Noche ¿buena?
RUTH ROZADOS (@GraceKlimt)|Zamora
Noche ¿buena?
Acabo de ponerme cachonda viéndote ahí, tendido en la cama, completamente desnudo. Todo para mí. Es increíble que después de tantos años fingiendo los orgasmos bajo tu cuerpo fofo, sudoroso y gordo, ahora me excite sólo con mirarte. O igual es la Navidad, que me pone tierna. O pensar en tus pelotas, recién arrancadas y aún calientes, decorando el abeto de la entrada. Qué gran idea. Se lo comento a mi nuevo amigo, tan enorme y tan rubio y tan ruso y tan serio, y consigo arrancarle una ligera sonrisa. Parece que a ti no te hace tanta gracia. Normal. Si es que nunca fuiste nada divertido. Por eso lo de los cuernos, querido. Lo de odiarte vino después. Cuando me echaste de casa a patadas, como si fuese una perra. ¿Quién coño te creías que eras? Así que sí, te odio. Te odio tanto como nunca en mi puta vida te quise, imbécil.
Estoy empezando a enfadarme, y eso no está bien. El ruso lo nota. Puñetazo directo a la mandíbula. El sonido me sorprende, no es como en las pelis de mafiosos de medio pelo que tanto te gustaba ver. No te quejarás. Hoy tú eres el protagonista principal. Claro, que seguro que preferías el papel de boxeador, en lugar del de bolsa de boxeo. Bueno, no todo se puede tener en esta vida. O sí, la verdad que sí. El dinero lo es todo, ¿sabes?, y yo de eso no escaseo. Te encargaste tú mismo de llenarme los bolsillos de pasta para cerrarme la boca. Y calladita, monté todo esto. Es mi regalo de Nochebuena. Ya sabes que siempre fui una sentimental. El bulto del pantalón crece. El del ruso, digo. Tú no estás ahora mismo como para empalmarte, precisamente. Luego le recompensaré. Al ruso, digo otra vez. Para ti tengo otros planes. Y mucho tiempo.
Has empezado a escupir. No sé si es que te ahogas, o que te puede el vómito. De tu boca sale una mezcla de sangre, saliva, y trozos de dientes, que caen sobre las sábanas de seda haciendo una suerte de dibujos tan babosos como tú. La escena me asquea. Me giro para no perder el control, y me encuentro con la foto de la mesilla. No había reparado en ella. Apareces sonriente. De pronto, siento la necesidad de destrozar para siempre esa sonrisa. Un poco más, que bastante jodida la tienes ya. Agarro la foto y me doy la vuelta. Tu cara es un poema. Un poema de mierda, para qué engañarnos. Me miras con miedo, suplicante. Eso aún me asquea más. Estrello la fotografía contra tu cara, y te golpeo sin parar con la culata de mi Colt. Pierdo la cuenta. Los cristales salen despedidos en todas direcciones. En algún momento el ruso sujeta con fuerza mi mano. Me calmo. Sigues respirando, eso es bueno. Saco un cigarrillo, y sentándome en el sillón donde siempre colocas el pijama, lo enciendo. La señal es inequívoca. Que empiece el acto final.
La habitación huele a humo, sudor, sangre y miedo. El ruso se está esmerando y tú hace tiempo que simplemente gimoteas. Habrás perdido fuelle, no te lo reprocho. Sé bien lo que es que te follen hasta destrozarte el cuerpo entero. Algo así hacías tú conmigo cada vez que te daba la gana. Justicia poética de la buena. De pronto me aburro, y simplemente, te disparo. Ni siquiera pestañeo. Tus sesos se desparraman por el cabecero acolchado. Una pena, en lo que has quedado. El ruso se me acerca. Toca recompensa. Y más tarde, se irá contigo. Pero por el momento, disfrutemos de la fiesta.
Texto © Ruth Rozados- Todos los derechos reservados
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