Sordera – relato
SORDERA.
Relato negro de JESÚS CORONADO BEVIA
El trabajo estaba hecho. Luis se sentó en el borde de la cama, exhaló hasta dejar sus pulmones vacíos y se quitó los guantes dejándolos sin mirar sobre el mini bar de aquella habitación de hotel. Sacó dos botellines de vodka y, uno tras otro, los vació de un solo trago. A palo seco.
Volvió a respirar profundamente y en un par de minutos, empezó a notar que el alcohol comenzaba a hacer efecto. Mas calmado, Luis se concentró en percibir todos y cada uno de los ruidos que lo rodeaban. El zumbido del pequeño frigorífico, el atenuado rodar de los coches sobre el asfalto y hasta su propia respiración. Era una experiencia relativamente nueva para él, y para María, pensó.
La explosión en Irak no sólo le dejó un rostro lleno de cicatrices. También le reventó los tímpanos sumiéndolo desde entonces en un mundo sin sonidos; en un mundo lleno de una soledad obligada y no deseada. Pero de eso hacía ya algunos años.
Luis cogió otro botellín del mini bar y mientras lo abría para beberlo de un solo trago recordó como María dejó pasar algún tiempo antes de hacerle ver que debía asumir su nueva condición. Era necesario si quería volver a llevar una vida normal. Qué sabría ella. Algo en su interior se rebelaba y resistía a aprender el lenguaje de signos, a leer en el movimiento de los labios, a aceptar aquella minusvalía que transformó su vida tan solo en un instante. Aún hoy, sigue sin ser capaz de leer en los labios y apenas entiende el lenguaje de signos. Desde el primer momento sus esfuerzos se centraron en buscar soluciones médicas que pusieran fin a aquella tara que lo hacía sentir incompleto; aunque María no lo entendiera.
El pasado lunes sus esfuerzos se vieron recompensados y todo quedó solucionado. Una pequeña y rápida intervención innovadora en el oído derecho, el menos dañado, y la aplicación de un receptor interno consiguieron que la capacidad auditiva fuera normal en ese oído. El izquierdo resultó irrecuperable. Por fin volvía a sentirse entero, o casi.
Pero darle la sorpresa de su recuperación a María ha tenido que esperar unos días, concretamente a hoy jueves; el día de su cena de chicas semanal. Ella no quiso interrumpir ayer su llamada telefónica cuando regresó de la clínica y él, no pudo evitar oírla.
Luis quitó el silenciador Osprey a su Beretta reglamentaria y los guardó en su bolsa de mano, abrió el último botellín de vodka que quedaba en el mini bar y mientras vaciaba su contenido, esta vez en el vaso de plástico que había sobre la mesita de noche, vino a su mente la expresión de sorpresa que María le ha dedicado hoy, no sé si al enterarse de que la sordera había llegado a su fin, o al verle empuñar un arma. Ella fue la primera. A Juan lo mató después. Aunque, sinceramente, creo que a él lo que más le ha sorprendido no ha sido la cura de la sordera, sino que el primer tiro se lo diera en sus partes nobles. El que le vaciara el cargador después hasta quedar los dos bañados en sangre tirados sobre aquella cama, ya no le importó.
Texto © Jesús Coronado Bevia
El autor: JESUS CORONADO BEVIA
Graduado Social de profesión, vive en Alicante compaginando su trabajo como Asesor de Empresas y su afición a las letras.
Componente habitual de una de las tertulias literarias más veteranas de la ciudad donde reside, “El Filandón”, participa habitualmente en dos webs literarias con artículos mensuales sobre autores clásicos y contemporáneos y sus obras más representativas, así como en la Revista Digital “El Taller de la Factoría”.
Algunos de sus relatos han sido seleccionados para formar parte de algunas antologías publicadas como “Relatos urbanos 2011” o “I Certamen Alfeizar de Relatos 2016”.
También destacar su afición a la poesía que contrasta con la temática negra de sus relatos. Algunos de sus poemas han sido publicados en la revista digital “Acantilados de Papel”
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