Sin vuelta atrás
FERNANDO GRACIA ORTUÑO| Barcelona
“Se lo aseguro: Yo nunca fui un individuo con vocación política. Me ha dado siempre igual la manera de robar, porque la corrupción, tarde o temprano, y en cierto modo inexorable, forma parte del sistema, es una parte esencial de nosotros mismos. Pero cuando se sucedieron los acontecimientos de la Invasión Independentista, -invasión que se hizo contra el poder del estado en los históricos acontecimientos de finales del 17, e impuso como idioma oficial el catalán lleidetá más cerrado a toda la nación y como segunda lengua madre al denostado Ibicenc o mallorquí, incluyendo a Portugal, que a partir de entonces por cierto, se comenzó a llamar oficialmente Puigdegal, o como lo llamaron algunos, Portumón, en una de las dictaduras más opresivas, sangrientas y espantosamente butifarreras de toda la historia de la humanidad-, yo me tiré al monte. Sí, me tiré al monte, me tiré, porque no hubo más remedio, y como yo miles de republicanos repudiados por el estado español y catalán neofascista porque no había más remedio, y porque Francia nos acogió como refugiados políticos”. Algunos xicotets valencians se apuntaron y nos ayudaron en nuestra huida, todo hay que decirlo, porque ellos, los fills del Antic Regne de Valencia, no estaban dispuestos a ceder su idioma, su cultura y su marco histórico económico financiero a las veleidades catalanistas, considerándose por el contrario valencianos de pura cepa, que nada tenían que ver con los “catalanistas butifarreros de la Escudella y Carn d’Olla del norte”. Efectivamente, para un Valenciá del Antic Regne de Jaume Primer lo Xicotet, no hay nada como una buena paella y unas naranjas de la región, regado todo con un buen vino de Valencia con denominación de Origen Protegida. Pero todo esto de la economía y la gastronomía regional del estado, que antes armonizaban a la perfección en su diferencia en la Gran Gastronomía Española por regiones, ya es historia”.
“Ha pasado mucho tiempo desde la creación de las Milicias Represivas, y como a fin de cuentas se han comprometido a no divulgar identidades y a realizar la entrevista desde el anonimato clandestino o punto de vista encapuchado. Yo ya sé, de todas formas, que tarde o temprano en el Estat Sardanesco se van a enterar, pero me da igual, francamente, a estas alturas del campeonato, la independencia invasora del Estat Catalá no llegará a Europa, están aislados, han convertido su Estat en una Burundi butifarrera, pero sin cantes suajilis. Un caos, un país del tercer mundo sin apenas recursos para la subsistencia, ya se veía venir. Aquellos fueron tiempos de irracionalidad dogmática expresada a la séptima potencia, tiempos de extremos irreconciliables, de vuelta a las andadas, de las nacionalidades, de vuelta a la guerra fratricida, de vuelta, en definitiva, al Kosovo de los noventa. De Kosovo se hablaba y se había hablado mucho, y a la gente no le importaba, -llegados a cierto punto-, el enfrentamiento armado, ya le digo, de cien butifarreros extremistas, 99 por lo menos estaban como una chota, y se volvieron locos de repente, locos de atar, porque la gente impasible de la calle, los que querían guerras ni fronteras, les acabaron dejando el terreno libre para ello, les dejaron campar a sus anchas, con toda la desfachatez”.
“Es igual, mire, no sé, no es mi problema ahora mismo, usted me pregunta acerca de catalanes extremistas o fachas catalanizados a nazis con nombre propio. Pero qué más da, fue un torbellino, una locura malsana que arrasó con las instituciones y con los organismos de protección ciudadana, como la policía, la Guardia Civil o el ejército, porque comenzaron a llegar armas y recursos militares de otros países, y se armó la marimorena. Hicieron o crearon así el malestar, la ruina, una vez que perdieron la chaveta, ya todos eran los mismos, y a pesar de tener raíces andaluzas, asturianas, valencianas, castellanas o gallegas, los catalanofílicos abogaron a partir de determinado punto por el extermino de lo no catalán o español, y el catalanismo más extremo e irracional, excluyente y exclusivo se adueñó de Cataluña. Y no sólo los habitantes de la antigua Cataluña, sino los de todas las regiones, en cuanto se produjo la Invasió Castellero Sardanesca del Territoris catalans, las escabechinas se multiplicaron por mil. Ya sabemos que fueron muy frecuentes durante el franquismo, pero no se imaginan cómo fueron las del catalanismo triunfante, porque se pusieron a la orden del día, programadas desde el Estat Catalá y en proyección directa hacia todo el estado”.
“Llegados a cierto punto, daba igual si eras portugués, gallego, venezolano, puertorriqueño, panameño o andaluz, si no tenías el acent típic catalá, estabas perdido, ya sabe usted lo que eso representa: Todos empezaron a parlar catalá que era una maravilla, parlaven tan, tan bé y hasta por los codos, como si fueran tots lleidetans, mallorquins o tarraconins, y así fue cómo comenzó la caza de brujas, el mirar de reojo al vecino, al familiar con desconfianza, y quien no se expresara en pur catalá, ay de él: las denuncias, los chivatazos, las denominadas cunetas, comenzaron a proliferar como las setas, cunetas, por cierto, que a partir de entonces se comenzaron a llamar, socavons”.
—Pero, ¿se ha retirado?… o todavía…
“ Escuche una cosa: Yo no me he retirado del habla materna. Muchas veces pensamos, antes de formar el grupo, de no implicarnos… Pero la sola idea de pensarlo nos parecía una locura. Por qué debíamos de pronto comenzar a bailotear al ritmo mamellero de las sardanas, formar castells, comer butifarró y cantar havaneras, así, a bote pronto, sólo porque a un iluminado se le ocurrió un día la idea de romper un país, mirar al vecino como enemigo, discriminarlo y en su empeño arrastrar con él, como el flautista de Hamelin, llevando consigo a centenares de miles de mentecatos, que además de tontos, parecían tener la tómbola con todos los números para llegar a ser en poco tiempo unos auténticos nazis?”
