Cornudo y miserable ¿Alguien da más?

JUAN CARLOS ARIAS|

Las víctimas de la infidelidad de la pareja se comportan de variadas formas. Sus pautas hacen que la deriva se apodere de una mente traicionada y un alma abierta en canal. Las mujeres suelen despecharse y los hombres, algunos, se transforman en criminales en potencia o consumados.

Reyes no hace casos de ‘cuernos’, pero ciertas propuestas viajeras dotadas de presupuesto rellenan huecos de asuntos empresariales y fraude.

En este caso a Reyes le proponían patear pueblos de la sierra, entre montañas, donde hay gastronomía de nota, gentes nobles y paisajes que evaden al urbanita que lleva dentro el detective del asfalto.

Los previos telefónicos del cliente, llamémosle Manolo, le sitúan como nervioso, impulsivo, con planes de documentar el nido de amor de su esposa y madre de dos hijas maravillosas. El ‘afortunado’ era su jefe, para variar del clásico. Era, según el cornudo Manolo, filoanarquista aunque mantenía formas como respetable mando funcionarial. La ‘enamorada’ pasó del recato, la decencia y la ñoñez a desparramarse con pantalones rotos, pelo-afro, tatuajes y exhibir una felicidad personal que nunca encontró en el padre de sus hijos, un potentado terrateniente, ganadero y ultramontano conservador. Es decir, la guerra tenía munición.

Reyes, tras cansarse de oír las mismas historias de Manolo en la agencia que anticipó por teléfono, propuso al cornudo desvelar en el nido a los tortolitos. Este suele ser el principal argumento del cliente de estos casos. Quieren que alguien ilustre lo que saben a priori. Manolo ya siguió a la pareja a una casita de aperos donde sábanas de blanco satén daban cuenta del sexo con entrega, pasión y ganas de más vida. Manolo quería retratar lo que no querían ver sus ojos, en vez de divorciarse o buscarse otra.

Eso, no obstante, aburría a Manolo al tiempo que lo ansiaba. Manolo quería, en suma, que el amante de su esposa ‘sufriera’ lo que él padecía. !!! Y no tenía culpa de nada!!!!

Manolo a final salió del armario ante Reyes en su agencia: ‘Quiero darle un escarmiento’. La proclama se enriquecía de sugerencias: difamarlo en el pueblo y ante la esposa del infiel, quemarle el coche, darle una paliza….

Reyes, hundido su viaje gastronómico, concluyó la entrevista con Manolo. No era ni delincuente, ni trabajaría para un sujeto que creía que con dinero compraría venganza de jovenzuelo.

Manolo hartaba ya a Reyes. Sobraba en la agencia. No sabía cómo echarlo pues la obsesión de Manolo machacaba sus tímpanos. Tras casi dos horas de perorata le despachó aprovechando una llamada que, supuestamente, reclamaría la presencia urgente del detective en otro lugar.

Manolo, por el tiempo que hizo perder al detective, fue destinatario de una factura mínima por aquello de que el tiempo es oro. El cornudo, entonces, ideó más delitos. Se inventó una supuesta revelación de secretos del detective para denunciarlo. El guión era no pagar, cueste lo que cueste.

La denuncia jamás se puso. Pero sí una de Reyes ante una policía que la recibió con la risa floja. Pensaba que los detectives sólo hacían ‘casos de cuernos’. El tema se enfocó como algo cautelar a la violencia de género.

La historia terminó fatal para Manolo. Una pareja de uniformados guardias civiles lo abordó en una de sus propiedades y le informaron que ‘cuidadín’ con sus pasos y planes para vengar la infidelidad. La Benemérita ya sabía quién era Manolo. Y en todos los pueblos de la comarca miraban a Manolo como un individuo menos inteligente que su mujer. La primera que le plantó cara a un zoquete con dinero.

Texto ©  Juan Carlos Arias- Todos los derechos reservados

Publicación ©   Solo Novela Negra – Todos los derechos reservados

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