Venenos poco comunes por Osvaldo Reyes
Venenos inusuales
Los venenos tienen cierto atractivo…No tienen la crudeza
de la bala de un revólver o de un arma contundente
Agatha Christie – El truco de los espejos
Sir Arthur Conan Doyle publicó 56 cuentos con su personaje de Sherlock Holmes. En su listado personal de sus doce historias favoritas, el noveno lugar lo ocupa “La aventura del pie del Diablo”. Una historia donde Holmes y Watson tienen que investigar la extraña afección a una familia. Dos hermanos parecen estar locos y la hermana está muerta. El vicario local piensa que es culpa del Maligno. Holmes, por supuesto, piensa en algo más mundano. Una planta conocida como la “raíz del pie del Diablo”, que al tirarse al fuego libera un gas tóxico. Esta extraña planta tiene el nombre científico de Gelsemium elegans y es un favorito entre los asesinos rusos y asiáticos. Su principio activo, un alcaloide llamado gelsemina, actúa como la estricnina. Su efecto a nivel cerebral puede provocar convulsiones para luego paralizar los músculos respiratorios y provocar la muerte por asfixia.
Conan Doyle estudió la planta bajo su faceta médica e inclusive publicó un artículo sobre el tema en el British Medical Journal (1879) después de experimentar con la planta en él mismo (por sus beneficios terapéuticos como relajante del sistema nervioso). Solo podemos agradecer a la buena fortuna del autor de que no terminara envenenado, acortando la vida de Sherlock Holmes en muchos libros.
Hay muchos venenos disponibles para las mentes inquisitivas. A veces, todo lo que se requiere es un poco de investigación. Por ejemplo, alguien pudo leer la historia de Doyle y decidir que esa era la forma de deshacerse de Alexander Perepilichnyy, un comerciante ruso que desertó tras acusar a varios funcionarios de estar involucrados en el robo de más de 220 millones de dólares del tesoro ruso. El 10 de noviembre de 2012, Perepilichnyy salió a caminar y colapsó sin explicación. La autopsia y los exámenes no revelaron nada, hasta que, dos años después, una de las compañías de seguro del comerciante pidió pruebas especiales y detectaron gelsemina.
Cuando se manejan venenos inusuales, es importante leer la letra menuda y no irse con la creencia popular (una lección indispensable para cualquier escritor). Si no, pueden terminar como Arthur Ford (1954), un oficinista en una compañía de químicos en Londres. El señor Ford, a pesar de estar casado, estaba interesado en una joven secretaria, Betty Grant. Como el sentimiento no era mutuo, Ford decidió forzar un poco las cosas. Haciendo su trabajo, alguien le preguntó si tenían cantaradina, el principio activo de la “Mosca Española”, un supuesto afrodisiaco. Eso le dio la idea y, a pesar de no ser químico y de la advertencia de uno de los farmacéuticos de la compañía, robó suficiente cantaradina como para matar a 200 personas. Luego, puso un poco en algunos chocolates y los llevó a su oficina para repartirlos entre sus compañeros. Las golosinas envenenadas terminaron en la boca de Betty Grant, de Ford y de otra secretaria (Malins), quienes pocas horas después terminaron en el hospital. Las dos mujeres murieron y Ford sobrevivió, para confesar su crimen y terminar en la cárcel (la condena fue de cinco años).
Lo primero que deben saber es que la “mosca española” no es una mosca ni es de España. Su nombre científico es Lytta vesicatoria, un escarabajo que secreta cantaradina por su boca y en una secreción lechosa presente en sus articulaciones. Al entrar en contacto con la piel provoca quemaduras químicas, por lo que en pequeñas cantidades se usaba para tratar ciertas afecciones de la piel. Sin embargo, de ingerirse, tiene el mismo efecto en el sistema digestivo, provocando vómitos y hemorragias internas. No hay antídoto y la muerte es muy dolorosa.
¿De dónde salió que funciona como afrodisiaco? Hay ciertas referencias históricas. Livia Drusila, la esposa del emperador Augusto, solía repartirlo a escondidas entre los invitados a sus banquetes, para que la excitación los hiciera confesar secretos que luego podían serle de utilidad. Lo más probable es que, debido a su efecto vasodilatador, una erección no esté fuera de las posibilidades, pero la irritación interna asociada debería ser más efectiva en bajar la libido que cualquier efecto sobre la función eréctil que pudiera tener la ingesta de la “mosca española”. Sin embargo, el mito persiste y su uso como afrodisiaco (y causa de muerte) aparece en el libro “Violación” de Chester Himes.