—Pero si son, o más bien, parecieron ser al principio pacifistas, por qué eso constituir grupos armados?
“No lo hicieron planeándolo bien, supongo, se armaron en un momento dado porque no tuvieron, según ellos, más remedio. Fue como un brote psicótico social como el de la Alemania pre nazi a la llegada de Hitler al poder. Luego a más de uno se le subieron las armas y el poder de tenerlas a la cabeza, y comenzó a pasar un poco como en Kosovo, unos mataban por matar, otros porque el vecino nunca les cayó bien, o porque no le habían pagado, o tal vez porque la suegra les complicaba la vida. Ya ve usted, se convirtió todo el asunto de la Independencia de Cataluña como en un general ajuste de cuenta entre pueblerino.
“Las calles se comenzaron a llenar de cadáveres, yo mismo fui en busca de mis enemigos, porque sabía que ellos venían a por mí, ¡qué diantres!, ¿usted qué hubiera hecho? ¿Se hubiera quedado como un pasmado mirando mientras asesinaban a su familia? En esos momentos, el que sabe lo que es querer a sus seres queridos coge las armas. Claro, hay mucho idiota que se puso a disparar al primero que pillaba, pero si tú sabes y eres una persona cabal… Es muy relativo, claro. Pero yo fui a por ellos, como cualquiera de ellos, fui a por lo que habían golpeado, tiroteado, masacrado, a por los que en su tiempo me robaron, a los que me difamaron, fui a por ellos, como uno más, por supuesto, tratando tan sólo de sobrevivir, como un energúmeno, sí, sí, lo confieso, ni más ni menos que como cualquiera de ello, en la guerra total contra el prójimo, sin ningún criterio ni miramiento, sin ninguna ideología, sin ninguna ética ni moral. Claro, mi criterio nunca sería igual al de ellos. Pero ¿quién se puede sentar a hablar con el enemigo que sabes que no va a cambiar, quién es el guapo que se hubiera sentado a hablar con aquellos para los que tú mismo eres la representación de todo lo explotable y perverso, de todo lo aborrecible del mundo? Hay que tener estómago. Porque si no ves a tu prójimo como un igual, lo ves como un monstruo”.
—Sí, lo entiendo, pero dígales a todos nuestros televidentes de la televisión francesa, dónde fue, qué hizo con ellos?
“¿Con quiénes?”
—Con sus enemigos.
“En Barnakosovo, o Kosocelona, como la comenzaron a llamar, desde el primer momento armado, desde la primera detonación, desde el incendio mismo devorador de la rebelión independentista, yo, que no me andaba ya con chiquitas, cogí mi kalashnikov y me fui directamente a casa de ellos, lo sabía, a por ellos, los locos de mis enemigos, sabía por un chivatazo, que ellos estaban llegando también adonde me encontraba, así que me dije, venga, bonitos, venga, cabrons, vamos a ver si podéis crear de una vez el Estat Catalá, a ver si lo vemos amanecer de una puñetera vez, que hace más de quinientos años que no hi ha collons, que no, que no hi ha collons, y ahora por fin, ahora que ya hay millones de inocentes que podéis tomar como rehenes, ahora es por fin la hora. Venga, valientes, me dije, y comencé a disparar como un enajenado. Sí, no me lo pensé dos veces, mire usted: las cosas no son lo mismo desde la barrera, como dicen de los toros, sabe usted… Pero no me mire con esa cara, ya sé que en Europa se quedarán de pasta de boniato cuando me oigan. Pero aquello fue el fin de la convivencia, y ahora en cambio en su lugar está el país denominado Visca Catalunya”. Y el que no tiene una butifarra colgada del dintel de la entrada a la casa, o el que no lleve a sus hijos a bailar sardanas o a montar castellers, ya sabe lo que le espera: El cadalso en medio de la plaza y las risas y las burlas de toda la ciudad ante su tormento.
—¿Pero, quiénes eran, quiénes venían a por usted? ¿Los titillaires?
“No lo sé en realidad, pero venían, quienes, quién hijo de qué madre, es lo de menos, todos somos iguales en realidad, igual de malnacidos, igual de garrulos, igual de imbéciles, me refiero. Podrían ser muchos y podrían ser pocos. Pero llegó un momento en que ya no distinguía nada, ya no regía. Podría haber ido simplemente a por mis enemigos, que sabía que los había, como las setas, como decía antes, ir sólo a por ellos, a los que me habían perjudicado en la vida. Podría haber ido a por los desalmados y malnacidos que sé perfectamente que sólo me vieron para perjudicarme, que sólo miraban sin ver nada más, porque eran ciegos, como si fueran máscaras con ojos o botones de peluche. Ojos que no ven, corazón que te perforo de un balazo, pensaba yo por aquél entonces. Sí, me ofusqué, hasta que no llegué aquí, a este país vecino, en calidad de refugiado político, me ofusqué, perdí la chaveta. Muchas veces pienso en Barnakosovo, Pero llega un momento, ya le digo, cuando comienzo a disparar en sueños de nuevo, que todo el mundo me parece igual. Yo comencé a disparar y punto. Cogí el fusil. Cogí el fusil, como Jonny. Y ahora ya no hay vuelta atrás.
Texto © Fernando Gracia Ortuño- Todos los derechos reservados
Publicación © Solo Novela Negra- Todo los derechos reservados
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