El faro de los enamorados
El faro de los enamorados por Pepe Desastre
Desde el faro, la vista era quimérica. Él la abrazó. La besó. Pero no de forma apasionada y desmandada, no. La besó lentamente, saboreando cada segundo, cada instante. Le susurró al oído el más tierno «Te quiero» que jamás unos labios han pronunciado. Ella lo abrazó por la cintura, le devolvió un tierno beso y le contestó «Yo también te quiero».
Un cuchillo atravesó la nuca del joven. Notó un pinchazo, como la picadura de un insecto. No se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. La chica, aterrorizada, intentó gritar. No pudo. Recibió un gran golpe en la cabeza que la desplazó varios metros y la hizo caer en el suelo.
Cuando despertó, estaba maniatada a la barandilla del Faro. Un tipo encapuchado burdamente, con un simple saco de rafia con dos orificios para los ojos, se encontraba frente a ella, jadeante. Estaba amordazada, no podía gritar. No había sabido lo que era el terror, no hasta ese momento.
Del Texto © Pepe Desastre – Todos los derechos reservados
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