En la búsqueda del veneno perfecto, algunas culturas del sur de China crearon el Gu. La técnica tradicional consistía en meter en una vasija varios tipos de animales venenosos (serpientes, escorpiones, arañas) y que se devoraran entre sí. El que sobreviviera, se asumía, debía concentrar los venenos de sus rivales, pero no era suficiente. Su cuerpo era dado de alimento a larvas. La última larva que sobreviviera, sería la que contendría el Gu. Según la tradición, las mujeres del sur de China se lo daban a sus amantes en cantidad suficiente como para permitirles regresar a buscar el antídoto. Si no regresaban, la muerte sería su recompensa. En realidad, no fue más que un truco para crear recelo y evitar que la población del norte se quisiera mezclar con la del sur. No es un veneno verdadero, pero puede aparecer en algún libro o les puede ser útil en alguna trama. Nunca se sabe.
Si el gu no es peligroso, el fugu sí lo es. ¿Qué es fugu? Es el nombre usado para referirse al pez globo o al plato hecho con este pescado. Su preparación requiere un chef especializado (tres años de entrenamiento) debido a que, de hacerse mal, el comensal tiene riesgo de morir. El pez globo acumula en algunas partes de su anatomía, principalmente el hígado, la piel, los ovarios y las vísceras, una poderosa neurotoxina conocida como tetradotoxina (TTX), que bloquea las señales nerviosas del cuerpo. Esto genera dificultad para la movilización, parálisis y finalmente la muerte por asfixia. Como macabro detalle adicional, la toxina no atraviesa la barrera hematoencefálica, por lo que la víctima permanece consciente durante todo el proceso. Si la idea les gusta y pretenden crear un asesino que tiene una pecera con peces globos, les sugiero que cambien la trama. El pez globo ingiere ciertas bacterias en su proceso de alimentación normal y son estos microorganismos los que producen la TTX. EL pez globo, por sí mismo, es inofensivo.
A pesar de lo raro del veneno, ha sido usado en la vida real y en la ficción. En el 2008, Edward Bachner se hizo pasar por médico para ordenar 98 miligramos de TTX, una dosis suficiente para matar 98 personas. El asunto terminó en manos del F.B.I. Al momento del arresto se descubrió que planeaba matar a su esposa para cobrar un seguro de vida por 20 millones de dólares. En el cine tenemos la película “Cross”, basada de una manera muy tangencial en la novela homónima del escritor norteamericano James Patterson. En la película (no en el libro) el asesino, un sicario conocido como Picasso, seda a algunas de sus víctimas con TTX, para luego torturarlas y matarlas.
No puedo terminar este artículo, el último en la serie, sin mencionar a Agatha Christie. Su experticia en cuanto a venenos es reconocida en círculos literarios y científicos. No es de extrañar que ella recurriera al lado poco usual de la toxicología. En su libro “Un puñado de centeno” (el segundo libro que leí de ella y una de las portadas de Tom Adams, el genio ilustrador de muchas de sus obras, que más me gustó) la víctima muera al tomar un té con taxina, un poderoso alcaloide con efectos cardiotóxicos. El afectado presentará presión baja, reducción de la frecuencia cardíaca y arritmias, lo que lleva al colapso cardiovascular si no recibe tratamiento (no hay un antídoto, pero otro veneno, la atropina, se ha usado con éxito). El veneno se puede obtener de la planta de tejo, un árbol conífero propio de las regiones montañosas, que se puede encontrar en la naturaleza o como planta ornamental. Todas las partes de la planta, con excepción del arilo de sus frutas, contienen alguna variante de la toxina, en particular las semillas. Su peligrosidad era conocida por los pueblos prerromanos del norte de Hispania (astures, cántabros y vascones). Los soldados que iban a enfrentarse a los romanos llevaban preparados a base de tejo con ellos, para poder suicidarse con rapidez en caso de ser capturados. Para los celtas, el tejo era un árbol sagrado que asociaban con el culto a los muertos y con el último día del año, cuando se celebra la víspera de la fiesta sagrada de Samaín o Samhain, que ahora asociamos con Halloween.
Y con estas palabras termino las lecciones de este año. Espero las hayan disfrutado y que las historias, conceptos y sugerencias que han encontrado en sus páginas les sean de utilidad en sus futuros libros o cuentos.
El mundo está lleno de venenos. Todo es un asunto de dosis y de saber dónde buscarlos. En las palabras de la Dama del Crimen…
“Dame una botella decente de veneno y te construiré el crimen perfecto”.
©Artículo: Osvaldo Reyes, 2021.
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