De gabanes y sombreros: el origen de la novela negra


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De gabanes y sombreros: el origen de la novela negra.

por Izaskun Albéniz

 

El género negro vive hoy un momento dulce a pesar de sus detractores, puesto que ha pasado de ser un grupo ninguneado dentro de la literatura a copar gran parte de los stands y estanterías de las librerías.

Todo ello ha venido motivado en gran parte por una fusión de géneros de la que el medio editorial ha sacado tajada con el bautizo —en muchas ocasiones equivocado— de novela negra. También el auge de series y películas de marcado sentido criminal junto con el panorama social actual han aportado su granito de arena a esta explosión mediática que provoca tantos interrogantes acerca de qué es o qué no es una novela negra y de cómo clasificar los subgéneros que ha creado esta corriente.

Pero con independencia de la opinión —positiva o negativa— que nos suscite el camino que ha tomado el género, si queremos entender qué es la novela negra hoy día no podemos obviar el origen del hard boiled, dónde enraíza sus cimientos el género.

Y ese lugar que  no es otro que el formato pulp y, en concreto, dentro de esta literatura popular, hay que buscar el origen de la novela negra en la estrecha relación que tuvo allí el género negro con el western.

No solo en el estilo popular de su narrativa, que se reflejaba en un vocabulario coloquial y cercano para el lector de las dime novel (novelas a diez centavos), sino que además, cuando la novela negra no era más que la fusión (también entonces) de las novelas detectivescas y de las de aventuras, ambas corrientes ya compartían algunas características muy significativas como bien expone Cynthia Hamilton en Western Hard Boiled Detective.

Así, el western presentaba cierto costumbrismo o realismo basado en  la denuncia de conflictos sociales del lejano Oeste (pugnas interraciales entre indios y blancos, luchas territoriales, económicas, de derechos humanos, etc.) que el género negro recogió y revistió de actualidad enmarcándolo en la época y estableciéndolo como propio, adquiriendo así la distintiva crítica social que hoy reconocemos entre sus páginas.

También en ambos géneros el argumento discurría en un ambiente de marcada violencia a través de la persecución de un objetivo —bien fuera este la captura de una persona (el asesino) o bien la conquista de un propósito concreto—, pero siempre con el telón de fondo de la lucha del bien contra el mal.

De igual modo, tanto en el western como en el inicio del hard boiled, el ambiente social de moral relajada y leyes sastre (hechas a medida para una parte muy concreta de la población) es muy parecido. El lugar donde transcurre la acción suele ser una “ciudad sin ley”, un lugar donde el sheriff —igual que las autoridades políticas o policiacas en la novela negra— suele estar en la nómina del antagonista.

Pero la más significativa de las influencias del lejano oeste sobre el hard boiled es la de la figura del héroe. Ese protagonista osado y valeroso con pocos lazos familiares, vestido con gabán, pistola, cigarro y sombrero cuyo Dios le ha abandonado a su suerte.

Un tipo —inevitable que llegue a la memoria la imagen de John Wayne, James Stewart, Gary Cooper o recordar al Agente de la Continental de Hammet— que vive al margen de la ley, o justo en la orilla.

Un hombre con cierto aroma marginal, sin lazos familiares ni sentido de pertenencia a una comunidad o grupo social, que muestra sin reparos una acusada falta de fe en la especie humana y en la justicia.

Un solitario, en definitiva, con una coraza de amoralidad y dureza que esconde algún tipo de pérdida emocional, con un código moral propio y una determinación tan admirable como su resistencia.

El reflejo de esta serie de características son las que han llegado hasta nuestros días tanto en la literatura como en el cine. Vean (si no lo han hecho ya) por ejemplo la versión actual de “Los siete magníficos”, un western donde uno de los protagonistas se llama, ¿adivinan cómo?, Cosecha Roja.

 

(c) Izaskun Albéniz- Texto

© Solo Novela Negra – Publicación

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