, de la sociedad norteamericana a la que pertenecen dista mucho de ser tan complaciente o cínica como la de la mayoría de los escritores blancos para los que su condición racial nunca supone un lastre que condiciona todos sus pasos ya desde la cuna. La literatura de Chester Himes, como de otros autores afroamericanos que le siguieron, y de los que destaco ya de antemano a Walter Mosley como el más adelantado de todos, es una literatura de denuncia sin necesidad de proponérselo.

Basta con que Himes refleje las condiciones de vida de sus hermanos tal cual las ve en entornos como el Harlem neoyorkino, y ya de un modo muy concreto y significativo cuando aparece el hombre blanco de por medio, o necesitan aventurarse para lo que sea en su mundo, para que el solo reflejo de la realidad de su época sea en sí misma una denuncia. Ahora bien, así Himes como Mosley y otros, consiguen escapar del panfleto al uso con dosis ingentes de humor y no poca autocrítica para con sus propios hermanos de raza. En realidad, no son nada complacientes con lo que podemos llamar, más porque lo hacen ellos, los “vicios” de su raza, esto, el reflejo más o menos caricaturizado de los estereotipos propios de la comunidad negra norteamericana que en la pluma de un escritor blanco sería el recurso al tópico infame para trazar en grueso personajes, y, en cambio, en la Himes y otros autores afroamericanos adquiere un verdadero tono de esa denuncia de la que hablamos y surge con solo reflejar las condiciones de vida y las vicisitudes del día al día de la comunidad negra afroamericana, o como él mismo decía: “solo había que contar las cosas tal como eran”.

Sin embargo, Himes se quedaba corto con esta valoración sobre su obra, si es que no pecaba de excesiva humildad, dado que lo que de verdad destaca en sus libros, lo que lo singulariza de otros autores del mismo género y época, es mucho más el estilo que el contenido. Un estilo descarnado e irónico que imprime a todos sus libros desde principio a fin con no pocas gotas de lirismo que de tanto en tanto asoman en medio de un ritmo trepidante como pocos.

De ese modo, ALGODÓN VIENE A HARLEM (Cotton Comes to Harlem,1966) es uno de los mejores exponentes de la literatura de Chester Himes, luego llevada al cine con gran éxito. El argumento es el que sigue: Ante las continuas vejaciones e injusticias que los negros deben soportar por el mero hecho de ser negros, uno de los líderes de la comunidad decide tomar cartas en el asunto. Tras anunciar el reverendo y activista Deke O´Malley, que, por la cantidad de 1.000 dólares, quienes lo deseen podrán comprar un pasaje de vuelta a África, ochenta y siete afroamericanos se despojan de todo cuanto tienen a cambio de ese ansiado sueño. Pero Nueva York no es buen lugar para publicitar una colecta de dinero de tanta envergadura.

Irónicamente, un par de atracadores blancos roban los 87.000 dólares de la colecta y los esconden en el interior de una bala de algodón. A partir de ese momento los detectives asignados por la policía de Nueva York, Sepulturero Jones y Ataúd Ed Johnson, intentarán recuperar 87.000 dólares de los ahorros de las familias negras escondidos en una bala de algodón que cambia constantemente de manos.

Como ya he señalado más arriba, el ritmo de las novelas de Himes es trepidante, con momentos de acción pura y dura verdaderamente impactantes, y Algodón vine a Harlem es uno de los mejores ejemplos. Apenas hay respiro a lo largo de las doscientas y pico páginas que dura la búsqueda del dinero primero robado y luego escondido y perdido en una bala de algodón traída a Nueva York por un viejo negro sureño, con lo que la carga simbólica, además de paródica, que Himes quiere imprimir al relato es más que evidente. Porque todo el texto, en realidad, es tanto una crítica implícita del racismo intrínseco y hasta estructural de la sociedad americana (Himes acabó exiliándose en Europa, primero en París y luego en el levante español, harto de la discriminación de la que era objeto en EE.UU)  una parodia de la mentalidad y las actitudes de la comunidad a la que Himes pertenece pero a la que no idealiza en ningún momento, ni siquiera parece simpatizar con sus líderes redentores, de hecho la figura más grotesca de la novela es sin lugar a dudas el reverendo O´Malley que quiere embarcar a los suyos a África para establecer allí una comunidad libre del racismo que sufren en EE.UU, proyecto que nos recuerda ese otro real de Liberia por el que un número considerado de ex esclavos fue trasladado a ese rincón de la costa noroccidental africana con el propósito de construir una sociedad libre que con el tiempo derivó en la dictadura de la minoría negra emigrada de los EE.UU sobre la mayoría negra autóctona.

