1984 y Fahrenheit 451 se quedaron cortos
Es difícil no posicionarse en la polémica que han despertado las “revisiones” de los libros infantiles de Roald Dahl, de los que han sido modificados algunos párrafos para no herir sensibilidades. La revisión ha implicado la eliminación de referencias consideradas “inadecuadas” en torno al peso o la apariencia física de los personajes (erradicando adjetivos como “gordo” o “feo”, haciendo referencias a la salud mental, a la violencia al género o a la raza.
Hay que ser memo para pensar que como en vez de gordo, leerán enorme. Cuando al niño con sobrepeso, le griten en coro: “¡enorme, enorme, enorme!” se sentirá mejor y pensará. ¡Ufff menos mal, que bien me siento!.
Hay que decir que nosotros intentamos ser respetuosos y respetamos las diferencias, los sentimientos, las emociones, las creencias, las razas y las ideologías (si son respetables). Respetamos al hombre y a sus derechos como tal. Entendemos que los calificativos son dañinos y que pueden marcar la vida de las personas, y que son totalmente censurables. Pero tenemos la educación y el criterio que nos permite saber que está bien o mal, pese a lo que esté escrito en una hoja de papel.
Porque no estamos hablando de eso, estamos hablando de la libertad de revisar una obra literaria porque no se ajusta a los cánones establecidos (los cánones subjetivos de alguien que lo hace en nombre de todos). Y disculpen, pero creo que están tratando al lector como si fuera incapaz para distinguir la realidad de la ficción, como si el lector no entendiera que es una obra escrita en una época muy concreta y con unos usos y costumbres muy concretos. Estamos hablando de una nefasta censura literaria. De unas tijeras mentales que amenazan con cortarlo todo, incluso la libertad de expresión. El escritor no tiene la culpa que existan imbéciles que no saben distinguir entre una novela de ficción y su propia realidad. El escritor no tiene la culpa de que las redes sociales estén impregnadas de oscura estupidez y de gente sin criterio, sin opinión propia, gente que son altavoces sin cerebro de opiniones de los demás.
Es como si a alguien se le ocurriera revisar las novelas de Chandler, Hammett, Thompson, Ellroy o Connelly e intentara borrar toda señal malsonante o violenta. Sería algo más que nefasto, sería una estupidez en su más alta expresión. Y entendemos que el lector de novela negra, es un lector inteligente y que sabe que está ante un libro y que no por eso ha de quemar en la hoguera de las vanidades toda expresión malsonante, no inclusiva o violenta. Porque, entre otras cosas, la novela negra está llena de expresiones “no adecuadas”, pero no por ello nos llevamos las manos a la cabeza, porque entendemos que forma parte de la libertad de expresión y porque cada sociedad y cada época tiene sus propias particularidades. Sin embargo, el lector inteligente sabe que es un libro y evidentemente son capaces de entender lo que leen.
Estamos a un paso de que algún idiota se suba a un púlpito mediático para considerar que canción es la correcta, que cuadro es el idóneo, que libro cumple con los requisitos, que obra de teatro se puede ver y que película es la adecuada. Estamos muy cerca. Estamos muy cerca de que este mundo esté gobernado por la estupidez, por la incultura y por un progresismo barato que nos está devolviendo a la más absoluta de las oscuridades. Más que nunca deberían ser de lectura obligatoria en las escuelas obras como 1984 o Fahrenheit 451.
Quieren una sociedad idiotizada y lo están consiguiendo. Como eres idiota, ellos han de pensar por ti, y así tu te ahorras hacerlo. Y como buen borrego, si otro decide por ti, que puedes leer y que no, que es bueno y que es malo, puedo dedicarme más tiempo a ver las estupideces que me sueltan en Instagram según mis gustos y los manipuladores algoritmos digitales.
Por que quieren una sociedad que no piense, que sea manipulada constantemente por las redes sociales, en resumen, que no se haga preguntas, ya que las redes tienen todas las respuestas, eso es peligroso para los poderes en la sombra, y no solo lo están consiguiendo, si no que los que antiguamente defendían la verdadera libertad, ahora parecen la Santa Inquisición del buenismo.
Para los borregos que se dejan arrastrar por este buenismo ilustrado:
- [persona] Que padece idiocia.
- 2.
COLOQUIAL
[persona] Que es poco inteligente o que molesta a alguien con lo que hace o con lo que dice.
«no seas idiota»
No estamos denigrando a los que padecen idiocia, si no que nos hemos acogido al termino coloquial. Porque como eres un borrego, hay que explicártelo todo.
Por eso, como siempre os decimos leed, leed porque la cultura os hará sentir más libres, hacedlo antes de que empiecen a quemar y vilipendiar las obras literarias que un grupo de buenistas a decidido destrozar, según ellos por el bien de la sociedad.
No hay que cambiar nada, solo hay que educar, ya que los padres de hoy se ahorran el esfuerzo de educar a un niño en lo que está bien o mal y le ceden el testigo a un teléfono móvil que los adoctrinará por ellos. Un teléfono móvil que les envenena pero que hacen que ellos puedan dedicarse a ellos mismos con su tableta o su ordenador sin que el niño moleste.
Pero claro, educar es mucho más difícil, requiere esfuerzo y tiempo, es más sencillo quemar libros en la hoguera.
Así que, como en Fahrenheit 451 empezad a memorizar los libros para poder transmitir la realidad del mundo y de la historia tal y como fue, no tal y como los falsos revisionistas en nombre de una todavía más falsa libertad, lo destrocen todo.
©Artículo: Beckett & Hawk, 2023.
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