Confesión

 

Confesión

Por Aristarco

 

Hoy no llega puntual, como acostumbra, el vecino que escupe al llegar al punto exacto de la acera en que la entrada del garaje del bloque de enfrente amplifica el sonido del desprecio que regular y metódicamente hace llegar hasta mi ventana. Otro (¿quizá él?) rompió mi buzón de un puñetazo, y los hijos de un tercero (¿los suyos, quizá?) lanzaban piedras a mi terraza, perdigones de plástico con una pistolita a la ventana bajo la que dormía mi mujer, huevos contra la pared y hacia la ventana abierta o colillas en las jardineras de la entrada. Recuerdo cortesías más sutiles, como el balón encajado bajo mi coche, la lata de cerveza sobre el capó, los trastos amontonados junto a mi puerta, los gritos que me impiden dormir o me sobresaltan cuando lo hago. Son las tres de la mañana y no oigo sillas arrastrándose por el suelo ni portazos ni ladridos ni músicas.

Y no, no me arrepiento.

Del Texto ©  Aristarco – Todos los derechos reservados

De la publicación ©   Solo Novela Negra – Todos los derechos reservados

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