La figura del perdedor en género negro

‘La figura del perdedor en género negro’, artículo de opinión de Paco Gómez Escribano tras su reciente participación en Getafe Negro 2018

El pasado 16 de octubre, dentro del ciclo de mesas redondas del Espacio Mercado en Getafe Negro, hablamos y debatimos sobre la figura del perdedor en género negro. Moderados por Jesús Zaplana (escritor y director de Solo Novela Negra), integramos la mesa Jorge Eduardo Benavides, David Jiménez el Tito y yo. También estaba prevista la participación de José Ángel Mañas, pero un retraso con un avión le impidió estar. Una ausencia destacada, ya que las novelas de Mañas están llenas de personajes cuyas vidas son un claro ejemplo del objeto del debate de la mesa.

Tradicionalmente, la literatura nos ha hablado de gestas de héroes, siendo este un arquetipo al que tarde o temprano, como no podía ser de otra forma si atendemos a la estructura de cualquier novela, le tenía que salir un antagonista: el antihéroe. Surge esta figura para cuestionar al héroe, y para demostrar que se puede contar una historia desde otro punto de vista quizás más certero y más objetivo. El héroe suele ser un triunfador, mientras que el antihéroe posee la aureola del perdedor.

Pero ¿qué es un perdedor? ¿Es acaso alguien que no consigue sus objetivos? ¿Es alguien que siempre pierde y por tanto acepta la derrota? ¿Alguien que al no lograr llevar un proyecto a buen puerto se va a su casa? No, ni mucho menos. Con el tiempo la figura del perdedor se ha convertido en un arquetipo del que emanan personajes muy reales que son producto de la historia de su tiempo, generalmente el resultado de una coyuntura trágica.

Los perdedores de mis novelas son de los que no se dan por vencidos. Toman la decisión de actuar, de levantarse una vez más después de caer una y otra vez, bien sea por voluntad propia o por un detonante externo. Es el caso de mi última novela «Cuando gritan los muertos», poblada de perdedores por los cuatro costados, tanto los protagonistas como los secundarios, pero todos con unos objetivos muy claros. Aunque estén en desventaja con sus antagonistas terminan por aceptar, más tarde o más temprano, el perdedor siempre lo hace, la llamada a la aventura.

El perdedor funciona como una figura simbólica a través de la cual los relatos cuentan versiones muy distintas a las de la historia oficial, por tanto, es un revolucionario que revisa y planea derrumbar los cimientos del statu quo que trata de imponerse a todos y a todo. Es un arquetipo imprescindible para barrenar el discurso oficial. La pérdida le hace actuar como si fuera un guerrero en lucha contra el pensamiento único.

Por tanto, la pérdida ni es una actitud vocacional ni una aceptación del fracaso. El perdedor lo es porque le fuerzan a ello otras personas o circunstancias muy poderosas. Por el camino perderá, pero perder no es un hecho total y definitivo, sino parcial y temporal, generalmente preludio de una victoria que puede tardar en venir, victoria que será total o parcial, pero que será, que acontecerá en un futuro moldeado por el perdedor aun sin proponérselo.

La oposición del perdedor a un nuevo estado impuesto de las cosas no significa refugiarse en una actitud pasiva, sino perfilar una forma de construir o reconstruir incansablemente el camino de una futura victoria u otra futura caída para volver a levantarse. La resistencia, principal virtud del perdedor, es una forma de abrir caminos para reconstruir un mundo después de la pérdida.

El éxito de los vencedores construye el presente y borra el pasado; el fracaso de los perdedores construye el futuro que aniquilará el presente. Se hace necesario, por tanto, asumir la senda de los perdedores como única conducta ética posible, como una forma de resistencia contra el presente de los vencedores.

El camino del perdedor no es un camino de rosas. Contrariamente a lo que tradicionalmente se cree es mucho menos duro conseguir triunfar, menos devastador que convivir con los restos de sucesivos fracasos, sin ilusiones y sin esperanzas durante varias décadas, sin ninguna duda. Por tanto, el camino del perdedor es mucho más difícil que el del triunfador, que parece el único camino posible en una sociedad de consumo como la que vivimos, toda una contrariedad, ya que son pocos los que triunfan y muchos los que fracasan. Ahora bien, las enseñanzas del fracaso son mucho más certeras y objetivas que las del triunfo, en cualquier tiempo, en cualquier territorio, físico o social.

El perdedor como arquetipo es una figura tan universal en literatura que trasciende los géneros, no siendo patrimonio único del género negro donde sin embargo encaja como un guante. Probablemente fuera William Riley Burnnett el más conocido de los escritores que empezara a delinear personajes con estas características con novelas como «Pequeño césar» o «La Jungla de asfalto». No menos memorables son las aventuras de Dortmunder, personaje de saga de Donald Westlake que en clave de comedia  nos dibuja a un tipo al que todo le sale mal. Chester Himes, Dennis Lehane, George V. Higgins, Lawrence Block o Walter Mosley continúan la senda del perdedor con sus personajes, un arquetipo que dentro del género negro parece encajar totalmente en la Crook story, que son las novelas narradas desde el punto de vista del delincuente. El perdedor puede serlo o no, pero en cualquier caso todos estos personajes tienen esa mirada que parece anunciar que no va a pararse ante nada, aunque caiga, aunque encuentre más dificultades de las que sea capaz de superar, aunque los obstáculos hasta llegar al objetivo sean más de los que pueda vencer.

Hay otro género o movimiento en el que el perdedor encaja como un guante porque desde mi punto de vista es pariente muy cercano del género negro, una variedad de novelas cuyos protagonistas son perdedores o personajes que protagonizan particulares descensos a los infiernos. Me estoy refiriendo al Realismo Sucio de Fante, Carver o Bukowski y por extensión al Neorrealismo Sucio de Easton Ellis o Palahniuk. Bandini, Chinaski, Bateman o Tyler Durden son personajes que podrían haber protagonizado cualquier novela de género negro y sin embargo no lo hacen, demostrando una vez más la universalidad del arquetipo del perdedor. Podemos hacer esto extensible a las novelas del propio José Ángel Mañas en España, que ha aportado personajes e historias memorables, de ahí que me habría gustado saber su opinión al respecto en la mesa de Getafe Negro. Claro que, si atendemos a novelas que están clasificadas como negras y no lo son y a novelas que no están integradas el universo noir y que sin embargo son verdaderas novelas negras, comprenderemos el mestizaje que se produce en la literatura cuando lo que se narra es puro realismo trenzado por fibras de tejido social, allá donde las fronteras se difuminan y donde el perdedor se mueve como pez en el agua.

Texto: © Paco Gómez Escribano, 2018.

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