Concurso Homenaje a los clásicos, La trampa lógica por Juan Manuel Padilla
Extracto del relato presentado por Juan Manuel Padilla para el Concurso Homenaje a los clásicos
La trampa lógica
Era una mañana lluviosa, de esas de cristales empañados y gabardinas mojadas. No había mucho que ver en Río Lomas, por eso fue un acontecimiento mi llegada. Me miraron de arriba a abajo, pero abajo se detuvieron más. Ciertamente tenía un arma bajo el pantalón y era de gran calibre, aunque el hombre del bigote blanco no supo calibrarla bien, pues vi que me retaba con sus ojos. Le apunté al corazón, pero le disparé al aire. Nadie dijo nada. Sabían que la próxima vez apuntaría al aire y dispararía al corazón. Después de unos segundos muy silenciosos, se me acercó un hombre de camisa arrugada y cara planchada.
—Oiga amigo, creo que hablo por todos. No sé lo que busca en este pequeño pueblo. Pero sea lo que sea, aquí no está. Nunca pasa nada en este lugar. Le invitamos a irse. Acepte la invitación.
No sabía qué hacer. Me sentía como un cuervo desplumado; amenazante e indefenso al mismo tiempo. Seguí mi camino, si es que había algún camino que fuera mío. Aquella gente de Río Lomas no tenía por qué tenérselas con alguien como yo: un gatillo de gatillo fácil y pasado difícil.
Andaba con dudas, como si llevara un zapato de cada color. Cogí un mapa y puse un dedo al azar. Ahora me dirigía a algún lugar entre los pueblos de Esperanza y Promesas. Cuando cayó la noche, solo la luz de la luna sobre mi revólver iluminaba algo mis pasos, el resto era todo negro como el agujero en el que caí.
Cuando desperté había mucha luz. Tanta como un día de sol puede dar, pero yo lo veía desde un agujero. Y aunque fuera, el día era visible y despejado, yo en cambio no tenía la cabeza nada despejada y sí muy nublada. Poco a poco intenté analizar lo que me había pasado y comprendí que no había caído en un agujero que estuviera en aquel paraje de forma natural, sino que había sido creado artificialmente para que alguien cayera; aquello era una trampa. Había visto alguna para animales, pero nunca una parecida a esa. Una que fuera para caminantes. Ignoraba lo que se suponía que debía hacer un tipo duro como yo en esa situación. Pero como me pareció que el orgullo no había sido dañado en la caída, me lie un cigarro y miré al cielo. Y entonces vi asomarse una nube blanca… ¿y una nube negra? No, no podía ser. Era algo negro. Cierto. Y lo sentía cada vez más cerca, hasta casi taparme la visión. Se quitó el sombrero haciendo un gesto de saludo. Aquella sombra era un hombre. Y aquel hombre era mi sombra.
—Vaya, Néstor Lambo otra vez —al mismo tiempo que me nombraba echó la cabeza hacia atrás y pensé que se iba a desnucar de la risa que le entró—. Siempre te he visto encerrado, ¿acaso no sabes funcionar en libertad?
(Continuará)
©Concurso Homenaje a los Clásicos: Juan Manuel Padilla para Solo Novela Negra, 2021.
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