El asesinato es un asunto serio por Ana Arroyo
Hemos de reconocer que la ficción criminal se desarrolla rápidamente como la narrativa más versátil de nuestros tiempos. Durante años, los títulos de ficción criminal han encabezado las listas de los más vendidos, y que las ventas del género negro-criminal hayan superado la ficción general ya no sorprende ni a sus lectores ni a críticos ni a editores.
Siempre hemos reconocido su alcance, dinamismo, integridad y cada vez más, diversidad. Pero esto es tan útil como tratar de definir exactamente qué hace que un éxito de ventas sea un éxito de ventas y, quizás lo más importante, cómo detectar el próximo gran best-seller. En el mejor de los casos, es una fusión afortunada; hay tantos factores que entran en juego… Estar en el lugar correcto en el momento correcto, con la idea correcta y el talento, podría ser una respuesta. Pero ¿cómo narices se te ocurre la idea correcta?
Sin embargo, hay razones por las cuales el género criminal es tan efectivo como cualquier otra narrativa ficticia. Hoy en día, según mi opinión, esto tiene poco que ver con la vieja idea de que en tiempos de incertidumbre buscamos consuelo, redención y resolución: un lugar donde el bien triunfa sobre el mal y se restaura el orden. La ficción de detectives clásica, que se destacó entre las guerras mundiales, sí se basó en esos ideales, junto con algunas reglas muy rígidas y peculiares inventadas algunos escritores.
Pero como cualquier escritor serio sabe, las reglas están ahí para ser rotas. Ningún artista quiere ser “atado” o “dictado”. Esto no significa que los escritores deban ignorar los conceptos narrativos básicos de propósito, ritmo y trama. O ignorar al personaje,no, hay que hacer que los personajes quieran cosas y luego hacer que las cosas se interpongan en su camino.
Además, a los lectores les gusta participar, incluso entusiasmados. Escribir algo entretenido tiene una atracción, tal vez olvidada por aquellos que creen que, si algo es tremendamente popular, es menos culturalmente valioso o intelectualmente desafiante. Raymond Chandler, en su polémico ensayo “El arte simple del asesinato”, criticó a Dorothy L. Sayers, quien sugirió que existía una literatura de expresión y una literatura de escape. Su respuesta fue que «todo lo escrito con vitalidad expresa esa vitalidad; no hay sujetos aburridos, solo mentes aburridas”. ¡Gran Raymond Chandler!
John Banville (alias Benjamin Black), dijo una vez que el experimento modernista había terminado, y que la novela literaria está en “crisis”, mientras que la ficción criminal reafirma los valores literarios tradicionales de trama, personaje y diálogo. Para no obviar la verdad, he de decir que este comentario que recibió más de una crítica.
Si bien la esencia de escribir ficción criminal puede reducirse a la velocidad y fluidez, la elaboración y el control son vitales. No es fácil y pocos lo hacen realmente bien. Una novela criminal que funciona es tan tensa como un tambor. Además, hoy en día los lectores (que no somos tontos) podemos detectar rápidamente un “fraude”: es decir alguien que escribe por escribir o por dinero, y más ahora que es un mercado muy competitivo.
Acercarse a la idea y los temas correctos parece depender tanto de la presciencia como del talento. Por ejemplo, “Perdida” de Gillian Flynn fue fundamental para determinar la popularidad de lo que hoy se conoce como «noir doméstico». La novela es tan oscura e inquietante…. Uno de sus principales atractivos es el hecho de que te hacen sentir incómodo, que invaden tu espacio mental, agregando drama, miedo y ansiedad. Te alejan de lo cotidiano. Aumentan tus sentidos y sorprenden, sobre todo porque están abordando un mundo que creíamos conocer íntimamente.
Y sí a todo esto además podemos añadir un prolijo procedimiento policial, un proceso psicológico oscuro y mucho más, es de esperar que la ficción criminal siga desarrollándose y siendo cada vez más popular.
El concepto fundamental del género negro-criminal es el mismo: vida y muerte. El asesinato, como Chandler reconoció en su ensayo, es un asunto serio.
©Artículo: Ana Arroyo, 2019.
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