Black and Noir y la nueva novela

DAVID LLORENTE| Madrid

 

En el siglo XVIII se dejó de hacer teatro en los corrales de comedia y las obras empezaron a representarse en unos espacios escénicos que ya se parecían mucho más a los teatros que conocemos ahora. Llamaban la atención algunas novedades, como el hecho de que todo el público estuviera sentado y que cayera la oscuridad en la sala (o la semioscuridad [por motivos morales] ya que, entre los espectadores, se mezclaban los hombres y las mujeres). Pero lo que más sorprendió y lo que acabaría escribiendo un capítulo en la historia de la literatura, fue el paso de gigante que dieron las capacidades técnicas del teatro, la maquinaria escénica, la tramoya. Me imagino a los autores teatrales subiendo al escenario y preguntándole al técnico: «¿Qué cosas se pueden hacer en este teatro?» Y el técnico respondería, por ejemplo: «Los personajes pueden volar, pueden desaparecer en una nube de humo, se los puede tragar la tierra…» De manera que el teatro empezó a hacerse al revés: el espacio ya no se adaptaba al texto teatral, sino que el texto teatral se adaptaba al espacio. Se escribieron comedias de magia para el asombro de los espectadores, que veían cómo se rompían las leyes de la naturaleza delante de sus ojos. Y comedias de santos, donde un personaje, inspirado por el hálito divino, hacía milagros encima de las tablas. La gente se acostumbró a lo sobrenatural y esa fue la razón por la que después, en el siglo XIX, a nadie le sorprendió la estética romántica, que se dedicaba a abrir tumbas y a llenar el escenario de espectros descarnados.

Las nuevas tecnologías del siglo XXI nos han vuelto a abrir un nuevo espacio literario. El año pasado, en la Feria Internacional del Libro en Praga, varios especialistas anglosajones debatían acerca de la escritura específica de la novela para su publicación en los móviles y en las tablets. Mientras unos se echaban las manos a la cabeza y auguraban el fin de la literatura y otros abrían los brazos en cruz y pregonaban el advenimiento de los tiempos modernos, unos cuantos espectadores nos mirábamos en silencio y pensábamos que sucederá lo que está escrito que tiene que suceder: La historia de la literatura tiene ya muchas páginas para que a estas alturas no sepamos que no hay ningún género literario más proteico que la novela, que es como un líquido que se adapta a los surcos del tiempo y que siempre encuentra la grieta por la que colarse y seguir su camino. Junto a la novela de siempre, surgirá una nueva novela que modificará su estructura genética para habitar en los nuevos formatos electrónicos. Black and Noir es el vaso en el que se vierte este nuevo líquido literario. Volvemos a la literatura por entregas, que siempre ha estado unida al negocio editorial, a la creación masiva de lectores y al cambio de rumbo de la literatura. No olvidemos que, para que triunfara en España la gran novela realista, hubo que acostumbrar al lector a consumir historias de quinientas páginas y arrancarle las macabras telarañas del Romanticismo. Y eso solamente lo pudo conseguir la literatura por entregas. La nueva novela debe estar dividida en muchos capítulos y cada uno de estos capítulos tiene que dosificar la intriga y sacrificar la descripción y todo aquello que sea meramente adjetivo. La nueva novela, en cada una de sus entregas, debe empujar la acción hasta la siguiente parada, creando en el lector, si se consigue hacer bien, la necesidad de comprar la continuación. La idea es convertir al lector en un yonqui de lo que está leyendo. Cada entrega es una dosis. Me cuesta mucho entender que a los escritores, cuyo oficio nos obliga a subirnos al trapecio y saltar sin red, no se les haga la boca agua con semejante reto.

Javier Manzano no es el cerebro ni el bolsillo de Black and Noir. Javier Manzano es el corazón y es la sangre y son las tripas porque es ahí, en las mismas vísceras, donde habita la pasión, esa fuerza que justifica este acto incomprensible de vivir y que hace que vuelva a girar la polvorienta rueda de la historia. Por mucho que escribamos, jamás seremos tan profesionales de la literatura como lo fue él de la radio. Por mucho que vendamos, nuestros lectores jamás serán tantos como lo fueron sus oyentes. Ha convencido a unos pocos escritores (Manuel Barea [el mejor de los jóvenes], premio Valencia de Novela Negra, Paco Gómez Escribano, premio Novelpol, Rosa Ribas, premio VLC Negra, José María Espinar, premio Memorial Silverio Cañada y David Llorente, premio Dashiell Hammett) para que nos inmolemos en nombre del género negro y para que nos colguemos del trapecio cabeza abajo, estiremos los brazos y agarremos al siguiente autor que quiera superar el vértigo y explorar lo desconocido. El nacimiento de Black and Noir y su novela por entregas, junto a sus contenidos multimedia y a los autores a los que ha implicado, es la primera gran noticia del panorama literario negrocriminal y debería estar incluido en el programa de las principales semanas negras. Aquellos organizadores que la excluyan, o estarán fuera de la actualidad o habrán decidido (ellos sabrán por qué) esconder la cabeza en un hoyo de golf.


 

Texto ©  David LlorenteTodos los derechos reservados

Publicación ©  Solo Novela NegraTodos los derechos reservados

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