JUSTICIA PARA PAUL de Andrea Medina
Una vez el fiscal y el abogado defensor concluyeron sus respectivos discursos de cierre ante el jurado, todos los asistentes se levantaron: algunos fueron por un café, otros trataban de averiguar las últimas impresiones de la prensa sobre el posible desenlace del juicio. Este era uno de los más mediáticos desde que Federico Nava estranguló a su esposa y a su amante en una misma noche, casi al mismo tiempo y, meses después, se presentase ante su sanguinario verdugo —como le llamaba públicamente al juez Brown— vestido todo de rojo, como un mártir católico.
La señora Johnson se quedó boquiabierta y emocionada al ver tan de cerca a la supuesta víctima, Paul Daniels, que estaba con la espalda totalmente recta pegada a una de las columnas del pasillo. Ella opinaba que mentía. Pero, tras observar minuciosamente su rostro, supo que ese hombre estaba genuinamente aterrado de no conseguir justicia.
La hora había llegado: en escasos minutos se conocería la decisión del jurado. La sala estaba expectante. Nadie quería siquiera respirar por miedo a perderse un segundo de lo que pasaba.
«Inocente», se escuchó. Los murmullos invadían el lugar. Los flashes de los fotógrafos iluminaban el rostro de Tessa Tyler mientras abrazaba a su abogada. Paul Daniels lloraba desconsolado. No pudo evitar girar la vista hacia ella. La mujer que hizo que conociera el infierno le sonreía con desdén. Nadie notó el gesto, salvo él y un miembro del jurado que advirtió de inmediato el error garrafal que acababan de cometer.
Relato: © Andrea Medina, 2019.
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