El gurú pillado
JUAN CARLOS ARIAS| Sevilla
El gurú pillado
La carencia de valores, principios, precariedad laboral, crisis de identidad y derivas personales hacen que centros de autoayuda, crecimiento espiritual, senderismo consciente o ‘mindfulness’ se llenen. Mientras, las consultas de psicoterapia se vacían.
Reyes tiene, tuvo y cree que tendrá clientela con problemas mentales. Muchos conflictos los generan personas que atraviesan momentos duros. Los que pagan al detective, por lo general, son los afectados del conflicto.
Así es el caso que hoy toca. Una pareja de mujeres se rompe porque una de ellas cae en las garras sexuales de un tipo que, además, le vacía el bolso y la subyuga mentalmente. La víctima de tan discutible proceder confiesa a Reyes que su amada ya no es la misma y que acabará muy mal si sigue con una relación donde ella es la esclava del líder.
Reyes, manos a la obra, rastrea todas las huellas y currículum del personaje. Está casado con un hijo y empleado de una empresa ‘tradicional’. Pero él airea a quien le sigue que se divorció de rutinas terrenales, que es padre de un chaval iluminado como él, y que su trabajo espiritual es fortalecer corazones débiles. Su lenguaje mesiánico, del gurú de arrabal, se trasluce lo que escribe en redes. Varios enlaces dan fe que es autodidacta en los menesteres de iluminar al personal.
Pero Reyes advierte que su ‘doble vida’ esconde hasta delitos. La lista es larga: extorsión, revelación de secretos, amenazas, calumnias… estafa, apropiación indebida. La vida del tipo mezclaba verborrea y Código Penal.
Un informe denso de Reyes iluminó a la esposa del personaje. Lo llevó una carta sin remite. Los acontecimientos se precipitaron: el nini con casi cincuenta años dejó de vivir de la acaudalada esposa y clausuró actividades usando eufemismo de políticos: ‘motivos personales’. Esa fue la razón que invocó ante sus adeptos. El rastro del líder dejó querellas personales: un par de embarazadas quedaron huérfanas del padre de la criatura, una intentó suicidarse y tres más acabaron recogidas por familiares tras constatar que sus donaciones y préstamos a su dios pagaron caprichos del gurú. El tipo apenas sufrió los daños que causó a tanta gente: sólo lagrimeó, para dar pena quizá, a quienes él considera súbditos del demonio. El dogma del gurú tiene un problema, tanta gente no porta tridente, ni tiene rabo, ni anda entre fuegos infernales.
Texto © Juan Carlos Arias- Todos los derechos reservados
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