En cualquier caso, no se puede considerar a Himes como el típico autor afroamericano comprometido con los derechos de su gente, no al menos del estilo de esos otros con mayor carga ideológica en sus textos y tan del gusto de la progresía blanca que acostumbra a dividir a los personajes en buenos y malos partiendo ya de su condición racial. Nos encontramos, más bien, con uno de sus mayores críticos, sobre todo de los líderes de su comunidad y más en concreto del comportamiento de los propios negros hacia sus propios hermanos de raza. En Algodón viene a Harlem esa conducta no especialmente solidaria, e incluso empática, de algunos afroamericanos, como los detectives protagonistas, respecto a otros resulta palmaria, casi son peores que los policías blancos a la hora de tratar con individuos de su propia raza, y eso sin que se pueda determinar si lo hacen con el propósito de congraciarse el respeto de sus colegas de oficio, que no piensen que por ser negros van a ser menos implacables que ellos con los raterillos de todo tipo de su propia raza, o porque carecen en realidad del más mínimo atisbo de conciencia de clase, pues de eso va más el asunto antes que de una tonalidad de piel más o menos oscura.

Por eso mismo, porque en Algodón viene a Harlem, no hay buenos ni malos en función de su raza, sino distintas categorías de sinvergüenzas y canallas que se aprovechan de la gente sencilla y por lo general bastante ingenua, el relato de Himes resulta extremadamente verídico a pesar del simbolismo surrealista de la bala de algodón que contiene el dinero robado cambiando de manos de un lado a otro del Harlem neoyorkino. Por otro lado, a esa apariencia de escritor que conoce de lo que habla de primera mano tan característica porque lo que describe en sus páginas no es otra cosa que lo que conoció cuando él mismo fue una hampón en su tiempo, hay que añadir el hecho de que más de dos terceras partes del texto está compuesto por diálogos que hacen, tanto que la historia fluya sin apenas respiros proporcionando escenas de acción tan memorables como creíbles, asunto bastante peliagudo siempre en lo que se refiere al género negro si nos atemos en exclusiva a la verosimilitud de estas, como proporcionar continuos matices acerca de esa visión tan negativa de Himes sobre la actitud de los miembros de su raza entre ellos mismos.

Para esto último, y al igual que hacen Walter Mosley y otros autores afroamericanos, Himes no duda en reflejar el slang o jerga propia de la comunidad negra del Harlem, así como la del viejo negro sureño que trae la bala de algodón a Harlem para no se sabe muy bien qué, asunto que, como suele ser habitual, dificulta su lectura en su lengua original mejor que en la traducción castellana, pero que añade unas cantidades ingentes de matices socioculturales en cuanto a la descripción de personajes, y en especial en lo que se refiere a los prejuicios de otros individuos, negros o no, para con ellos en función de los perjuicios de clase de cada cual.

En resumen, un relato de la más genuina y sobre todo auténtica novela negra clásica nada complaciente hacia los personajes donde no hay discurso alguno de fondo porque lo que el autor pretende es dejar constancia de las cosas tal como él las ve, no como le gustaría que fueran o dejarán de ser. Un relato tan divertido como crudo que no deja indiferente a nadie y en el que la música negra de fondo y otros estereotipos no son simples recursos del atrezo para presentar al lector un escenario más o menos reconocible, sino parte indispensable de la historia.

 

FICHA TÉCNICA

ALGODÓN EN HARLEM

CHESTER HIMES

 

 

Información del libro

Género NOVELA NEGRA, INTRIGA, TERROR

Editorial RBA

Año de edición 2012

ISBN9788490063729

Idioma Español

 

Sinopsis

Harlem, Nueva York. Ante las continuas vejaciones e injusticias que los negros deben soportar por el mero hecho de ser negros, uno de los líderes de la comunidad decide tomar cartas en el asunto. Tras anunciar que, por la cantidad de 1.000 dólares, quienes lo deseen podrán comprar un pasaje de vuelta a África, ochenta y siete afroamericanos se despojan de todo cuanto tienen a cambio de ese ansiado sueño. Pero Nueva York no es buen lugar para publicitar una colecta de dinero de tanta envergadura. Irónicamente, un par de atracadores blancos roban los 87.000 dólares de la colecta y los esconden en el interior de una bala de algodón.

 

©Reseña: Txema Arinas, 2020.

 

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